Jon Juaristi-ABC

  • Se teme un gran Apagón global, pero el apagón definitivo en la transmisión del conocimiento ya se ha producido

EL 23 del mes que entra, se debería conmemorar el octavo centenario del nacimiento de Alfonso X de Castilla y León, pero, estando el Gobierno histérico con los PGE, no parece probable que se acuerde de montar una conmemoración oficial. Y es lástima: no porque el Rey Sabio fuera una figura cultural de primer orden, sino porque representa una de las poquísimas contribuciones hispánicas a los fundamentos de la civilización europea. Cultura y civilización son cosas distintas. España ha producido un elenco numeroso de personalidades de la cultura con proyección universal. Sin embargo, su aportación a la civilización (es decir, al fundamento indeleble de nuestra civilización, la occidental) fue obra de un grupo muy pequeño. Casi todos sus componentes están plasmados en las esculturas que rodean la escalinata exterior de la Biblioteca Nacional, aunque no son todos los que están. De las seis estatuas, Lope y Cervantes destacan en el conjunto de personalidades culturales. Son, indiscutiblemente, de lo más grande. Pero resultan demasiado españoles como para ser admitidos en el canon de la civilización europea, al que pertenecen, fuera de toda duda, los representados en las cuatro esculturas restantes: Isidoro de Sevilla, Alfonso X, Antonio de Nebrija y Luis Vives. Con buen sentido, se situó la de Alfonso X en lugar central, al pie de la escalinata.

Para la civilización occidental, don Alfonso fue mucho más importante como empresario que como autor. De su producción personal, lo más apreciado en la Europa de su tiempo fueron las Tablas Alfonsíes -es decir, lo más científico y astronómico de aquella-, mientras que ni su obra histórica ni su poesía (en gallego, por cierto) interesaron mucho al norte del Pirineo. Pero su impulso a la traducción y difusión de los libros árabes, que a su vez contenían una parte importante de la filosofía y la ciencia de la Antigüedad griega, convirtieron a España en la mediación indispensable entre la civilización islámica y la católica o latina: mediación que fue decisiva para la aparición de la gran red de universidades de la época del Gótico y el posterior Renacimiento.

Anda la gente muy preocupada con la posibilidad de un Gran Apagón global para finales de este año, una perspectiva apocalíptica para la que los ninis ya se están entrenando a fondo en botellones y saqueos, sobre todo por la parte de Cataluña. Pero el apagón en los sistemas de transmisión del conocimiento ya se ha producido y parece además que va a ser irreversible gracias al Gobierno de los Cuatrocientos Euros para invertir en Todo lo Cultural que no sea Tauromaquia. Para qué recordar entonces a Alfonso X, que se cargó a su hermano Fadrique por ser Lgtbi (Fadrique), y de paso, a su novio (de Fadrique), Simón de Cameros. Se habían liado (Fadrique y Simón) bajando al moro, para mayor cabreo de Alfonso X que, de vivir hoy, seguro que sería de Vox, como su nombre indica…