EL CONFIDENCIAL 15/06/13
ENTREVISTA CÉSAR MOLINAS
Un artículo del doctor en economía y exdirectivo de Merrill Lynch César Molinas (Barcelona, 1950) en el que señalaba cómo la clase política capturaba las rentas de un país y las utilizaba para intereses particulares, sacudió el mundo político y financiero español a finales del pasado año. Aquel texto no era más que un pequeño adelanto de Qué hacer con España (Ed. Destino), un repaso por los cambios que ha vivido el mundo, por los males españoles y por las soluciones que podemos aplicar. Molinas, que apuesta por un Plan Marshall en investigación, desarrollo, innovación y emprendimiento como mejor bálsamo para los problemas nacionales, contó a El Confidencial si hay vida después de las élites extractivas y qué podemos hacer para remediar los daños que nos causaron.
– El gran problema de los próximos años va a ser la clase media. Gran parte de las reformas y de los recortes tienen que ver con el gasto estatal en pensiones, sanidad, educación o servicios sociales que permitían tener capas medias potentes. ¿Qué podemos hacer?
Es una situación muy difícil porque vamos hacia un mundo muy volátil, también en términos de ocupación. Yo he sido catedrático de instituto, profesor de economía en la universidad, funcionario de Hacienda, banquero de inversión y ahora inversor en biotecnología… Y esto va a ser así de ahora en adelante. Lo que quiere decir que hay que andar con mucho cuidado a la hora de descalificar el Estado de bienestar, porque cuando das muchos saltos necesitas que haya muchas redes porque, si no, te vas a caer. Hay que repensarlo, pero no suprimirlo. Hay que preparar a los ciudadanos para que puedan adaptarse a esta situación, porque necesitan una educación mucho mejor, necesitan saber inglés, y necesitan tener otra perspectiva. Creo que en el futuro que nos espera quien no tenga un mínimo de emprendimiento o de creatividad va a estar muy proletarizado.
– ¿Y qué solución podemos aplicar? Porque si algún sector muestra serias resistencias al cambio es esa clase media que va a desaparecer.
Pues debemos preparar a nuestros hijos, porque a nosotros ya nos va a costar mucho; pero nuestros hijos tienen que vivir en ese nuevo mundo. Me decía Manolo Conte que esto de las élites extractivas está muy bien, pero que en España también tenemos un problema de mayorías extractivas, de aquellos que tienen derechos que utilizan de forma extractiva. Me vino de ejemplo a la cabeza un pueblo, el de Marinaleda, que tiene un modo de vida muy peculiar. Hay una cooperativa agrícola que contrata a los vecinos durante 20 días y al vigésimo primero los despide, con lo cual han generado derecho a prestación por desempleo por seis meses. Pasado ese tiempo, los vuelve a contratar veinte días, y así. Trabajando 40 días al año cobran 360. Eso es legal.
«España saldrá de esta crisis de la manera tradicional, exportando, no hay otra»
– ¿Pero de qué vive Marinaleda? Del contribuyente.
Y hay muchos Marinaledas y muchas maneras de hacer las cosas. Las empresas que pasan de 50 empleados pierden bonificaciones de la seguridad social, con lo cual hay muchas de 50 trabajadores y, si necesitan más, pues van por otra vía.Siempre digo que nuestro principal problema es la monarquía, pero no la de los Borbones, sino la de los Reyes Magos. Creemos que existen unos Reyes Magos que pagan las facturas. Haces una ley de dependencia aprobada por unanimidad que no va acompañada de una memoria económica. ¿Y quién va a pagar eso? Los Reyes Magos. Hay un gran problema cultural que tenemos que cambiar. Se hizo un cambio cultural en la Transición y ahora nos vuelve a tocar. Y si no lo hacemos, tendremos que cerrar el quiosco.
– Estamos en un tablero de juego global bastante hostil, con tensiones completamente distintas a las de la Guerra Fría. Ahora los choques son otros, y tienen que ver con lo económico, con las materias primas y con la innovación.
