Presentación de Ángeles Escrivá

Santiago González, santiagonzalez.wordpress.com, 17/7/12

SANTIAGO GONZÁLEZ:

Buenas tardes. Voy a comenzar reconociendo la razón que le asistía a un detractor que entró ayer en mi blog de El Mundo para descalificar la presentación que estamos haciendo aquí del libro de Ángeles. Yo había colocado la invitación a este acto, en la que venían los nombres de la autora y de estos tres subalternos que le vamos a cuadrar el tema para ponerle el toro en suerte, como se dice en términos taurinos. La entrada decía así: “Pues que le sea leve a la autora. Menuda tropa.”

Quiere la tradición que cuando me siento aquí con Florencio Domínguez, sea por lo general para presentar un libro suyo. O mío, podría decir si no fuera un acto de inmoderada ostentación, puesto que en el gol-average llevamos una proporción de 4 a 1. O sea, que él publica mucho más que yo. Puestos así, yo suelo sacarme la espina con un ripio de aquellos con los que el gran José Mª Carulla, abogado y periodista catalán, quiso escribir la Biblia en verso y dejó muestras como “Jeroboam, potente/ engendró a Eliecer alegremente” o “Judith salió de Betulia/ como quien va de tertulia”.

Con esta base literaria y otras aportaciones posteriores, como los inmortales versos de Eladio Cabañero  al prolífico autor Mario Ángel Marrodán, yo me atreví a hacer un intento para presentar el último y gran libro de Florencio Domínguez:

“Cojones, dijo el prior,

otro libro de Florencio

y yo sin terminar el anterior”.

En este punto es en el que tengo que dar la razón al anónimo denostador del blog, aunque yo creo que ha sido injusto con Nicolás, a quien se le ve a lo lejos que es una buena persona.

No es algo que pueda decir de Florencio Domínguez y lamento decepcionar a cuantos han sido engañados por ese aspecto bondadoso de Papá Noel que lleva estampado en la cara. Pues tienen que saber que en realidad, es un tipo muy vengativo, de rencores hondos y crueles. Por ejemplo y para que se hagan idea: en represalia por estos versículos me ha jurado que este año me he quedado sin mi ración de dulce de membrillo, que él elabora con una maestría  inigualable. El membrillo de Florencio… perdón, naturalmente he querido decir el membrillo elaborado por Florencio solo es superado quizá, por sus libros.

Pero no estamos aquí para hablar de otro libro de Florencio, sino del que acaba de publicar nuestra amiga Ángeles Escrivá, que lleva por título: “Maldito el país que necesita héroes”. Un título con tanta vocación literaria no puede quedarse si su ripio:

“Coño, exclamó la abadesa,

el libro de la Escrivá

me tiene atada a la mesa”.

Maldito el país que necesita héroes es un título que responde exactamente al relato contenido en sus 637 páginas, y que la autora nos mantiene en suspense hasta la última página: Es una paráfrasis de Bertolt Brecht citada en un programa de Garci sobre la obra maestra de Renoir, ‘esta tierra es mía’. Habría tenido más páginas,  pero la editorial recomendó a la autora que lo acortase.

El doctor Huckenbush, personaje de Groucho Marx en ‘Un día en las carreras’ decía a Mrs. Upjohn, la gran Margaret Dumont: “¿Te acuerdas de aquellos felices días en la Riviera, cuando los dos contemplábamos el cielo?  Una noche bebí champaña en uno de tus zapatos” ¡Dos litros! Habría cabido más, pero llevabas plantillas.”

Ángeles también tenía más: más datos, más conocimientos, más relatos, pero la editorial puso plantillas. Es el signo de los tiempos: el recorte, que alcanzó su momento de gloria la semana pasada, en el plano parlamentario del miércoles y el Consejo de Ministros del viernes .

Angeles Escrivá ha escrito un libro grande y no quiero decir gordo. Es un libro grande, hermoso y decente, un libro que es al mismo tiempo un libro histórico, una crónica de nuestro tiempo y también, en cierto modo, un libro de memorias, porque la narradora se introduce a veces en el relato, en una actitud que probablemente ha adoptado por instinto, pero que también podría haber sido tomada de forma absolutamente consciente y deliberada.

Ella sabe que estamos en el tiempo en que está tomando cuerpo el relato de este tiempo. También sabe que estamos en un tiempo de superchería y con muy buen criterio ha debido de pensar que para la historia que va a quedar de todo esto se necesitan testigos.

Para hablar de mi amiga Ángeles, empezaré diciendo que es una excelente compañera y una gran periodista. Yo leía todo cuando publicaba, pero  no la conocía personalmente. La primera vez que la vi fue un día en que los dos habíamos coincidido en la presentación en Bilbao de un libro de Elvira Lindo y recuerdo que lo primero que pensé fue: “¡Qué guapa!”

Estoy seguro de que sabrán perdonarme ustedes la banalidad, que diría Eduardo Madina, pero es que yo soy básicamente un tipo banal y, cuando toca, tan superficial como el que más.

Recuerdo que el día que fui a El Mundo a firmar mi contrato de colaboración hace cuatro años y medio, en compañía de Montse Ramírez, que había sido mi captadora, ella libraba, pero fue al periódico para estar con Montse y conmigo y acompañarme en mi peregrinaje de novato por un mundo que me era extraño. Y a partir de ahí fuimos desarrollando una amistad a golpe de conversaciones telefónicas cada vez que me tocaba escribir una columna de opinión sobre algún asunto del que informaba ella.

