Luis Ventoso-ABC
- Sánchez se ha columpiado convirtiéndose en su cabeza de cartel en Madrid
El uso de latinajos por parte de quienes no somos duchos con el latín conlleva riesgos. Caneda, arrojado presidente del Compostela en su milagrosa etapa en Primera, era célebre por sus descacharrantes destrozos con las citas. Si el Compos sufría, en lugar de decir que estaba ‘entre la espada y la pared’, Caneda soltaba que «el equipo está entre la espalda y la pared». La expresión latina ‘peccata minuta’ la convertía en «esto es patata minuta». Sus pisotones léxicos debían resultar contagiosos. Un día iba yo en un taxi por Santiago cuando en la radio comentaron que Caneda se había desvanecido tras el partido. Como no se escuchaba bien, pregunté al taxista qué había ocurrido. «Le dio una popotimia», me respondió impertérrito el chófer, inventando así un nuevo término para ‘lipotimia’.
A pesar de esos precedentes, me voy a atrever con el latín para comentar que Gabilondo incurrió ayer en aquello de ‘excusatio non petita, accusatio manifesta’. Lo hizo con la siguiente frase: «Pedro Sánchez es Pedro Sánchez y yo soy Ángel Gabilondo, y a las elecciones me presento yo». Tan torpe aclaración supone un explícito reconocimiento de que quien se presenta en realidad a los comicios de Madrid es Sánchez, que está ejerciendo de cabeza de cartel del PSOE (Mi Persona lleva ya tres homilías electorales consecutivas, con Gabilondo de mero telonero). El 4-M va a convertirse en un plebiscito sobre el sanchismo, cebado en parte por el propio Sánchez.
Pasadas las elecciones catalanas no se preveían otros comicios hasta 2023, año del final de la legislatura. Así que Sánchez disfrutaba de un cómodo paréntesis. Antes de que los votantes pudiesen volver a opinar, le daría tiempo a completar la vacunación, superar la epidemia y empezar a regar voluntades con los fondos europeos. Pero el patinazo de su maniobra con Ciudadanos para hacerse con el poder autonómico del PP, que ha resultado una auténtica O.G.C. (Operación Gran Cagada), ha tenido el efecto secundario de unas elecciones anticipadas en Madrid, que permiten que el público pueda expresar ya su nivel de satisfacción con el sanchismo. Y todas las encuestas indican que el respetable utilizará el 4-M para explicitar que está frito de gobernantes amateurs, palanganeos con los separatistas, amenazas impositivas, alianzas con los tardoadolescentes sectarios de Podemos, tics satrapillas y propaganda atosigante.
Lo conveniente para Sánchez habría sido desmarcarse de Gabilondo, dejar que se cociese en su propia salsa, y seguir a lo suyo (que es levitar en La Moncloa en una nube de propaganda y como si fuese una suerte de jefe del Estado 2). Pero la principal característica de la personalidad de Sánchez, junto a su propensión a emborronar la verdad, es el narcisismo. Así que se ha creído que saltando a la cancha madrileña podría salvar a la marca PSOE de su inane candidato y doblarle la mano a Ayuso.
En efecto: el 4-M va a ser un ‘¿Sánchez sí o Sánchez no?’. Si sale ‘no’ comenzará su declive. Sus ostensibles nervios y marrullerías indican que es posible.