JUAN CARLOS VILORIA-EL CORREO
Una moción de censura perdida por Sánchez y un Gobierno de técnicos
Inesperadamente diputados socialistas, en línea con barones críticos desbordados por la opinión pública, se fueron subiendo al barco de la alternativa. Del grupo nacionalista vasco se descolgó la mitad de sus parlamentarios para apoyar la moción contra Sánchez con la jesuítica cautela de poner una vela a Dios y otra al diablo. En sus intervenciones, tanto centristas como derechistas y liberales se empeñaron en desactivar todo el lastre ideológico de la iniciativa política convirtiéndola en un manifiesto técnico y moral; transversal y constructivo para sumar adhesiones. El objetivo se fijó en poner el contador a cero y ofrecer a la nación un balón de oxígeno; una alternativa a un equipo de coalición que liderado por Sánchez e Iglesias había elevado casi al 70% el porcentaje de quienes calificaban de desastrosa su gestión. Con el apoyo de la mayoría, el señor X anunciaba el 15 de octubre la inminente formación de un Gobierno de técnicos y profesionales independientes y una comisión de expertos para sacar a España del hoyo global sanitario y económico.
El compromiso del nuevo presidente se estipuló exclusivamente para dirigir la nación durante el tiempo que durase la pandemia hasta alcanzar unos niveles de normalidad higiénico-sanitaria aceptables. En ese momento se convocarían elecciones generales. Durante ese período un equipo de técnicos fiscales y de Hacienda diseñaría las lineas maestras del reparto de los fondos provenientes de Bruselas. El portavoz Fernando Simón fue relevado de sus tareas. Un tuit de Pablo Iglesias habla de «golpe al Estado» y señala a Sánchez como responsable de abrir la puerta a la extrema derecha.
El género literario de la ucronía está de moda. Y en las series de Netflix no digamos. Ésta es también una especulación sobre realidades ficticias en las cuales los hechos se desarrollan de una forma diferente a la previsible realidad.