La guerra no va a desaparecer, pero la naturaleza de la guerra ha cambiado: va a ser una guerra muy privatizada, la época de los grandes ejércitos nacionales desaparece, pero la lucha por la hegemonía no va a dirimirse por medios militares. Se va a dirimir, entre otras cosas, por las materias primas. Ahora EEUU ha descubierto que es autosuficiente en energía con el gas de esquisto. Eso no lo van a poner en el mercado global, se lo quedarán, tendrán energía más barata que otros y podrán competir así. Pero lo que va a dirimir de verdad quién manda es el capital humano. Serán la creatividad y la innovación. Y hay una cosa muy clara: nos esperan décadas de dominio de EEUU. Lo de China es un cuento. Tiene mucho mérito sacar a dos mil millones de tíos de la pobreza pero…
– ¿Su peso global es limitado? ¿Si las empresas occidentales deciden que dejan de producir allí, se acabó China?
Claro. Aquí el que tiene la sartén por el mango es EEUU, el modelo de sociedad de EEUU. Como suele decir ese excelente economista que es Rafael Doménech, el modelo nórdico, el de Finlandia y Suecia, no es generalizable, porque necesita de EEUU. El mundo necesita una caldera que vaya produciendo innovación y nuevas idas, y eso lo hacen los americanos y no los nórdicos.
«Hay muchos millones de personas que no son empleables»
– Y, en ese contexto, ¿qué debemos hacer? Porque para que la innovación surja hemos de tener contextos que las favorezcan. ¿Debemos transformar España para convertirla en un territorio favorable a la innovación?
Hay que intervenir a lo bestia, porque no se puede hacer de otra manera. España saldrá de esta crisis de la manera tradicional, exportando, no hay otra. Ya no podemos salir devaluando, porque ya no tenemos la peseta, y ya estamos haciendo la devaluación interna de la manera más dolorosa posible. Cuando Rajoy va a ver a Merkel y le pide que estimule la demanda interna y que suba el sueldo a los funcionarios, porque si no hay consumo no salimos de la crisis, Merkel pone cara de póquer y no le escucha. Para conseguir algo necesitas ofrecer algo. Y si nosotros ofertamos un Plan Marshall sí podemos pedir que nos saquen del hoyo. No podemos hacer una devaluación interna cada 15 años, porque es social y políticamente imposible repetirla. Lo que necesita España es acercar su productividad a la de los países del norte, que tienen mejor capital humano. Eso tiene que converger en algún momento, porque si no Europa reventará. Si hacemos ese tipo de plan, de manera que norte y sur tiendan a igualarse en ese aspecto, el euro sí que estará aquí para quedarse.
– Se suelen poner encima de la mesa dos recetas para salir de la crisis. Una insiste en la necesidad de aprovechar las fortalezas de España a fuerza de abaratar costes y ser así más competitivos. La otra señala a la innovación y a la creatividad como principal fuente de futuro. Parece que la primera postura está ganando la batalla…
Porque la segunda postura no está tan articulada y porque las principales empresas españolas están por la primera opción, aunque también haya compañías punteras en innovación. El problema de fondo es qué haces con aquellos que no saben hacer nada o con los que no saben hacer lo suficiente, que son mayoría. Tienes que tener un programa para ir reduciendo esa bolsa de gente. Hay muchos millones de personas que no son empleables. Los contratas y les pagas el salario mínimo, e incluso puedes bajar este, como dice el gobernador del Banco de España. Pues vale, pero ni pagando menos… Esos millones de personas ¿qué saben hacer? ¿Servir copas? Pues a lo mejor tienes que reciclarlos para el cuidado de los dependientes… Pues hagamos una apuesta clara de convertir el Levante y el sur de España en la Florida de Europa y que vengan todos los vejetes de Europa. Es evidente que no todo el mundo va a ser ni emprendedor ni creativo, y por eso tienes que fomentar empleos competitivos.
