Ignacio Marco-Gardoqui-El Correo
La situación política española es tan ‘original’ que produce situaciones curiosas. Por ejemplo, la que vivimos ayer con la aprobación de la reducción de la jornada laboral. La idea procede de la vicepresidenta Yolanda Díaz quien la debatió primero con la patronal, cuyo acuerdo no logró. Luego, como castigo por su negativa decidió retirar las ayudas previstas para aliviar su implantación y eliminar cualquier mejora de la condiciones. Posteriormente discutió con esa ‘casi mala persona’ que es su colega y compañero del Consejo de Ministros, Carlos Cuerpo, con quien, en un principio no llegó a ningún acuerdo, pero después fue ablandado convenientemente por su jefe y validó una propuesta con la no estaba de acuerdo. ¿Por qué obligaron a Cuerpo a ceder? Pues porque hoy gana la señora Díaz, -que falta le hace-, pero el partido no acaba aquí, con lo que el resultado no es definitivo. El Gobierno no tiene los votos necesarios para validar el decreto, si no cuenta antes con la aquiescencia del señor Puigdemont, que vela por nuestro bienestar desde su refugio en Waterloo.
Es un prófugo de la Justicia, pero le tratamos como lo que realmente es, ‘el que manda y tiene siempre la última palabra’. ¿Una opinión exagerada? No lo creo. ¿Con quién y dónde negocia Santos Cerdán la aprobación de las leyes? Exacto, con Puigdemont en Waterloo. ¿Con quién y dónde se entrevistan sus socios de Sumar? Exacto, con Puigdemont en Waterloo. ¿Con quién se entrevistan los jefes de los sindicatos? Exacto, con Puigdemont y en Waterloo. ¿Con quién y en dónde se entrevistan los representantes de la patronal catalana? Exacto, con Puigdemont y en Waterloo. Le felicito, ha conseguido un pleno de aciertos.
¿Eso supone que Puigdemont tiene algo que ver con la dirección del país? No sé. A primera vista yo diría que sí, pero si les escuchamos a nuestras amados líderes, los Sánchez, los Bolaños, los Díaz, etc. les oiremos decir que ese comportamiento no tiene nada de singular, que todo eso de ir en procesión a un lugar tan aburrido de las afueras de Bruselas es pura coincidencia y las reiteradas visitas al curandero de Girona es una mera casualidad.
¿Entonces? ¿Qué será de la reducción de la jornada? Pues ni idea, lo que quiera Puigdemont y en las condiciones que quiera. Si lo decide, el decreto fracasará y si no aprieta será porque ya ha conseguido antes lo que quería. ¿Serán las fronteras, como hace Trump? Puede ser. Hasta ayer esa cesión chocaba con la Constitución. Pero eso era ayer. Hoy es hoy y, como sabe, eso lo cambia todo.