Luis Ventoso-El Debate
  • Si defiendes la igualdad entre españoles, el estudio de nuestra historia o expulsar a los irregulares que delinquen, en la España de hoy para la izquierda eres un ultra

Escucho a un político exponiendo sus propuestas en una entrevista ante público en una sala de conferencias. En lo referente al problema de la inmigración descontrolada, que domina la actualidad estos días, anuncia con tono rotundo que «un inmigrante irregular que delinca será deportado de inmediato», y añade: «No podemos admitir a los que no vienen a trabajar ni se integran en la sociedad española».

Sobre el desafío independentista, el político se muestra consciente de que sigue ahí. Así que propone que vuelvan a ser delito la sedición y la convocatoria de consultas ilegales. Además quiere limitar la capacidad del Gobierno para conceder indultos. También pretende que si en dos años un Gobierno no logra sacar adelante los presupuestos, una ley lo obligue a convocar elecciones.

El PSOE y sus aliados separatistas han presentado esta semana lo que denominan eufemísticamente «financiación singular para Cataluña». El político al que escucho lo tacha sin ambages de «cupo separatista» y advierte que «va contra la mayoría de los españoles». Por eso promete que si llega al poder «todo aquello que vaya contra la igualdad de los españoles será derogado, al igual que todo lo que suponga un privilegio para unos pocos». «Sin igualdad no hay democracia», remarca.

En el área económica, denuncia «las 97 subidas de impuestos de Sánchez» y que durante el sanchismo la renta per cápita de los españoles «ha caído un 15 % respecto a la media europea».

Por último, garantiza que con él las sentencias a favor del español en las aulas se cumplirán; para ello aprobará una «ley de lenguas». Anuncia una reforma educativa, «porque la educación es la llave que abre todas las puertas», y unos contenidos homogéneos en toda España para una selectividad única. También quiere que el terrorismo de ETA «se estudie en todas las aulas del país», porque «nuestros hijos tienen que conocer la historia de los que no se doblegaron». Por último, aboga por un manual de historia de España único en todas las escuelas de la nación y elaborado por la Real Academia de la Historia.

¿Quién será el político que dice todas estas cosas? ¿Pepa Millán? ¿Garriga? ¿Qué dirán el PSOE y su tropel de tertulianos de alguien que mantiene semejantes postulados? Pues será tachado de «ultra», un radical que no entiende el proyecto de avance de la «coalición progresista» y que merece ser arrinconado tras el muro que nos protege de la «fachosfera».

Pues bien, el político al que escuché ayer soltar todo eso es Feijóo. Lo expuso en una conversación con el director de El Debate en los Cursos de Verano del CEU, una cita por donde ha pasado también Abascal, amén de numerosas personalidades de campos diversos.

Poco antes del congreso del PP, comenté aquí mi perplejidad ante unas declaraciones de Feijóo en un magazine televisivo donde manifestaba que su partido no es ni de derechas ni de izquierdas, sino transversal. Pero aquellas sorprendentes palabras empiezan a parecer ahora un guiño táctico para intentar pescar a votantes socialistas desencantados con la loquilandia del sanchismo.

El centro no existe. Y menos en la política del tiempo presente, divida en dos bloques que luchan a cara de perro. La pugna se ha endurecido al aflorar unos populismos que no admiten duda alguna y que son alimentados por las redes sociales (que no son foros de debate e intercambio de ideas, sino de pura autoafirmación). Al final se perciben siempre dos formas antagónicas de ver la vida: intervencionismo o libertad. En España, la disyuntiva izquierda-derecha se agudiza porque se da la lacerante singularidad de que los socialistas se han aliado con el separatismo y abominan de la defensa de la unidad de España, de su lengua y de su historia.

Soy de los que considera, y lo he escrito aquí varias veces, que al PP le faltan vitaminas ideológicas y que debería plantearse levantar la carcasa de ingeniería social que nos han impuesto el zapaterismo y el sanchismo. Es decir, batallar en serio contra una forma de ver el mundo anclada en una igualación a la baja teñida de envidia, una condena del mérito y el esfuerzo, una desoladora subcultura de la muerte y una promoción odiosa del guerracivilismo. Pero aunque el PP esté flojeando ahí, me parece que no aciertan quienes se empecinan en repetir la cantinela de que «PP y PSOE son lo mismo» (y ya estoy esperando a ciertos clásicos de los comentarios zumbándome a coro, aunque les agradezco mucho que me lean).

No, el PP y el PSOE no son iguales. Otra cosa distinta es que algunos votantes digan, muy legítimamente: «Yo quiero algo más contundente que lo de Feijóo, quiero más pegada ideológica». Pero no son lo mismo. El PSOE hoy es el partido adalid de la desigualdad entre españoles, la amnistía, el cuponazo separatistas y la brasa fiscal socialista a saco. El PSOE es el partido rehén del separatismo que ha erosionado como nunca nuestras instituciones. Y todo lo que se oponga a ese proyecto no es de centro, es de derechas, aunque exprese sus razonables puntos de vista de una manera moderada y sin anabolizantes dialécticos, como hizo ayer Feijóo.

Así que, Alberto, lo puedes a asumir o no, pero a tenor de lo que has dicho ya estás con pie y medio en la «fachosfera», que no en el centro. Lo cual en el sanchismo supone una vitola de honra.