• Esta situación va a ser cruenta para los ciudadanos y empresas que circulan fuera del paraguas protector del Estado

La semana empezó bien, con la presentación del plan de choque contra las consecuencias de la guerra aprobado el martes en el Consejo de Ministros. Digo bien porque había en él una rebaja de precios en los carburantes y una promesa de rebaja en la electricidad. Y digo bien, a pesar de que eso de las rebajas necesita unas matizaciones muy importantes. No se equivoque, se abarata el precio que usted paga ahora, pero no el precio en origen de los productos y servicios que utiliza. De tal manera que usted va a seguir pagando la gasolina con la que llena el depósito al mismo precio que antes. Lo que sucede es que una parte de él lo paga en la misma gasolinera y 15 de los 20 céntimos que se le reducen los pagará luego a través de los Presupuestos; es decir, a través de los impuestos que usted también paga. Con la luz pasa algo parecido, ya que en este caso y dado que el gas lo paga quien lo compra a los productores al precio de cotización internacional, se produce un déficit de tarifa, de cuyas características y recuperación el Gobierno no ha tenido tiempo de informarnos. Pero no dude que aparecerá por algún lado, en algún momento, que será también inconveniente. Ya lo verá. Hubo también varios anuncios de subvenciones y algunos de prohibiciones. Como las subidas de los alquileres, donde todo va a depender de la suerte y la visión que usted haya tenido a la hora de elegir propietario. No es muy científico, pero es así.

Después, la semana se truncó enseguida, en cuanto se presentaron los datos de la inflación. No llegamos a los dos dígitos de milagro, pero los alcanzamos enseguida. Exactamente, lo haremos en la próxima cita con el dato del mes de abril. Ya le he comentado que queda mucha inflación ‘in itinere’, embalsada en el largo proceso que va desde los productores que se encuentran en cabecera de la cadena de producción y los lineales del supermercado o tienda de alimentación que utiliza usted en sus compras. Si conoce a algún directivo o propietario de empresa, pregúntele cuanto le han subido los costes -eso se lo dirá sin reservas- y cuánto intenta él subir a su vez sus precios. Aquí es posible que se muestre más remiso, pero seguro que le da una aproximación. Luego, calcule cómo se traducirá todo eso en el IPC y… ¡se llevará un buen disgusto! Ahora que lo pienso, mejor no pregunte. Ya se lo voy contando yo con anestesia.

La inflación es un drama para todos, salvo para la ministra de Hacienda

Esto de la inflación es poco menos que un drama. En su faceta de consumidor, le encarece la compra. En la de trabajador o pensionista, le reduce su capacidad de compra; y si es ahorrador, le erosiona sus ahorros. La única que está encantada es la ministra de Hacienda, la persona que más palabras utiliza para expresar una idea, a quien le han aumentado los ingresos fiscales en 31.000 millones de euros en 2021 y que se seguirá forrando en 2022. Una alegría que no alcanza a su jefa la vicepresidenta primera, a quien los Presupuestos que administra se le han ido al carajo y que quizá deba enfrentarse a una recesión, como esto continúe unos pocos meses más.

Por más milongas que nos cuenten, esta situación va a ser cruenta para los ciudadanos y la parte de las empresas que, en un evidente e imperdonable error de cálculo, circulan por la parte privada de la economía, fuera del paraguas protector del Estado. Si suma los 31.000 millones detraídos en el sistema por los impuestos en 2021 con la erosión de todos los sueldos y activos que supone la inflación, comprobará el tamaño del castigo recibido por el sufrido colectivo. Le digo lo mismo, cuide su salud y no haga la suma. Para eso, ya estamos los cenizos…