A mí siempre me ha parecido muy reconfortante ser pareja artística de Ángeles en una página de El Mundo. En primer lugar porque ella es acogedora, paciente y generosa. Generalmente yo llamo a unas horas en las que la redacción de un periódico empieza a ser un hervidero, pero ella siempre está tranquila  y dispuesta a compartir sus conocimientos y su tiempo con un pesado al que le tienes, no sólo que contar los hechos, sino satisfacer curiosidades impertinentes.  Y siempre ha sido afable y me ha admirado casi siempre con el don que tiene para el  relato y que la cualifica como buena periodista. Eso es lo que es Ángeles: una buena periodista, inteligente, trabajadora e informada, una buena compañera, una buena amiga. Es eso que genéricamente conocemos por “una buena tía”.

Mucho ojo, que les veo el pensamiento. Zapatero era muy dado a los quiasmos, figura retórica consistente en invertir los términos de una proposición. Uno muy famoso fue aquél en el que  cambió el sentido al Evangelio de San Juan y donde el Águila de Patmos había escrito: “La verdad nos hace libres”, el Pasmo de León corrigió: “La libertad nos hace más verdaderos”. Pues no, no es lo mismo, como tampoco es lo mismo “una buena tía” que “una tía buena”… aunque en este caso… como dirían Los Luthiers: “¡Caramba!¡Qué coinsidensia!”

Bueno, vamos a dejarnos de prolegómenos y a tratar de decir algo sobre el libro, más que nada para que comprueben que sí me lo he leído. Su primera característica es  la de un fresco gigantesco, que se podría empezar a contemplar desde cualquier capítulo y seguir, o volver atrás y continuar con otro, con la seguridad de que al final todas las piezas encajan como microrrelatos en una historia única.

Hay un mérito extraordinario en la narración que hace la autora, en lo que este libro tiene de memorias y es la honestidad. Cuando ella nos acerca una historia del pasado, no lo hace desde sus conocimientos del presente, sino que recrea el estado del arte en aquella época, se sitúa en presencia de los protagonistas de la historia con lo que sabía entonces y no con lo que ha ido aprendiendo con los años.

A mí me ha parecido muy reveladora la conversación que Ángeles cuenta con Jesús Eguiguren, donde este hombre, a quien todos en su partido (y no digamos en los partidos de la competencia) le atribuyen un equilibrio mental intermitente.

“Cosas de Jesús”, dicen comprensivamente, lo cual sería entendible, si no fuera por dos pequeños detalles: el primero es que lo sigan manteniendo como presidente de su partido. El segundo es que todo lo que dice Eguiguren se convierte al cabo de poco tiempo en la política del partido, o, como se dice con ese lenguaje plastificado, hecho con tópicos coloquiales que tanto predicamento tiene hoy,  es la hoja de ruta.

Angeles reproduce lo que sigue:

“La afirmación de que de lo bueno solo puede resultar el bien y de lo malo el mal es una proposición falsa, y quien no vea esto es un niño, políticamente hablando. Lo que hay que conseguir es que no haya un muerto más. No sé si has leído a Max Weber. Hay muchos tipos de ética. Este pensador acuñó la llamada ‘ética de la responsabilidad’, que puede diferir de las grandes proclamas, pero que ayuda a resolver  conflictos reales.”

La autora admite paladinamente que entonces ella poco o nada sabía sobre Max Weber, aparte de su libro ‘Sobre la teoría de las ciencias sociales’, pero hay algo que queda claro en la historia y es que Eguiguren no sabía qué era la ética de la convicción y la de la responsabilidad. Esa creencia cazurra en que la ética de la responsabilidad ampara el relativismo lampante que la última generación de socialistas ha impuesto como  ‘hoja de ruta’ o guía para el comportamiento, lo cualifica como un aventajado Discípulo del maestro Ciruela, que no sabía leer y puso escuela.

Lo que no sabe, o no sabía Jesús es que, mientras la «ética de la convicción está impulsada únicamente por la obligación moral y los principios, la «ética de la responsabilidad» calcula y sopesa las consecuencias de sus actos y confronta los medios con los fines, así como las consecuencias de la acción política. No sólo valora los fines sino los instrumentos para alcanzarlos.

“Hay que ser inteligentes” es la expresión cotidiana con la que las almas simples quieren expresar el concepto que Jesús Eguiguren tiene de la ética de la responsabilidad, es decir, pasarse por la entrepierna los principios.

El zapaterismo es una expresión política de la ética de la convicción. ETA lo es en su expresión más extrema y el nacionalismo, también lo es en términos generales. Con una sola excepción: el lehendakari Ardanza hizo una formulación en el Debate de Política General de 1987, que supuso una revolución, pasajera, todo hay que decirlo, en la política nacionalista.

Habló de los fines y los medios y dijo: “lo que nos separa de ETA no son solo los medios, sino también los fines, porque los fines están contaminados por los medios”, etc. Esa es una expresión de la ética de la responsabilidad.

Hablaba Florencio sobre el mérito que tiene afrontar las negociaciones con los terroristas sin más bagaje intelectual que sus dotes naturales y unos libros de autoayuda. Quizá haya que añadir el concurso de lo sobrenatural y Txusito fuera a las negociaciones con Ternera y Antza con la Biblia.

A finales de enero pasado, Eguiguren actuó en el Forum Europa, armado con una Biblia encuadernada en rojo, la biblia en pasta, y allí, con la biblia en una mano y un catecismo en la otra, abogó por el derecho a decidir, por una Constitución vasca y por “cerrar el ciclo de colaboración con el PP”, y contó que aquella biblia  había sido empleada en la toma de posesión de Clinton.

