Rebeca Argudo-ABC
- Lo de la ministra es alarmante por cuanto contiene de totalitarismo mal disimulado
Una feminista pierde el sueño en Madrid y en Cagliari debería anularse una sentencia. Es algo así como una versión posmoderna y demencial del efecto mariposa y, más o menos eso, es lo que viene a sostener la peculiar lógica de un movimiento que parece volverse cada vez más cucú. Y todo a cuenta de la resolución judicial que establece que el hijo menor de Juana Rivas y Francesco Arcuri debe volver a Italia con su padre. La justicia italiana y la española han dado la razón a Arcuri, insistentemente, frente a todas las denuncias (queda una pendiente) de Rivas. Pero para la ministra nutricionista, Sira Rego, una sentencia judicial es poco menos que una ocurrencia. Algo así como la idea inesperada y súbita de un juez (machista, por supuesto) que ha determinado en ese preciso instante, el de dictar sentencia y atendiendo únicamente a un pálpito, que se vaya el crío con su padre. Como se le podía haber ocurrido que se fuera con la madre, con una tía abuela o mandarlo al colmado a por una lata de boquerones.
La ministra, en un bochornoso ejercicio de irresponsabilidad institucional, se ha permitido decir públicamente que no hay derecho a que se llegue a este extremo y que lo principal es el bienestar del menor. Como si el bienestar del menor no fuese, precisamente, aquello que han tenido en cuenta, todos los agentes involucrados en el proceso todo el tiempo, para alcanzar la resolución más justa y mejor para él. Pero parece ser que en opinión de nuestra ministra de Juventud e Infancia (de formación, dietista) no hay derecho a que la justicia haga su trabajo. O, al menos, no hay derecho a que lo haga cuando las sentencias no concuerdan con sus intuiciones femeninas e ideas preconcebidas. No solo le parece mal que los jueces en España sean independientes sino que le parece intolerable que lo sean también en Italia. Así, una ministra se indigna muy fuerte en España y un tribunal en Italia debería rectificar una resolución judicial. Efecto mariposa con perspectiva de «porque lo digo yo y punto».
Lo de la ministra es alarmante por cuanto contiene de totalitarismo mal disimulado, ausencia de respeto por la separación de poderes y la independencia judicial y de falta de espíritu democrático (o alarmante desconocimiento de principios democráticos muy básicos). Pero es que, además y por si fuera poco, está la impúdica instrumentalización política de un drama familiar. Instrumentalización a la que se suma la eurodiputada esposa del tabernero, Irene Montero, y la siniestra asesora Paqui Granados. Y, por supuesto, la habitual cáfila de esquizofeministas y su berrea coreografiada: que si los jueces machistas, que si el heteropatriarcado estructural, que si yo así no duermo, que si me enfado y no respiro.
Y, al final, cuando las cámaras ya no enfoquen, cuando el caso ya no rente y otro drama sustituya a este porque su rentabilidad (en votos, en cargos, en subvenciones) sea mayor, lo que quedará es un menor al que le han jodido la vida entre todas pensando en ellas antes que en él. Efecto Rego.