TRIBUNA ABIERTA «El embajador Morenés actuó de libro. Y esto no sé si no lo ha entendido Sánchez, y si lo ha entendido ha preferido hacer el avestruz para que no se le encrespen los separatistas catalanes cuyos votos necesita»
FIDEL Castro llevaba un año en el poder cuando una noche en la televisión cubana (noviembre, 1960) lanzó una soflama contra España. Soltó que nuestra Embajada y varios sacerdotes españoles conspiraban contra su régimen. El embajador español, el vasco Lojendio, veía el programa en su residencia y no daba crédito. Indignado salió corriendo hacia el estudio de televisión y, bien porque el tráfico en La Habana era escaso o porque las peroratas de Castro eran muy largas –el cantante Antonio Molina confesó que una vez, sin poder marcharse, se orinó en los pantalones oyendo a Fidel predicar durante horas– nuestro representante tuvo tiempo de irrumpir en el estudio e increpar al político cubano repitiendo que estaba soltando una sarta de mentiras. La imagen dio la vuelta al mundo. Fue declarado persona nongrata y abandonó el país en 24 horas.
Aunque tardamos quince años en enviar un embajador, Franco nunca quiso romper relaciones con Cuba, siguió comerciando y mantuvo la línea de Iberia con La Habana, prácticamente la única occidental, resistiendo las «presiones imperialistas yanquis» como declararía «ostentóreamente» un agradecido Fidel cuando Suárez lo visitó en 1978. El general, sin embargo, no pareció entusiasmado con el arranque de Lojendio que sería recibido aquí en loor de multitud. Lo congeló unos meses y luego lo envió a Suiza lo que, para nosotros, no es un premio si lo comparas con Cuba. Alguien del Pardo filtró que el Generalísimo había comentado: «un buen español, un mal diplomático».
Hace tres días nuestro embajador en Washington fue un buen español y un excelente diplomático. No conozco verdaderamente a Morenés, no he estado con él en ningún Ministerio, ni en ningún partido ni siquiera de fútbol. Ahora bien, reaccionó impecablemente y dijo lo que tenía que decir para refutar unas afirmaciones torticeras y calumniosas contra España. Aunque Lojendio estaba lleno de amor patrio interrumpió un programa al que no estaba invitado y soliviantó al dirigente cubano. Morenés asistía como invitado destacado a un acto en una institución estadounidense, no interrumpió a nadie, y, cuando llegó su turno, puso los puntos sobre las ies en las invenciones que había fabricado Torra. No lo insultó, no lo llamó racista o payaso, algo que muchos catalanes habrían hecho, simplemente desmontó las invenciones separatistas de que en España no hay libertad, que el gobierno de Madrid tiene presos políticos etc… Pulverizó con serenidad la conocida y falaciosa retahila victimista. Torra y su increíble por lo copioso séquito abandonaron la sala cantando Els segadors. Inaudito. Rebates las mentiras y se marchan muy ofendidos.
Morenés actuó de libro. Y esto no sé si no lo ha entendido nuestro presidente o mejor dicho, sí lo ha entendido pero ha preferido hacer el avestruz para que no se le encrespen los separatistas catalanes cuyos votos necesita. Es penoso que en momentos en que Borrell da a entender que una parte esencial de su actividad sea destejer las infamias vertidas por la Generalitat en el extranjero, en época en que nuestros embajadores reciben instrucciones claras para sofocar la campaña intoxicadora separatista atajando que «España nos roba», que hay una crisis humanitaria catalana causada por Madrid, que no hay garantías jurídicas, etc… un embajador, en un escaparate mediático privilegiado, sale eficazmente al paso de esas memeces difundidas por Torra y la respuesta de nuestro presidente al ser interrogado sea sólo que no quiere la confrontación con los catalanes. Don Pedro, ¿no podía usted añadir que su representante en Washington, aunque sea un pepero, manifestó lo que debía para detener la propaganda separatista que a lo mejor estamos pagando?
¿Tanto valen los votos de los separatistas que no se deba enfadar a Torra lo más mínimo? Detecto una obsesión malsana con hacer todo lo contrario que el PP en cualquier tema y circunstancia incluso en aquellos que no cabe actuar distintamente. Resulta raro no amparar más al Rey, ahora que los golpistas dicen «que rompen relaciones», extraño que digan que ellos vienen a negociar un referéndum y no se responda fulminantemente que se negocia todo menos eso, curioso que se prefiera evitar un sucinto comentario, bastaba uno tópico, sobre nuestro embajador.
No me irrita lo del dedazo en televisión, ni el chalaneo, ni el cambio milagroso de chaqueta con los presupuestos. Son gajes rutinarios de nuestra política. La cuestión catalana me subleva más. Que cuando usted publicó su programa de gobierno hace años le dedicara, en un documento, con ideas interesantes, de 18.000 palabras, sólo cinco, repito sólocinco, a la cuestión catalana me dio un escalofrío. Varios amigos socialistas me repitieron que en ese tema usted era totalmente de fiar. No lo cuestiono, pero sus primeros pasos catalanes y el calculado desdén hacia la actuación de Morenés me han traído de nuevo los escalofríos. No como diplomático, sino como español.