Su mujer, Rafaela Romero, le enmendó la plana resignadamente: “A este hombre se le va la olla”, dijo, (a nosotros nos lo iba a contar) para añadir que cada día da una versión, pero que aquella biblia había sido usada en la ceremonia de toma de posesión de Obama.

No dijo usada por quién. Es de conocimiento público que Barack Obama juró sobre la misma biblia que lo hizo Lincoln en 1861, reliquia que hubo que sacar de la Biblioteca del Congreso, de donde procedía y que volvió a ella inmediatamente después de la jura.

Tal vez el de Jesús sea el ejemplar que los clientes de los hoteles de EEUU pueden encontrar en un cajón de la mesilla y que se llaman ‘biblias gedeonas’ en honor a los gedeones, una asociación fundada hace más de cien años y que tiene como objeto social proveer de biblias a los hoteles de los EEUU, para que cada huésped tenga una en su mesilla. Para acabar de rematar el despropósito, la biblia que mostraba Eguiguren en la foto, la supuesta biblia de Lincoln, lucía código de barras.

Las tres treguas. Trata Ángeles al principio de lo que califica de error, la tregua del 96, una tregua de una semana con que la organización terrorista recibió al PP,. Nada más ganar las elecciones de marzo. Aquel año se llevaron las treguas cortas y las gabardinas largas. Una semana de tregua. He aquí un elemento para reflexionar sobre las trampas del lenguaje. Después se inventaron otros como  el brillante oxímoron “tregua definitiva”, o, en los últimos meses, el cese definitivo de la violencia, donde el significado del término ‘definitivo’ es “depende de cómo os portéis”.

Hay, por ejemplo, una consecuencia práctica evidente. A medida que una tregua se acorta, se parece cada vez más a un ultimátum. El vencimiento del alto el fuego supone una obligación autoimpuesta de señalarlo mediante una acción ofensiva, exactamente de la misma manera que el vencimiento del plazo que los terroristas dieron al Gobierno para negociar sobre el secuestro de Miguel Angel Blanco señalaba con toda precisión el momento de su asesinato.

La segunda que trata la autora, la tregua de Lizarra, fue la más larga de las que ha concedido ETA en su historia. Aquí ya se empezaron a bailar todos los conceptos del diccionario y se acuñó un oxímoron extraordinario: el de ‘tregua definitiva’. La tregua se gestó un año después del asesinato de Miguel Ángel Blanco, en aquel verano del 98 en el que los nacionalistas, socios de Gobierno del PSE por entonces, la negoció con EA y con ETA en una de las mayores infamias de las que tiene memoria la democracia española. Por la forma y por el fondo.

Respecto a la primera, cabe destacar que pactaron con una organización terrorista a espaldas del Gobierno de la Nación.

Angeles cuenta esto con lujo de detalles y con soporte documental. También a espaldas de su socio en el Gobierno vasco, el Partido socialista de Euskadi cuyo secretario general de entonces nos honra en esta mesa con su presencia.

No cabe más alto grado de deslealtad dirá cualquiera. Pues sí cabe, sí, porque está el fondo: negociar con una banda terrorista la exclusión de la vida política vasca  de los dos partidos no nacionalistas, uno de los cuales gobernaba en coalición con ellos. No hay quién dé más.

Entonces empezó a acuñar Eusko Alkartasuna uno de los tópicos más tontos y más falsos de la vida política vasca. La negociación como una pista de aterrizaje para “los que están en ese mundo”. Ya se vio entonces, en el mismo acuerdo, que estos dos partidos firmaron con ETA, que en realidad era una pista de despegue para ellos.

Catorce años después EA ha despegado definitivamente y se ha convertido con mucho empecinamiento en un tonto útil, que era como los comunistas consideraban a quienes acariciaban el lomo en público, llamándoles ‘compañeros de viaje’. Desde la legalización de Sortu, la utilidad es más que dudosa y éste es un espectáculo bien triste. Yo nunca he simpatizado con EA, pero sentí un gran respeto por un partido que era radicalmente nacionalista, pero que dio a gente con las ideas tan claras sobre el terrorismo como aquel alcalde de Hernani en la década de los 90, José Antonio Rekondo, o el diputado general de Guipúzcoa, Imanol Murua, que encabezó la resistencia democrática contra el cambio del trazado de la Autovía de Leizarán.

Hoy su cargo lo ocupa Martín Garitano, con el concurso del partido de Murua, vivir para ver. Nos recuerda Ángeles que en este tiempo, en el verano de 1998, cuando ETA asesinó al concejal Zamarreño, Xabier Arzalluz argumentó que:

“Cuantos más muertos hay, existe más razón para buscar un final dialogado”. El PP no está interesado en acabar con ETA, porque “en Madrid se considera que si ETA abandona las armas, se abrirá paso a la autodeterminación y estará en peligro la unidad sagrada de la patria”.

El corolario lógico de todo esto es que en la hemeroteca de esa época hay varios testimonios del jelkides, Arzalluz, Egibar, que el reproche más duro que dirigen a ETA, su descalificación más rotunda es la de que están abonando la estrategia de Mayor Oreja, entonces ministro del Interior.

Hay ya suficiente literatura para que podamos hacernos una idea precisa de estos hechos, pero este libro que hoy presentamos proporciona algo más: el making of que se dice en términos cinematográficos, la narración de cómo se cocinaron los hechos.

Hace poco recordaba aquí mismo, cuando presentábamos el magnífico libro de Florencio, la sorpresa que producía enterarse de que el vigía enviado por ETA para colocar en Burgos el coche-bomba que finalmente pusieron en la Terminal 4 de Barajas, se perdió, no fue capaz de encontrar el Palacio de Justicia en el que habían pensado colocarlo en primera instancia.

