Jon Juaristi-ABC

  • El autor dedica esta columna a la diputada orensana Ana Belén Vázquez, oradora cervantina sin complejos

Me encanta Ana Belén Vázquez, diputada del PP. Habla como Cervantes y los grandes ingenios españoles del Siglo de Oro, que decían y escribían ‘conceto’ y no ‘concepto’, porque los grupos consonánticos ‘pt’ y ‘ct’ en los latinismos castellanos habían perdido su primer elemento a finales de la Edad Media y no lo recobrarían hasta la reacción cultista del siglo XVIII, aunque costó lo suyo restaurarlos en el dominio lingüístico leonés, donde todavía hace medio siglo la gente decía ‘correzto’ o ‘perfezto’. En algunas zonas de Galicia, ni siquiera se restauró, y por eso Ana Belén Vázquez, que es de Bande, dice ‘corruto’ como lo habría dicho Cervantes y que conviene a toda la Banda del Peugeot. En Bande saben cómo llamar a la Banda.

Hablando de corrutos: posiblemente casi todo lo declarado por Cerdán ante el Supremo sea trola, pero hay algo que parece verosímil, y es que fuera el creador oculto del sanchismo, como experto formado en ese gran laboratorio de la corrución que ha sido y es el PSOE de Navarra. Dicha teoría es verosímil porque imita al arte, y en el arte, incluso en el más popular y humilde, como el cuento del ‘Gato con botas’ de Perrault, el esquema del caso del estafador heroico se limita a dos o tres elementos: el chorizo listillo pero insignificante, el cómplice guaperas al que se recurre para deslumbrar a la parroquia, y los parroquianos, que juegan el ambiguo papel de perjudicados y beneficiados por la estafa.

Hoy nadie lee a don Jacinto Benavente, aunque le dieran en su día el Nobel, pero sólo con dedicar una hora a ‘Los intereses creados’ se entendería lo que quiero decir. Crispín, que es feo como Cerdán, y su amigo Leandro, un chuloplayas, llegan pelados a una ciudad alegre y confiada donde vivirán de gorra y harán su fortuna mediante la corrución, fungiendo Crispín de criado y Leandro de Puto Amo. Finalmente, cuando se descubre el timo, la maraña de intereses que han creado entre sus víctimas y cómplices voluntarios e involuntarios es ya tan tupida que conseguirán irse de rositas.

Crispín (Cuadro primero): «Aquí no hay sino valerse del ingenio y la desvergüenza, que sin ella nada vale el ingenio (…) Eres joven, de buena presencia; hasta ahora solo supiste malgastar tus cualidades, ya es hora de aprovecharse de ellas». (Cuadro segundo): «Mi señor y yo, con ser uno mismo, somos cada uno una parte del otro (…) Todos llevamos en nosotros un gran señor de altivos pensamientos, capaz de todo lo grande y de todo lo bello. Y a su lado, el servidor humilde, el de las ruines obras, el que ha de emplearse en las bajas acciones a que obliga la vida». (Cuadro tercero): «Se trata de que todos estáis interesados en salvar a mi señor, en salvarnos por interés de todos».

Hay mucho más, pero, solo con esto, lo de Cerdán suena a clásico de la verosimilitud corruta.