Así es la política española: un despiporre. Y por eso yo soy abstencionista, lo que no se contradice con mi posible voto a Ciudadanos, partido fantasma. (Esto último a su vez explica que no se haya prestado al mercadeo de los miembros del Tribunal Constitucional, en el que también está ya Podemos: ventajas ético-estéticas de la condición de difunto, al menos en España).
O sea, que para mí el espectáculo de Ayuso es eso: puro espectáculo, sin tentaciones electorales. Me tiene loquito, pero no la votaría. Yo no voto al PP ni aunque sea un PP disidente, un PP contra el que se revuelve el PP o la cúpula del PP. Ni siquiera votaré al PP como única alternativa factible al nefasto PSOE. Yo ya estoy fuera, sencillamente. Me limito a sufrir la historia (y a disfrutar de sus milagrosas ventajas, no escasas pero todas de chiripa: el desarrollo y el bienestar en el que aún vivimos, por inercia).
Ayuso. Su semana. Una semana triunfal pero corta, como el siglo XX de Hobsbawm. Empezó el martes y culminó el sábado. El martes con su entrevista en El Hormiguero. El sábado con su sombra (¡luminosa!) sobre el encuentro Otras políticas de las cinco mujeres autodenominadas de izquierdas, con Yolanda Díaz como capitana. “Somos todas las que estamos, pero no están todas las que son”, dijo Mónica Oltra. “Y yo qué sé”, añadió, “Ayuso no nos apetecía tampoco que viniera”. Risas sororas en la concurrencia y triunfo de Ayuso. Representada, por cierto, en la camiseta de Oltra, que llevaba a Pippi Calzaslargas, cuyo espíritu está más en Ayuso que en cualquiera de las cinco.
En El Hormiguero, Ayuso fue un encanto: empática, traviesilla, mala a lo Mae West con Sánchez (o sea, mejor). Puse un tuit que luego borré pero que rescató Cristian Campos: “Ayuso funciona. Eso es todo: funciona. Del mismo modo que Casado no funciona. ¿Pero estaría preparada para ser presidenta del Gobierno? ¡Ni de coña! Eso sí, un poquito más que Sánchez desde luego. Y sin sus socios”. Otra clave es que es agradable verla y escucharla, mientras que con el resto de políticos y políticas resulta cada vez más desagradable.