- El autor subraya que esta misiva al líder del PP «ha sido escrita con el exclusivo objeto de favorecer tu éxito cuando te encuentres al timón de la nave del Estado»
Querido Pablo:
Te escribo estas líneas porque encuestas de diversas procedencias -con la única excepción de las que falsifica La Moncloa por medio de Félix Tezanos- vienen reiterando desde hace semanas tu probable victoria en las próximas elecciones generales con un resultado que, si bien lejos de la mayoría absoluta, te garantizaría la condición de primera fuerza. A partir de aquí esos mismos sondeos dibujan también la clara posibilidad de que el voto favorable del partido que nació como una escisión del tuyo debido a la tórpida indolencia de tu predecesor, te haga presidente del Gobierno. Las consideraciones que te expondré a continuación no las consideres consejos porque nada más lejos de mi ánimo que darlos a quién seguramente no los necesita, pero sí léelas con la benevolencia que merecen las opiniones de alguien avalado por una dilatada experiencia de un cuarto de siglo de actividad política y que contempla desde la atalaya de su entrada en la tercera edad los aciertos y errores propios y ajenos con la intención de extraer de ellos algo de sabiduría y lúcido discernimiento.
La primera reflexión que te hago y que entiendo esencial es que tú no encabezarás una mera alternancia al Ejecutivo actual dentro de la normalidad democrática, sino que deberás impulsar una auténtica alternativa, es decir, una rectificación en toda regla del desastre que comenzamos a padecer en 2004, que apenas se alteró en 2011 y que ha enfilado irresponsablemente el camino del precipicio en 2018. Este cambio drástico de rumbo no tendrás que llevarlo a cabo solamente en el campo de los cambios legislativos y de las políticas públicas, habrá de afectar también a la base conceptual y moral que guíe tu ejecutoria. El daño que ha sufrido nuestra sociedad en su raíz profunda, desgarrada por los que se afanan perversamente en arrancarla, en todas sus instituciones, valores y hábitos de conducta, hoy degradados, ignorados o pisoteados sin misericordia, en la propia unidad nacional, sometida a graves amenazas, en el prestigio de España en el exterior, casi extinguido por el permanente ridículo al que nos condenan la inanidad, la incompetencia y la bobería de los que están encargados de fortalecerlo y el insoportable grado de frustración y desorientación en el que está sumida la ciudadanía, ponen ante ti una tarea tan gigantesca como ingrata, la de devolver a los españoles la confianza en sí mismos, de enfrentarte a ideas tan arraigadas en la mentalidad colectiva como erróneas y de resistir las presiones que desde tus propias filas te recomendarán no asumir excesivos riesgos, no navegar contra corriente y acomodarte antes que luchar.
Los decretos y los proyectos de ley que materialicen tus propósitos han de estar ya redactados y a punto antes de que se abran las urnas para ser aplicados sin demora
El segundo punto sobre el que quiero llamar tu atención es el de la necesidad de actuar con decisión y rapidez en los primeros meses de tu mandato, sin dar tiempo al enemigo -enemigo, sí, y no adversario, porque enemigo es el que pretende destruir los fundamentos sobre los que descansa nuestra existencia como Nación- para organizarse, encender las calles y sabotear tus movimientos. Ello implica que los decretos y los proyectos de ley que materialicen tus propósitos han de estar ya redactados y a punto antes de que se abran las urnas para ser aplicados sin demora apenas te instales en tu nuevo despacho.
La tercera cuestión, no menos relevante, atañe a la relación con los separatistas. Ha quedado demostrado hasta la saciedad que cuatro décadas de crecientes transferencias de competencias y de dinero no sólo nos les han aplacado, sino que han excitado su deslealtad y su rencor hasta desembocar en un intento de golpe de Estado. Por consiguiente, has de revertir sin vacilaciones esta senda suicida y sustituir las concesiones y las rendiciones por la aplicación estricta de la ley y reemplazar los esfuerzos hasta ahora estériles para apaciguarlos por aquellas acciones que dentro del orden constitucional contribuyan a neutralizarlos.
Organismos inútiles
Un cuarto aspecto más prosaico, pero no por ello menos capital, que explica muchas de las deficiencias, problemas y dificultades que atravesamos, radica en el desaforado gasto público de carácter «político» que no proporciona al conjunto nacional ningún valor añadido y ha generado una deuda pública inmanejable y un déficit crónico indomeñable. Este despilfarro en organismos inútiles de la más variopinta naturaleza, en subvenciones de tipo ideológico o clientelar y en decenas de miles de nóminas a cargo del erario que no proporcionan otro beneficio que la colocación de amigos, correligionarios o parientes, amén de consolidar masas de votantes fieles, has de corregirlo de manera gradual, pero perseverante, hasta que cada euro del contribuyente tenga sentido desde la perspectiva de la rentabilidad social o económica.
Estas son, estimado Pablo, las que me atrevo a señalar como principales inquietudes que desde hace mucho tiempo desazonan a no pocos de nuestros compatriotas, desolados al ver como su tesón diario para sacar adelante sus familias, sus empresas y sus trabajos, es dilapidado por sus gobernantes, pendientes exclusivamente de su cerrado ecosistema en el que la consecución, conservación y disfrute del poder aparece como su principal motivación y desvelo. Espero que la lectura de esta carta, si es que llega a tus ojos, te sea provechosa, porque ha sido escrita con el exclusivo objeto de favorecer tu éxito cuando te encuentres al timón de la nave del Estado y de poner un grano de arena en la tarea a la que a todos los ciudadanos de bien debemos entregarnos en estos días aciagos: la de rescatar a España de las manos de los que pugnan por destruirla y de situarla tan pronto como podamos a la altura que merece.
Mucho ánimo, suerte y un abrazo.