Algo debe de tener Burgos, he pensado para mí, al leer en el de Ángeles que los tres negociadores de Aznar (mi admirado Javier Zarzalejos, Pedro Arriola y Martí Fluxá) decidieron alquilar un coche para acudir a una reunión con los dirigentes de Herri Batasuna en noviembre de 1998, en un pueblecito llamado Ibeas de Juarros, a diez kilómetros de la capital. Lo del alquiler era por la discreción, como comprenderán.

Bueno, pues el encargado de la operación les alquiló un ‘haiga’ de cambio automático y de color guinda. No estaban acostumbrados al cambio automático y fueron traqueteando hasta Ibeas y, según cuenta Ángeles, preguntando a los lugareños.

De esta reunión y de la que mantuvieron con ETA, propiamente dicha, en Suiza seis meses más tarde, mi compa Escrivá lo cuenta todo e incluye las actas, porque, como muy bien anotaba Florencio en su ‘Agonía de ETA’, los terroristas nuestros son unos grafómanos y lo escriben todo. No puede verdad que seamos un pueblo de tradición oral. En esta voluntad de taquígrafos son impresionantes. En las conversaciones que el PNV y HB mantuvieron en 1992, Floren Aoiz iba con bolígrafos de dos colores: uno para transcribir las palabras de los propios y otro para la de sus contertulios.

Angeles cuenta también todo el proceso que se llamó de paz, desde su gestación. Vuelve a repetirse la deslealtad de Lizarra que comentaba hace un momento, pero ahora con los socialistas en el papel felón. Eguiguren mantiene durante cinco años conversaciones con Otegi, en contra del Pacto Antiterrorista firmado por Aznar y Zapatero en diciembre de 2000 y a escondidas del PP. La parte de excluir de la vida política a socialistas y populares que antaño pactaron PNV, EA y ETA, ahora se desagrega como un asunto colateral que va por su propio pie: son los socialistas quienes pactan en el tripartito catalán el Pacto del Tinell-

Volvía a recordar esto y la sorpresa de Aznar de encontrarse con la tregua de Lizarra durante un viaje a Perú y los comentarios despectivos, en plan “que no te enteras, Contreras”, pero no hay tres sin cuatro. El comunicado de ETA del 20 de octubre sorprendió al lehendakari López de viaje y volvieron a reproducirse las mismas acusaciones y las mismas bromas.

El libro tiene muchas más cosas que  no se pueden resumir en un cuarto de hora y termina como es lógico con este momento tan ilusionante, que diría Ibarretxe. ETA está derrotada y por eso hizo el comunicado del cese definitivo de la violencia. Lástima que no sepamos qué quiere decir ‘definitivo’.

Yo quiero agradecerle de todo corazón a Ángeles que lo haya escrito, que sea tan buena periodista, tan buena amiga, y una persona tan decente. Que sea guapa, no, porque eso lo traía de serie, mientras para todo lo demás se ha tenido que esforzar.

También quiero agradecer a Florencio su paciencia, a Nicolás, porque aunque ahora es un hombre de provecho aún no se avergüenza de nosotros y a todos ustedes por su presencia aquí, aunque se lo voy a agradecer más si compran ustedes su libro- y lo leen.

Muchas gracias.

ANGELES ESCRIVÁ:

Buenas tardes. Gracias a todos ustedes por venir. Gracias a la Fundación por hacerse eco de mi trabajo y por respaldarlo de este modo. Sé que se dice mucho, como un mero formulismo, pero no tienen ustedes ni idea de hasta qué punto es un honor enorme para mí que me hayan tenido en cuenta. Por la calidad de las personas que la componen, por su trayectoria, por su compromiso y por la brillantez con la que realizan todo eso.

Hace unas semanas, pude leer en el blog de Santiago la presentación del libro de Florencio, magnífico, como todos los suyos, y leí como bromeaban, con qué precisión utilizaban la ironía y el sarcasmo, cuán divertidos  y al mismo tiempo duramente realistas eran exponiendo un asunto tan peliagudo y la verdad es que me entró vértigo. Cuando Santiago dio por hecho que este libro podría ser presentado en Bilbao, también, en el mismo escenario, le dije que no, que era incapaz de competir con todo eso. De modo que apelo a la benevolencia de todos ustedes porque está claro que la generosidad de Nicolás, Santiago y Florencio, es desorbitada.

Y porque, sin duda yo voy a ser mucho más siesa que ellos. Digamos que, a pesar de que este libro cuenta el modo como los demócratas acabamos con ETA, un relato que, sin duda, tiene un colofón positivo, ni ahora ni cuando lo escribí pude evitar un punto de amargura. No pude desprenderme de esa sensación. De amargura porque, por muy técnico que se quiera ser explicando la historia de la lucha antiterrorista, por muy distante que uno se quiera mantener, y conste que yo creo que esa distancia consigo mantenerla durante todo el libro, de repente, tras cada descripción de cómo se concibió la política de Aznar, de cómo fueron elaboradas las leyes, en la famosa Burbuja del ministerio de Justicia, de cómo eran las reuniones en el parlamento, de cuáles eran mis conversaciones con los protagonistas y donde, de cómo se va gestando la política de rodríguez zapatero…, detrás de todo eso, de repente, había asesinatos, personas muertas, cada una con una historia.