– Uno de los resortes que identifica como opuestos al progreso es la clase política en sí misma, que sirve mucho más para poner piedras en el camino que para potenciar los cambios.
¿Sabes cuántas instituciones públicas hay en España? Me acaban de decir que hay más de 21.000 empresas y fundaciones que estarían sujetas a la ley de transparencia. Eso es la clase política porque esas instituciones están formadas, sobre todo, por gente nombrada a dedo.
«Barcelona está llevando muy mal su proceso de independentismo«
– Cuando se publicó el artículo sobre Las élites extractivas, hubo una respuesta desde el sector político, que decía que “los banqueros y financieros nos han metido en este lío, hemos tenido que salir a rescatarlos y encima nos critican”. Al final, parece haber una desconfianza recíproca, ya que desde el sector económico se ve a los políticos como gestores incapaces y el desde la política se cree que los banqueros sólo piensan en sus interesés.
Yo no exageraría la desconfianza entre sectores regulados, incluyendo la banca y los reguladores… Pero mezclar todo eso lleva a la parálisis. Sí es verdad que cuando hay un desastre como el español todo el mundo tiene un grado de culpa. Pero hay que distinguir entre culpa y responsabilidad. Cuando eres un político que está al frente de un país o de una ciudad, la responsabilidad es tuya. La responsabilidad de un banquero es maximizar los beneficios de sus accionistas. El problema lo tenemos con el sistema de remuneración, ya que tratan de maximizar el valor en bolsa porque así cobran bonus. Piensan, «hago esto, me jubilo y el que venga detrás, que se preocupe». Este es un sistema difícil de cambiar mientras que EEUU no dé un paso adelante. Si no cambian ellos, los demás perdemos pie. Porque puedes implantar una tasa a las transacciones financieras, que si los americanos no la implantan no va a funcionar. Hay un problema de gobernanza muy grande y la crisis no ha hecho más que empeorarlo. A lo mejor teníamos bancos demasiado grandes para dejarlos quebrar, pero han salido de esta aún más grandes. Debiéramos haber vuelto a la ley Glass-Steagall, que separaba la banca comercial de la de inversión y que ponía límites geográficos a la expansión, y sin embargo hemos ido en sentido contrario. En España teníamos 45 cajas y no hemos dejado quebrar ni a las pequeñas. Ahora no tenemos cajas, pero sí tres o cuatro bancos a los que hemos hecho mayores. Dicho esto, es cierto que todos somos culpables, pero cada uno tiene sus responsabilidades. No todos gobernamos un país.
– Una de las tesis que sostiene en el libro es que si Felipe II hubiera elegido como capital de España a Sevilla, Lisboa o Barcelona, nos habría ido mucho mejor. Señalas cómo la ciudad se convirtió en una corte situada en un lugar poco accesible donde sólo iban aquellos que pretendían medrar acercándose a los monarcas. Mientras Sevilla y Barcelona prestaban más atención a las nuevas ideas, Madrid se convertía en un lugar demasiado cerrado. Esa idea ha permanecido en las últimas décadas, cuando se decía que Barcelona era mucho más avanzada. ¿Tiene hoy alguna realidad esa creencia?
Eso fue más o menos verdad hasta el año 92. Después Madrid cambió y también lo hizo Barcelona. El proceso de construcción nacional catalán empezó cuando se puso en marcha la Generalitat, lo que hizo perder fuelle a la sociedad civil. La energía de Cataluña se pierde en construir una especie de estado. Por otra parte, Madrid se beneficia de la globalización de las telecomunicaciones, y ya no es ese risco perdido en medio de un páramo. Tiene aeropuertos, AVE, y buenas conexiones, y las ideas circulan tanto o más que en Barcelona. Madrid no destaca por nada, pero es una ciudad de aluvión en la que todo el mundo se encuentra cómodo rápidamente. Por el contrario, Barcelona está llevando muy mal ese proceso de independentismo y está fomentando energía destructiva en lugar de constructiva.