Roger Senserrich-El País
La izquierda se queda atrás porque hoy no es capaz de representar a nadie de forma coherente
La fragmentación del sistema de partidos español mejora la calidad de nuestra democracia. Tener dos partidos de izquierdas y dos partidos de derechas permite a los votantes no sólo poder echar a los incompetentes del Gobierno cuando las cosas van mal, sino además poder hacerlo escogiendo a un partido con el que comparten ideología como alternativa.
Los políticos acostumbran a ver las cosas de otra manera. Los partidos quieren ganar elecciones, y para sumar mayorías esto de tener que pelearse por “sus” votantes de “su” espacio ideológico con un partido rival les parece algo casi injusto. Los partidos al otro lado del espectro ideológico son nuestros adversarios; el enemigo es el partido que dice compartir nuestros ideales.
En estas páginas Íñigo Errejón hablaba sobre cómo las fuerzas progresistas debían asumir la necesidad de cooperar; los ataques incesantes entre Podemos y PSOE no hacen más que debilitar el bloque de izquierdas. Los partidos deben competir en las urnas, pero cooperar en las instituciones, siguiendo el modelo de competencia virtuosa de la derecha. El problema va más allá de que Sánchez e Iglesias no quieran votar juntos en el Congreso. Errejón habla sobre cómo la izquierda debe reequilibrar la balanza a favor de los que más sufrieron durante la crisis. La tragedia de los partidos progresistas es que no parecen ser del todo conscientes sobre quién están hablando.
La izquierda lleva años insistiendo en consignas vacías: “presupuestos de la vergüenza”, “neoliberalismo”, “casta” y demás
Los tres grandes perdedores de la crisis económica en España han sido jóvenes, familias de rentas muy bajas y niños. Los jóvenes porque son los que se toparon con un 25% de paro justo cuando empezaban a trabajar y han visto cómo la brutal dualidad de nuestro mercado laboral les ha relegado a empleos inestables y sin opciones de prosperar a largo plazo. Las familias de rentas más baja eran los que incluso antes de la gran recesión vivían ya en esa frontera del precariado. La combinación de desempleo masivo y un Estado de bienestar desesperadamente ineficaz para cubrir a aquellos que no han tenido contratos laborales fijos les han condenado. Los niños han sufrido el impacto derivado del desastre laboral.
¿De quién hablan Podemos y socialistas estos días? De cualquiera, menos de estos tres grupos. A pesar de que el riesgo de pobreza entre mayores de 65 años disminuyó de forma sostenida incluso en los peores años de la crisis, los partidos de la izquierda española se han dedicado a regar de promesas al grupo social que resulta disfrutar de la parte más funcional del Estado de bienestar español. Al hablar de mercado laboral, la obsesión de ambos partidos consiste en preservar un sistema que favorece a las clases medias, en vez de abordar reformas que busquen abolir la dualidad del sistema que tanto perjudica a los jóvenes. Cuando hablan de mujeres y feminismo se meten en inacabables veredas culturales, sin concentrarse en el impacto que este mismo mercado laboral y el torpe Estado de bienestar español tiene en sus vidas.
Esta inatención también se extiende a temas identitarios. Los partidos progresistas reaccionaron con sorpresa cuando los barrios obreros del cinturón industrial de Barcelona votaron a Ciudadanos. En las últimas elecciones estos votantes se sintieron amenazados por un bloque independentista que les estaba excluyendo del sistema político desde las instituciones. PSC y Comunes parecían sentirse avergonzados de que les votaran, y nunca dijeron explícitamente que querían representarles. Ciudadanos, por el contrario, hablaron directamente y sin rubor sobre cómo iban a responder a esos temores e iban a representarles.
La izquierda lleva años insistiendo en consignas vacías: “Presupuestos de la vergüenza”, “neoliberalismo”, “casta” y demás. Los partidos progresistas están alejados de políticas públicas concretas comprensibles para un votante obrero golpeado por la crisis o uno de clase media preocupado por el futuro de sus hijos. Y no hablan de ellas porque no parecen estar seguros sobre a quién quieren representar o defender.
Ciudadanos y populares compiten entre ellos, y pactan de vez en cuando. Lo que hace distinta su competencia a la que vemos entre los partidos progresistas es que ambos partidos están intentando competir por votantes, no por tener el mejor lema electoral. Ambos partidos saben dónde está su electorado (clases medias, jubilados, ciudades pequeñas). La izquierda en España se está quedando atrás porque están más preocupados de intentar salir en la foto en la manifestación de esta semana que de representar a nadie de forma coherente.
Roger Senserrich es politólogo y miembro de Politikon.