Asesinatos practicados con una estudiada crueldad y con una voluntad totalitaria y opresora que ahora parece que se nos olvida. Bueno, por resumir, en uno de los capítulos en los que me entretengo más realizando ese relato humano, menciono precisamente el libro Los peces de la amargura de Aramburu, que me parece uno de los análisis sociales, psicológicos, humanos e incluso políticos más aparentemente sencillos y más certeros y brutales que se pueden hacer sobre el País Vasco. Pero la amargura también viene dada por el modo como estamos gestionando la paz entre comillas.

La idea de escribir el libro viene de hace unos años. De hecho, aunque el grueso de la historia está redactada en los dos meses posteriores al cese definitivo, escribí el primer capítulo en verano de 2006, creo, 2006 o 2007 porque la intención en ese momento era simplemente contar los entresijos de dos políticas antiterroristas distintas, una dirigida a la derrota de la banda y la otra dirigida a una aspiración de reconciliación. Ya entonces se veía que el planteamiento iba a ser ese. Empecé sin saber ni por asomo cuál iba a ser el lugar al que nos iba a llevar todo eso. El primer capítulo, de hecho, describe, la conversación en la que yo ratifico, confirmo de forma palmaria, que a pesar de los discursos públicos de los políticos en el gobierno, en esos momentos de los políticos socialistas, el planteamiento iba a ser otro. Había sido legalizado el PCTV contra toda lógica y no hacía falta tener mucho olfato periodístico para saber que algo se estaba cociendo. El problema era saber qué se estaba cociendo y cuál iba a ser su alcance. Esa conversación es con Jesús Eguiguren en el hotel Londres de San Sebastián y me resultó muy esclarecedora. Es una especie de conversación bisagra, que me permite colocar en algún momento el punto de inflexión, el momento en el que las sospechas pasan a ser certezas y en el que puedo visualizar de forma objetiva que nos adentramos en una nueva etapa con nuevas reglas. Es ahí donde Eguiguren me explica lo de la tan socorrida ética de la responsabilidad de Max Weber. Efectivamente yo en esos momentos no tengo ni idea de la ética de la responsabilidad ni de la clasificación que había hecho Weber al respecto, pero sí intuyo y así lo escribo que, en la búsqueda del bien superior de que no haya un muerto más, ya no importan los medios sino los fines y el gobierno está dispuesto a cruzar las líneas rojas que él mismo había establecido, no como tácticamente útiles sino, y, además, como éticamente aceptables.

Independientemente de o que a mí me pudiera parecer la nueva estrategia, sí recuerdo que saqué la conclusión en aquella charla de que en la decisión de cambiar había cierto hartazgo de haber enterrado tanto tiempo a tantos amigos y miedo de tener que seguir haciéndolo. En realidad, se estaba convirtiendo a Weber en una especie de coartada intelectual para dar determinados pasos que iban a pulverizar todos los principios establecidos en el periodo anterior y que venían recogidos en el Pacto por las libertades de una forma tan contundente.

Por aquellas fechas, tuve la gran suerte de que me invitaran a exponer en una mesa redonda en San Sebastián el fin de los peemes. Lo hice  ante una sala llena de poli milis que, obviamente, se sabían mucho mejor que yo la historia que les estaba contando y me miraban con una enorme amabilidad pero, inevitablemente, con cierta condescendencia –fue una de las situaciones más embarazosas que recuerdo-. Digo que tuve una gran suerte no por eso sino porque fue allí donde  Joseba Arregi, llenó sobradamente todos mis vacíos intelectuales. Los vacíos intelectuales respecto a Weber, no nos hagamos más ilusiones, y confirmó que efectivamente, Weber decía lo contrario de lo que Eguiguren y el presidente Rodríguez Zapatero, que poco después asumiría como propia esa filosofía públicamente, querían dar a entender. Pero fue ahí, en ese espectacular escenario frente a la playa,  donde quedaron delimitadas las reglas del juego. Y siempre he agradecido a Eguiguren la honestidad con la que las asumía.

Hace poco me contaron que cuando el ex presidente estuvo en el ministerio del interior para explicarle al ministro Fernández Díaz en que punto le dejaba la historia, le reveló que Eguiguren no estaba bien, ni de salud, ni de equilibrio emocional, y no había que hacerle caso.

Le expliqué al ministro a instancias suyas que, desde mi punto de vista, Eguiguren, siempre ha sido el mismo y que, es cierto que negociar con terroristas del modo como lo hizo, le afectó personalmente, pero que cuando lo enviaron sabían cuáles eran sus características y sobre todo sus convicciones. Y las reforzaron con los otros dos interlocutores, que no dejan de ser en algunos momentos pintorescos. Hay un relato sobre la reunión amigable en un caserío en torno a una merluza y un buen vino en el que el fiscal Moscoso deja de una pieza a Eguiguren y al propio Otegi al dar por segura y por posible la anulación de la ley de partidos. Y estamos hablando de 2005, a lo sumo principios de 2006.

