Diego Carcedo-El Correo
- La situación internacional, lastrada por la división y el riesgo creciente a la deriva de una tercera guerra mundial, mantiene en vilo a gobiernos y expertos
La indudable tensión que se está sufriendo prácticamente en todo el Mundo, con más de cuarenta guerras, de ellas dos muy graves en Europa y otra e el Próximo Oriente se agrava por momentos en los próximos cinco días que faltan para las elecciones presidenciales norteamericanas. La elección del presidente, la persona con más poderes en el mundo, siempre es contemplada con interés y no solamente en los Estados Unidos, donde es lógico por su influencia en la política y especialmente en la economía que afecta de manera muy desigual entre los diferentes grupos sociales.
Pero en esta ocasión la inquietud se agrava ante dos particularidades que distinguen la convocatoria de las precedentes. La primera es que compite una mujer, Kamala Harris, con ideas nuevas aunque precipitadas, y el polémico Donald Trump, que ya ocupó el cargo, fue derrotado en la reelección e insiste por tercera vez respaldado por un amplio sector de la población que lejos de criticar la imagen de psicópata déspota que dejó en su pasado continúa apoyado por un amplio sector de ciudadanos muy representativos de la prepotencia y sentido de muchos ciudadanos.
La situación internacional lastrada por la división y el riesgo creciente a la deriva de una tercera guerra mundial, cuyos pilares ya están puestos, mantiene en vilo a gobiernos y expertos. Trump es un personaje que une a su desconocimiento de la realidad de los más de nueve mil millones de habitantes, es acusado de actuar de manera grosera y con recursos insultantes como los que está agraviando a su oponente dada su condición femenina y el color de su piel que rememora sus antecedentes de antiguos emigrantes.
La campaña electoral, abrupta como pocas, se plantea con unas perspectivas muy igualadas. En el voto popular – que al requisar el alistamiento previo apenas alcanzará el cincuenta por ciento de la población – las encuestas reflejan un incremento del voto a Harris que ha alcanzado la ventaja que se atribuía su adversario y ambos aparecen empatados con un cuarenta y ocho por ciento. Ningún sondeo se riesgo a pronosticar la mínima superioridad de uno de ellos.
La incertidumbre por lo tanto aumenta conforme pasan los minutos que faltan para depositar el voto. Bien es verdad que el dato global de votantes se vuelve relativo ante el sistema de elección de delegados de los estados – todos a favor del candidato ganador y siempre en proporción con los habitantes – que son los que el mes de enero integrarán el colegio electoral que sumando más compromisarios es proclamado presidente. Ya se han dado casos en que el ganador por este sistema tiene muchos menos votos particulares del adversario.
Las encuestas coinciden en que todo dependerá el resultado en siete estados claves e incluso algunos apuntan que esta vía brinda más posibilidades de éxito de Kamala Harris, algo que se da por hecho que generaría protestas y disturbios por parte de los trumpistas que, como se recordará ya intentaron un golpe de Estado ante el Capitolio cuando se confirmó su derrota en la anterior convocatoria. Ante este panorama nadie puede hacer nada; si acaso rezar según las religiones y sectas variadas que predican su por todos los rincones del pais.