Fernando Savater-El País
El problema a resolver es que la ciudadanía no dependa de las tribus, sino del Estado
A veces puede uno comprender en qué consiste un problema, pero no lograr resolverlo. Lo que sin embargo resulta imposible es resolverlo sin entender dónde está el problema. Es lo que les pasa a quienes con gran empeño afrontan el “problema territorial” que padece España y que tanto nos perturba en Cataluña, en el País Vasco y un poco en todas partes. ¿En qué consiste? Pues en que nuestro país está compuesto de diversos territorios (cuántos y cuáles está sujeto a discusión), cada uno con su propia ciudadanía y con voluntad de tratar de tú a tú al Estado e incluso de decidir su independencia. Por tanto, hay que intentar amansarlos, hacerles concesiones en razón directa de su capacidad de crear altercados y convencerles de que “juntos estamos mejor”, etcétera… ¡Ay, estos territorios!
Pero la verdad es que los territorios no tienen la culpa. Convertir lo que trastorna España en un “problema territorial” es tragarse el bulo separatista de que en cada región la gente es irrevocablemente distinta no por ser humana (lo que es cierto), sino por ser “regional”. Ahí está la cuestión, en la ciudadanía, base de la democracia, que no depende de los territorios, ni de las variedades culturales, ni del sexo, la etnia o las creencias de cada cual, sino de la ley compartida. Derechos y deberes iguales, necesidades que varían según las circunstancias locales, pero sin discriminación ni “hechos diferenciales” políticos o paleolíticos que valgan. El problema a resolver es que la ciudadanía no dependa de las tribus, sino del Estado. El lema del PNV en las pasadas elecciones ha sido Hemen (aquí). Pero nuestro “aquí” ciudadano no es geográfico ni agropecuario, sino instituido sobre una soberanía compartida que no puede fragmentarse sin agravio de los de “allí”.