De modo que la idea del libro tiene su origen en ese momento en el que me parece que hay que explicar en qué consisten esas dos políticas. Pero queda aplazado por pura pereza, a pesar de que buenos compañeros me animan a desarrollarlo porque piensan, con una gran generosidad, que el modo como yo pueda contarlo puede tener el valor añadido de que yo había tenido acceso directo y casi en tiempo real a los protagonistas de una buena parte de la historia.  Probablemente por ello, el libro no es una descripción lineal de acontecimientos sino que incluye algunas de las conversaciones que mantuve con Eguibar durante el pacto de Lizarra, con Urkullu, mientras se mantenían los encuentros de Loyola, con López Aguilar cuando, cuando a pesar de sus promesas de seguir ilegalizando cambia de opinión para argumentar en un pasillo del Congreso, al lado de la puerta de entrada a la M-30, que él no aprobó la ley de partidos para mantener en la clandestinidad a 200.000 personas, o conversaciones con Imaz apenas pocas semanas antes de que se diera cuenta de que, con sus planteamientos políticos, no tenía más remedio que irse de la presidencia del PNV, y que también sus convicciones personales le iban a impedir tomar determinadas decisiones.  Son conversaciones que han sido actualizadas después. El último encuentro con Aznar, se produce apenas dos días antes de que Rajoy gane las elecciones en las que Amaiur accede al Congreso, por ejemplo. El presidente Rajoy estaba en muy buena disposición pero sus responsables de prensa no encontraron el momento, de modo que sólo puedo dar referencias de conversaciones con él cuando era vicepresidente y ministro del Interior. Por eso no tengo más remedio que reconocer que para mí ahora, su planteamiento político respecto a ETA y la izquierda abertzale, es un misterio insondable. Sí que viene la posición del ministro del Interior al que pillé recién llegado y todavía desubicado.

Pero en realidad, la idea aparcada de escribir este texto, se reviste de entusiasmo, supongo que en contra de sus propias expectativas, gracias a Odón Elorza y a Arnaldo Otegi.  Después de que alguien me contase que Odón Elorza, tras perder la alcaldía de San Sebastián estaba preocupado por el Relato. Ahora mismo lo del relato es un tecnicismo generalizado, pero entonces me llamó la atención lo bien que resumía una parte del problema. Y me pareció todavía más escandaloso, es decir, me pareció más estimulante todavía, que Otegi en los juicios de la Audiencia nacional reivindicase para la izquierda abertzale la consecución de la paz y el arrinconamiento de ETA. Pensé que había que sistematizar esa historia, que quizás no era tan descabellado que yo contara lo que había visto.

Llevaba muchos años escuchando historias de infiltrados, detalles que no habían salido a la luz, maniobras políticas que no había podido contar en el periódico porque mis fuentes no habían querido que lo hiciese. Muchas de ellas, muchas de esas historias, sigo sin poder contarlas, aunque estoy segura de que Florencio se me va a adelantar y lo va a hacer con mucha más solvencia y conocimiento de causa que yo.

Así pues, el libro empieza en 1996, aunque es inevitable que se remonte a un par de años antes para que quede constancia de cuál es la estrategia que el gobierno de Aznar ha de desmontar: la de las vías de negociación abiertas, varias, la de las tomas de temperatura, la de los atentados casi semanales, un par de secuestros en marcha, la de una política de reinserción desatada, la de un planteamiento policial muchas veces inoperante porque los agentes ni siquiera tenían archivos sistematizados, en definitiva, una estrategia en la que todo estaba centrado en los comandos y sólo en los comandos, y en la necesidad de estar pendiente de las exigencias de ETA. Era el tiempo en el que vivíamos en el doloroso país del empate infinito.

El libro habla de los errores de los populares al llegar al poder, de sus cesiones, de sus contradicciones en los dos primeros años –Mayor oreja lo reconoce en el libro-, pero también de cómo, después, se va construyendo un concepto global de lucha antiterrorista que en principio sólo había tenido una formulación embrionaria en un documento escrito en 1995 por el que después sería ministro del interior. Y eso, lo de construir un concepto integral no es sólo una cuestión técnica sino social, emocional, de cambio de valores y ese es un trabajo descomunal.

Recuerden que estaba bien visto soltar etarras mientras nos cazaban como pajaritos, porque el valor prioritario era la reinserción y otra cosa era quedar como un ultramontano. Hasta los populares te miraban mal al principio cuando se hablaba del cumplimiento íntegro de condenas que ellos habían incluido en la campaña del 93 y del 96. Y no hablemos de llevar a la Mesa Nacional ante el Supremo o redactar una ley de partidos. Y conste que yo también pensaba así. Mi evolución no tiene nada que ver con la conversión que confiesa Santiago González desde el comunismo, ni con su espectacular caída del caballo con Althuser o con Marta Harneker (que eso sí que tuvo que hacer daño), pero hizo falta una graduación de gafas porque la cultura de la violencia es muy atractiva desde la barrera y las víctimas parecían gente muy molesta y muy facha. Yo soy un producto de la transición durante mucho tiempo no me planteé que hubiera otra opción respecto a los reclusos etarras o la negociación que no fuera la conocida hasta ese momento.  Es una evolución social que se va produciendo penosamente y los elementos interno y externos  que contribuyen a ella no son siempre previsibles.

Recuerdo una conversación de un secretario de Estado con un ministro del interior noruego en la que el primero, Astarloa, intentaba convencer al segundo de que la ilegalización de Batasuna era necesaria y después de varias horas el noruego concluyó: pero ustedes quieren hacerle a Otegi lo mismo que Sudáfrica a Nelson Mandela. El 11 S, el atentado de las torres gemelas deshizo las dudas que pudiera tener Europa al respecto porque el terrorismo pareció ser ya un problema de todos. Ha sido un camino penoso, de un estado construido a medias y no sólo técnicamente, que tuvo que ir encontrando las armas para ir combatiendo una amenaza interna, y sobre el que pesaba una característica: los complejos post franquistas hacían que quisiéramos ser más garantes que nadie . Todavía hoy hay mucha gente que muestra su sorpresa cuando se le informa de que en Francia se aplica la cadena perpetua y nadie pone en duda el carácter democrático de ese país.

