Gabriel Sanz-Vozpópuli

  • Si le cuentan hace siete años que las pulseras antimaltrato acabarían dándole más dolor de cabeza electoral que la inflación se lo habría tomado a chiste

La respuesta más directa a la pregunta retórica que encabeza este artículo es, sin duda, «donde hay confianza da asco»pero, con decía Ortega y Gasset, la claridad es la cortesía del filósofo y la obligación del periodista, y esa respuesta por sí sola no explica la mutación de una relación histórica de reconocimiento mutuo e intereses compartidos entre el PSOE y la mujer en otra muy distinta relación de amor/odio y distanciamiento electoral. Todo ello tras saberse que buena parte de quienes acompañaban a Pedro Sánchez hasta hace un cuarto de hora presumían de defender sus derechos pero luego se iban de putas.

Si a los actuales dirigentes socialistas les hubieran contado hace siete años que el entonces todopoderoso y querido internamente José Luis Ábalos, la malhadada Ley del Solo sí es sí contra los violadores y el mal funcionamiento de las pulseras de control de maltratadores acabarían dándoles en 2025 más dolores de cabeza que la inflación, el paro o la situación económica entre las mujeres, nos lo habríamos tomado a chiste todos; ellos, el conjunto de los medios de comunicación y quien esto escribe. Provenimos de medio siglo de romance electoral tan intenso entre el partido del puño y la rosa y la mitad de la población «menstruante» que dice la nueva izquierda a la izquierda -el primer romance fue con el hoy odiado Felipe González frente al malencarado José María Aznar, luego vendrían José Luis Rodríguez Zapatero y aquella primera Ley contra la Violencia de Género (2004)-, que no es de extrañar que este PSOE se considerara a sí mismo la cuadratura del círculo feminista siendo liderado, además, por el candidato más atractivo de Occidente.

El error de cálculo de Mr Handsome

Mr Handsome (guapo), como se apodaba a nuestro presidente del Gobierno por los pasillos de la UE en Bruselas y en las cancillerías -con permiso del canadiense Justin Trudeau-, dio por hechas muchas cosas, demasiadas, respecto al apoyo femenino y feminista. Su pecado original, por decirlo así, fue pensar que con el PP desarbolado después de haber desalojado Mariano Rajoy por la moción de censura de 2018, y ya asentado en el poder después de la repetición electoral en noviembre de 2019, tenía patente de corso -margen de maniobra- para hacer lo que quisiera en la formación de gobierno; incluido dejar el Ministerio de Igualdad en manos de esa izquierda partidaría de la Guerra cultural más que de la gestión pura y dura.

Craso error. Debió caer en la cuenta de que aquella vuelta a las urnas, más que una victoria en sí, había resultado un fiasco: después de haber exhumado del Valle de los Caídos, los restos del dictador Francisco Franco, el electorado le premió (modo ironía ON) con dos diputados menos y 700.000 votos menos de los que las urnas le otorgaron seis meses antes. Lo lógico en esa tesitura es pensar que el electorado, por muy tuyo que lo consideres, no traga con todo. Y eso vale también para la mujer. Pero no lo hizo, Pedro Sánchez siguió adelante obsesionado en sacar adelante como fuera el pacto con Pablo Iglesias y Unidas-Podemos, no fuera a ser que unas terceras elecciones acabaran de antemano con el que iba a ser el Gobierno mañas progresista de la historia de España; con tal de poder formarlo quedándose el PSOE con lo que se denominan Ministerios de Estado (Exteriores, Defensa, Interior, Economía y Justicia), todo lo demás fue objeto de negociación. Vaya que sí lo fue.

Peligra el idilio electoral

Esa cesión a Podemos hizo posible que el Ministerio de Igualdad cayera en manos de la pareja de Iglesias, Irene Montero. Con lo que no contaban el presidente y su círculo más íntimo es que desde ahí Montero iba a iniciar su carrera política con una guerra contra el patriarcado y contra quien se le pusiera enfrente, incluido el propio PSOE; recuerden a la ex vicepresidenta Carmen Calvo o al ex ministro de Justicia y hoy magistrado del Tribunal Constitucional, Juan Carlos Campo frente al desbarajuste de la Ley del solo sí es sí desmontada posteriormente en cientos de sentencias por violación.

A ese desastre, corregido aprisa y corriendo de la mano del malvado PP, siguió la Ley Trans que consiguió dividir al feminismo entre clásico y queer, ya saben éste que llama a la mujer «persona menstruante» (sic) para horror de buena parte del socialismo y del resto de la sociedad que se puso en pie de guerra. La guinda a este retrato del desastre lo conforma el desbarajuste de las pulseras controladoras de 4.515 maltratadores que hay en España, que presenta numerosas brechas de seguridad, como atestiguan jueces, fiscales, policías y colectivos feministas. «Sistema caótico» podemos leer en varias actas judiciales de denuncia del hecho, por mucho que la ministra de Igualdad, Ana Redondo, asegure que ninguna de las potenciales 4.515 víctimas ha corrido ni corre peligro. Veremos si han corrido peligro o no, a la luz de la investigación que se va a abrir y de lo que digan los responsables ministeriales en sus comparecencias parlamentarias; de momento lo que corre serio peligro es el idilio electoral de buena parte de las mujeres españolas con Pedro Sánchez y su partido. Solo hay que ver cómo las aberrantes conversaciones de Abalos con su asesor Koldo García Izaguirre repartiéndose mujeres prostituidas han hecho caer al PSOE en medio millón de votos femeninos… y eso no hay bandera palestina que lo tape.