ABC-IGNACIO CAMACHO

En torno a Sánchez se ha enfriado bruscamente la sensación térmica. Vientos del sur y del noreste barruntan tormenta 

SI Pedro Sánchez no convocó elecciones generales cuando, recién llegado al poder, encabezaba con holguras todas las encuestas, difícilmente las va a adelantar ahora que se halla en serio riesgo de perderlas. La temperatura electoral ha dado la vuelta porque los vientos del sur y del noreste han enfriado la sensación térmica. Y aunque todo puede cambiar porque la opinión pública ha adquirido una volatilidad extrema, es posible que el presidente ya no encuentre ocasión en la que llamar a las urnas le parezca buena idea y se tenga que conformar con elegir la circunstancia menos adversa. De momento ya sabe que le espera una alta probabilidad de triunfo de los liberales y el resto de la derecha. Podemos se hunde, los nacionalistas están perdiendo capacidad desequilibrante por vez primera y al PSOE sólo le queda –siempre a día de hoy, ojo– el consuelo de tratar de convencer a Albert Rivera para que rescate su alma socialdemócrata apoyando un Gabinete de centroizquierda. La maquinaria de propaganda oficialista se va a poner en marcha para satanizar a Vox con toda su fuerza; está por ver, sin embargo, que el líder de Ciudadanos se deje traspasar el problema. Porque si el partido de Abascal le provoca a los dirigentes naranjas escrúpulos de conciencia, gran parte de sus votantes siente por Sánchez una aversión gemela. Curioso destino el de Cs, cuya vocación equidistante y céntrica siempre acaba encontrando un obstáculo en su estrategia.

Los barones territoriales del PSOE llevan dos semanas en pánico. Las recientes palabras de Page y Lambán recuerdan mucho a las de Barreda hace siete años, cuando advirtió que las decisiones de Zapatero preludiaban un descalabro. El estudio de Gad3 para ABC –el Michavila tiene el aval de que, a diferencia del CIS, clavó en Andalucía los resultados– contiene el demoledor dato de que una amplísima mayoría censura la política gubernamental de acercamiento a los separatistas que dieron un golpe contra el Estado. Ese factor tumbó a Susana Díaz y sus colegas autonómicos no saben cómo zafarse de su propio naufragio. La acción (¿?) del Gobierno les pesa como un fardo en la carrera para renovar sus mandatos, y ya dudan incluso de que sirva de algo que Sánchez dé en el conflicto de Cataluña un giro de 180 grados. Llevaban razón cuando lo tumbaron en aquel Comité Federal infausto, pero es demasiado tarde para demostrarlo.

La otra evidencia del sondeo es el asentamiento de Vox con una facturación cercana al diez por ciento. Puede ir con más facilidad a más que a menos; en todo caso, cualquier fórmula para desalojar al socialismo tendrá que contar con él sin más remedio. Por eso su estigmatización va a ser para la izquierda el último clavo ardiendo. Toda la presión caerá de lleno sobre Ciudadanos y su pensamiento políticamente correcto. Y una vez más Andalucía será el campo de pruebas para el experimento.