Ignacio Marco-Gardoqui-El Correo
- Ya no somos lo que fuimos en población, ni lo que éramos en PIB y solo mantenemos la cabeza en gasto social
El miércoles pasado se presento el sexto informe de Zedarriak, referido a Europa, cuya lectura recomiendo y del que hablaremos más adelante. El acto se abrió con la intervención de Eneko Landaburu, gran experto europeo y, en la actualidad, director general de la Fundación Jacques Delors que preside Enrico Letta, quien, en tándem con Mario Draghi, ha sacudido la somnolencia europea dibujando con precisión la ‘estación terminus’ de la deriva actual. Coincido con él a la hora de calificar el proyecto de integración de éxito rotundo, siempre y cuando solo se mire hacia atrás y se observe el largo camino recorrido, donde se ha espantado el fantasma de las guerras internas -una gozosa novedad en nuestra historia- y se ha alcanzado una impresionante prosperidad económica, en parte gracias a la liberalización del comercio y a la adopción de una moneda única.
Sin embargo, si miramos hacia adelante, podemos caer en la depresión al comprobar que, ni hemos logrado la unidad bancaria, ni hemos conseguido el mercado único de la energía, ni el mercado interior funciona como un único mercado, mientras perdemos posiciones competitivas a gran velocidad, nos adelantan países a los que antes no considerábamos, desaparecemos de la escena geopolítica y somos frágiles en materia de defensa. Ya no somos lo que fuimos en población, ni lo que éramos en PIB y solo mantenemos la cabeza en gasto social.
Europa pierde fuelle a pasos agigantados y se debate en medio de grandes problemas que no consigue resolver. Está en paz y su población está protegida por un generoso esquema social, que solo se sostiene a base de endeudamientos crecientes y agobiantes. En paz, y en decadencia. Incluso la paz es frágil en la actualidad y nos obliga a dedicar enormes cantidades de dinero a los presupuestos de defensa. Vivimos en paz, pero cercados por guerras en las que jugamos un papel muy secundario, en Ucrania y nulo en Oriente medio. Europa ha caído en la irrelevancia internacional.
Landaburu achacó estos males al debilitamiento de los pilares tradicionales de la Unión: el liberalismo económico, hoy aquejado del virus del proteccionismo; la crisis de confianza en los organismos internacionales, con la OMC desaparecida, la ONU inservible para gestionar el mundo de hoy y la exageración de las debilidades de la democracia representativa.
El diagnóstico es impecable, la solución… me parece improbable. ¿Por qué? Pues porque propone decisiones que no son posibles con la gobernanza actual de la Unión.
1. Acabar con la regla de la unanimidad se enfrenta al interés de los países pequeños, como Malta, Luxemburgo, Chipre o Eslovenia que se replantearían su presencia en un Club en el que su voz no cuenta.
2. El endeudamiento masivo que propone Draghi. 800.000 millones al año es mucho dinero, que el presupuesto comunitario está lejos de poder asumir y exige la participación de los Estados miembros cuyo reparto y financiación será objeto de discusiones interminables.
3. Habrá que repensar la transición energética para evitar sus tremendos daños colaterales y eso se enfrenta a una población que comulga con el catastrofismo de las versiones oficiales.
4. Habrá que compaginar la libertad comercial, de la que la UE ha sido su principal adalid, con la defensa de los sectores amenazados por las reglas internas y la competencia externa.
5. Con Trump al mando será necesario aumentar los presupuestos de defensa y hacerlo con la oposición de los pacifismo nacionales, demasiado ingenuos pero muy instalados.
Es decir, el problema no reside en saber lo que hay que hacer. Eso nos lo han dicho Letta y Draghi con excelente visión y con gran precisión. El problema es saber cómo se hace eso, con una gobernanza tan hipertrofiada e ineficiente como la actual. Excelente a la hora de regular y controlar, pero inane a la hora de decidir y ejecutar. Si no se integra más, Europa se desintegra. Y para integrar la Unión hay que desintegrar una buena parte de los edificios que la sostienen y que son los Estados miembros. ¿Van a ceder el poder quienes hoy lo disfrutan? Ni lo sueñe. Solo lo harán cuando los males sean tan graves que carezcan ya de solución.
PD. En la presentación del Sr. Landaburu se dijo que se consideraba vasco y europeo, así sin escalones intermedios. Me sorprende que no se haya enterado durante todos estos años de que forma parte de la Unión Europea, precisamente, por ser español.