El problema hemos sido nosotros durante mucho tiempo. Tuvieron que pasar dramas como el de Ortega Lara, a quien agradezco infinitamente que escribiese un relato para el libro de cómo recordaba su estancia en el zulo, con sus oraciones a Maria Auxiliadora y sus remordimientos por haber querido acabar con su vida para morir con dignidad y no como querían sus captores; una historia que me sirvió como hilo conductor para explicar la política penitenciaria desde 1977, del mismo modo que la historia del legado documental de un policía muerto, me ayudó a contar como se  había articulado el frente operativo…. Como decía tuvieron que producirse circunstancias como las de Ortega Lara, Miguel angel blanco, o el asesinato de la niña Silvia en santa pola,  para que despertásemos, para que tomásemos decisiones que después nos parecieron las más lógicas.

Cuando acabé el libro, no tenía título. Y lo había rematado de cualquier modo. La verdad es que el modo de acabarlo me quitaba el sueño literalmente. Tenía que escribir mis conclusiones en el último capítulo y recuerdo que ese capítulo me costó casi tanto tiempo como el resto del libro entero. Una noche, bien entrada la madrugada, puse la tele y me tropecé con la emisión de la película de Jean Renoir, Esta tierra es mía, filmada en 1943, ni más ni menos. Ya saben, es una historia que cuenta cómo durante la ocupación nazi, los franceses bajo el régimen de Vichy se llegan a sentir cómodos con los tiranos que les permiten tener cierto nivel de bienestar si no molestan, de modo que se revuelven contra la resistencia porque cada vez que la resistencia se muestra, los nazis fusilan a unos cuantos ciudadanos. La población, en definitiva, deja de cuestionar a los nazis para volverse contra las víctimas. Me recordó mucho a lo que había ocurrido en el País Vasco durante tantos años. A esa manida pero terrible frase del algo habrán hecho.

Después de la película hubo una tertulia, y uno de los tertulianos recordó la frase de Bertold Brech a propósito de la guerra y como demostración de su militancia tan controvertida en el pacifismo: Desgraciado el país que necesita héroes, escuché, y me pareció perfecta. Probablemente más perfecta si le incluíamos una maldición. Era un título, largo, pero perfecto. Maldito el país que necesita héroes. Que no rehuía la comparación con el totalitarismo, que tenía el grado de resignación, es decir, de constatación de hechos necesaria y tan propia de Brech, que no rehuía sino que provocaba la discusión sobre la carga ética con la que debemos enfrentarnos a este problema y también a la solución de este problema.

De hecho, me hizo recordar un párrafo que había leído hace mil años. Decía así: una visión del mundo nunca transige, demanda una completa y absoluta aceptación excluyendo toda otra visión, es intolerante como una religión y combate a sus opositores por todos los medios disponibles. No discute ni concede validez a una opinión contraria, sino que es completamente dogmatica y fanática. Por eso aporta el fundamento espiritual sin el cual los seres humanos no pueden ser tan despiadados e inescrupulosos como deben serlo para ganar la batalla de la vida.

Podía ser una definición de ETA pero lo es de un experto filósofo sobre el Mein Kampf, al referirse a uno de los principales presupuestos del nazismo

Dicho esto, he de reconocer que este libro tiene un defecto voluntario, o mejor un planteamiento que aspira a cierta asepsia opinativa. Hay gente que puede pensar que no soy lo suficientemente contundente a la hora de expresar mis fobias o denunciar determinados comportamientos inasumibles, y no sólo de los etarras. Tengo una explicación. Estos días releía por motivos de la crisis económica, aunque parezca mentira, y por obligación laboral, a un  historiador que se llama George Sabine que dice sobre Stuart Mill: la mentalidad de Mil se caracterizaba por una alta calidad de candor y honestidad intelectual que le producía una ansiedad casi nerviosa por hacer justicia a una filosofía opuesta a la suya. Pues bueno, sin comparaciones posibles, asumo lo del candor y lo de la ansiedad por hacer justicia a una filosofía opuesta a la mía. Y por eso, a pesar de mi vehemencia expositiva, aquí, en el periódico y sobre todo cuando salgo de él, en el libro no realizo juicios de valor sino afirmaciones demostradas con documentos, conversaciones y datos.

Sólo al final, escribí en aquel capítulo que tanto me costó escribir, abiertamente lo que yo pienso y tampoco lo hago de un modo rabioso. Aunque a mí, personalmente, me den rabia muchas de las cosas que están ocurriendo. Y esa contención la tuve y la tengo porque creo que sería deshonesto llenar de adjetivos e improperios una realidad que ya de por sí se define, sólo por un desahogo personal; porque es posible que me equivoque, que no tenga todos los datos y si mis opiniones fueran erróneas habría invalidado con ellas un relato de una historia evidente; porque es muy difícil contrarrestar a quien te dice, como a mí me han dicho muchos responsables políticos asumiendo un chantaje implanteable en otras épocas: ¿qué prefieres, esta situación o un muerto más?;  pero, sobre todo, porque no tengo la menor intención de que darles una victoria a quienes han salido derrotados. Han perdido y no puede parecer que han ganado.

Han perdido porque en contra de todos sus pronósticos y sus cálculos (consúltese el resumen del capítulo 3), se quedaron absolutamente esquilmados operativamente y desesperados políticamente. Porque no han conseguido sus objetivos ni por  finalidad ni por procedimiento.

