TEODORO LEÓN GROSS-ABC
  • Para Sánchez ya es difícil tener la iniciativa real, pero puede aspirar a tener la atención

Esto sólo acaba de empezar. Los seis debates de Sánchez no son una excentricidad chiflada, sino un aviso de lo que ocurrirá en las próximas semanas. Va a ser la campaña de «sujétame el cubata». Con todo perdido desde la noche del 28M para cualquiera que sepa leer los datos, la apuesta de Moncloa pasa por desafiar la lógica probando suerte a golpe de sorpresas. Eso cabe esperar desde ahora: ensayar escenarios inéditos a contramano. Ya es reveladora la propia convocatoria electoral del 23 de julio, una fecha en lo más duro de la canícula, cuando medio país busca las playas para huir del sartenazo tórrido del ferragosto, tanteando la disociación cognitiva que advierte el psicólogo forense Javier Urra: a ver si se rompe el hilo entre lo que la gente cree y lo que la gente hace, entre ir a la urna e ir a la playa. Sánchez, acosado por la evidencia, persigue la anormalidad, persuadido de que en un escenario ortodoxo está condenado al fracaso irreparable.

El conejo de la chistera de los seis debates sólo es un impacto de ruido con 24 horas de recorrido, a sabiendas de que la hemeroteca le persigue como una jauría implacable. Sánchez sólo explora el eco en las redes, el golpe de efecto proyectando la tesis de que Feijoo no le aguanta dos asaltos. Ahora recupera a Ábalos, algo más que aprendiz de brujo, con más trampas que una película de chinos, mientras Pilar Alegría sigue narcotizando el relato oficial. No es descartable incluso que Pedro Sánchez conceda una entrevista a Carlos Alsina, toda vez que Carlos Herrera ya le retiró la invitación algún tiempo atrás, no ya cansado de esperar sino de oírlo mentir… porque el presidente que ahora presume del derecho de los ciudadanos a oír a sus candidatos ha reservado ese derecho sólo al público de la SER, La Sexta y TVE en toda la legislatura. Y seguirá sacando conejos de la chistera.

Esta campaña va a estar jalonada de ‘plot points’ para sacar al electorado de la lógica previsible y reenganchar su atención con esos golpes de efecto. Moncloa va a pelear por imponer distracciones, muy eficaces como advierte Johann Hari, contra el peso de lo esencial. Para Sánchez ya es difícil tener la iniciativa real, pero puede aspirar a tener la atención. Es lo que persigue con la convocatoria anticipada, con los seis debates y esa será la tónica. No cabe esperar una campaña coherente, bajo las reglas previsibles del juego, sino la sorpresa que tanto han elogiado los teóricos de estrategia militar, de Sun Tzu a Clausewitz, de Jomini a Liddell Hart o Fuller. Sánchez sabe por Sun Tzu que cuando estás perdido ya no tiene sentido una prudencia temerosa; y por eso ha convocado rápido («Ataca a tu enemigo cuando no esté preparado») con una idea clara («Todo el arte de la guerra se basa en el engaño») y desde ahora tratará de provocar confusión, golpear de forma inesperada, retar en terrenos incómodos, y en definitiva buscar la sorpresa. Va a ser una campaña muy de «sujétame el cubata».