Sin embargo, todas esas razones no pueden ser una excusa para no criticar los errores que se han cometido y que se están cometiendo ahora. Del mismo modo que hay que denunciar que sí, que los documentos demuestran que el PNV pactó con ETA en Lizarra apartar a populares y socialistas de sus pactos con la izquierda abertzale en el futuro; y que sí, los socialistas pusieron Navarra encima de la mesa de unos terroristas con su idea de crear un órgano común compartido con capacidad ejecutiva y legislativa para el País Vasco y Navarra y que mandaron a negociar a gente que se sentía cautiva psicológicamente de los terroristas;  de ese mismo modo hay que registrar y denunciar que se han tomado decisiones tan arriesgadas que han invalidado una parte de esa arquitectura que tanto ha costado construir. Sin necesidad. En cierta medida y en algunos aspectos, el Estado se lo ha jugado todo a una carta.

En 2008, populares y socialistas, después de que el presidente Zapatero condenase el pacto por las libertades, como había buscado ETA, firmaron un acuerdo que no tuvo excesiva repercusión pública. El texto era muy de flores y plantas: hay que ayudar a los policías en su labor, la cooperación internacional es fundamental… etc etc. Una de las cláusulas decía que es el Gobierno el que tiene la iniciativa y la responsabilidad en la lucha antiterrorista. Lógico.

Lo que ocurre es que, a partir de ese momento, los populares pasaron de vociferar con cierta demagogia: queremos que hagan públicas las actas de la negociación con ETA, a una posición mucho más tibia. Con motivo de la puesta en marcha de la vía Nanclares le pregunté a una de las personas que hoy es uno de los más altos cargos del Gobierno, el por qué de esa actitud y me respondió que el PP, al final de ETA, no podía hacer una oposición por la que pareciera que le molestaba que ese fin se produjese y se produjese durante el Gobierno socialista. De modo que los populares han heredado una estrategia que contribuyeron a desarrollar. Aunque el gobierno  sostenga que no tiene compromisos pendientes con la banda, como decía Rajoy, que no les debe nada, han de administrar una situación en la que la izquierda abertzale está en las instituciones y tiene capacidad de dirigirlas.

Y eso es así cuando quedaba todavía que cumplieran los requisitos que nos habíamos marcado para acceder a las instituciones (que condenaran a ETA y abjurasen de los atentados que habían contribuido a perpetrar): les hemos facilitado en esas condiciones la representación democrática, lo más preciado de una democracia, como si pudiéramos disponer de ello graciosamente. Quedaba por cumplir otra de las promesas pendientes: la deslegitimación de la violencia. Quedaba conseguir que quedara claro que no hay equiparación posible ni táctica ni instrumental entre unas víctimas y otras y que hay vencedores y vencidos.

El ministro Rubalcaba pactó ese regreso a las instituciones a cambio del cese definitivo y el desarrollo de un plan de salida escalonada de presos y eso es lo que está habiendo, con la ayuda del Tribunal de Estrasburgo que antes fue testigo de cómo una de sus sentencias más potentes, la dictada contra Batasuna, perdía efectividad a manos de un  Tribunal Constitucional politizado. Sin que el Gobierno parezca tener una estrategia clara al respecto, o quiera reconocerla, urgido por  la situación económica.

En el libro todo esto se cuenta porque dio tiempo a contarlo antes del cierre. Se apunta que el partido ahora se juega en otro ámbito y que en ese ámbito, PNV, PSE y Gobierno tienen que actuar con inteligencia. Ya no cabe preguntarse, excepto para hacer justicia histórica, qué hubiera pasado si los nacionalistas hubiesen tenido otra actitud y no se hubiesen opuesto a todas las medidas que han demostrado su eficacia contra ETA o si los socialistas no hubiesen tenido prisa en 2005 y no hubiesen iniciado una negociación errónea.

Un dirigente de la izquierda abertzale me reconocía dos cosas poco antes de entregar las correcciones: una: que ETA era un instrumento para conseguir sus fines al que han apartado cuando ha sido contraproducente. Dos:  que antes o después, como hacen siempre, decía, PNV y PSE, por motivos partidistas o de estado, les tenderán la mano y les harán caso. Lo de ETA como instrumento desechado puede se un modo de intentar soslayar la escenificación de la derrota. Sobre lo demás, hablaremos.

Estos días estamos asistiendo a aniversarios tristísimos que lamentablemente se han entrecruzado con noticias desalentadoras: la sentencia sobre la Ley Parot, o que la audiencia nacional considere desproporcionado que un terrorista pueda vivir en la ciudad de su víctima … simplemente, esto no tenía que estar pasando y además, lo más importante es que podía haberse evitado. El planteamiento podía haber sido distinto si no se hubiese antepuesto al Concordia futura a la deslegitimación clara y previa del terrorismo.

Ayer comentando este asunto con Santiago, me sorprendí pronunciando una de esas frases mías grandilocuentes que resuenan como una calabza vacía: es que el Estado es ético o no es, le dije. De repente me dio la impresión de que era uno de esos personajes de su libro, no voy a precisar cual, que prefiere leer Heidi que el Leviatán. Mucho más realista estuvo Eguiguren cuando, lleno de sabiduría no exenta de cinismo político dijo eso de quien piense que del bien se desprende el bien y del mal el mal, es un niño políticamente hablando.

Por acabar haciendo de nuevo referencia al título del libro. Al final, en la película de Renoir, el Profesor Lory, define perfectamente la naturaleza humana: “la lucha es dura, dice en su alegato final, no solo hay que luchar contra el hambre y contra la tiranía, hemos de luchar primero contra nosotros mismos. Si los tiranos ganan es porque estamos corrompidos”. Y porque nos falta la memoria, diría yo. Espero que lo lean, y espero que les guste.

Santiago González, santiagonzalez.wordpress.com, 17/7/12