Luis Ventoso-El Debate
  • Si usted hubiese sido uno de ellos simplemente no habría existido; es la mayor tragedia de nuestro tiempo… ¡y una izquierda energúmena la jalea!

Si usted o yo hubiésemos sido uno de los 106.172 del año pasado habríamos tenido un problema, y me temo que serio: habrían cortado nuestra vida en seco. Así de sencillo. Así de cruel.

La ciudad de Orense tiene 104.000 habitantes. ¿Qué diríamos si un virus, o una agresión, hubiese acabado con todos sus vecinos? Sería una noticia que daría la vuelta al mundo y una emergencia nacional. Pues bien, el año pasado se segaron en España con el aborto 106.172 vidas humanas perfectamente viables. La izquierda está contenta, pues han sido 3.000 más que el año pasado, qué guay. Casi hemos superado el récord de 2011. Las ministras Mónica García y Ana Redondo están muy orgullosas.

El Gobierno se ha convertido en un promotor activo de la subcultura de la muerte. Abortar es una maravilla, y cuantos más nasciturus se maten, más «progresistas» seremos. El Ministerio de Ideología Feminista Exaltada, también conocido como Igualdad, promueve el aborto con una web que llamada quieroabortar.org, donde instruye incluso a las menores de edad para que se animen. En 2023, el Tribunal Constitucional dominado por el PSOE proclamó que el aborto, el exterminio de un ser humano indefenso, es «un derecho».

Tertulianos de izquierdas y ministros lo defienden con convicción y energía y tachan de bárbaros y represores de las mujeres a quienes se oponen a eliminar fetos humanos. Por supuesto el padre, el varón, que es la mitad del asunto, no pinta nada. La decisión solo compete a la mujer y su supuesto bienestar se antepone a toda consideración, incluso a la existencia de una vida. La mentalidad PSOE ha calado tanto en España que incluso la mayoría de los tertulianos de supuesta cuota de derechas apoyan el aborto cuando surge el tema, no vaya a ser que se vean señalados por apartarse del pensamiento único.

A riesgo de ser un poco abuelo Cebolleta y repetirme, lo vuelvo a decir: si duro quince o veinte años más, estoy convencido de que me dará tiempo a vivir una etapa en la que la humanidad se asombrará de que hubo una era en que se daba por buena una salvajada del calibre del aborto.

No estamos ante un debate religioso (o no solo). Hoy existen imágenes detalladísimas de la imagen de la criatura en el seno materno. Cualquiera que las vea –y no digamos ya si ve también las de cómo se le mata– no puede defenderlo en modo alguno si conserva un atisbo de conciencia. Sorprende también que se repita un argumento tan pueril como el de que la libertad de la mujer está por encima de todo (si le apetece librarse de un padre dependiente, o atracar una gasolinera para llegar con más comodidad a fin de mes, ¿también debe imperar su libre albedrío?).

Se siguen invocando las excusas primigenias: una violación y el riesgo de la vida de la madre, ambas ciertamente dramáticas. Pero el segundo caso supone solo el 2,6 % del total y el primero es absolutamente residual. El aborto se está utilizando como un método anticonceptivo más y la verdad es que el móvil más abundante –y es descorazonador decirlo– es simple y llanamente que «ahora no me viene bien tener un niño». Así que al aspirador, o al bisturí (y no estoy siendo duro; es en lo que consiste, lo que se hace).

No hay nada bueno en el aborto, y no es un derecho, pues supone disponer de la vida de un tercero. Asombroso que el rodillo mental de la izquierda haya logrado imponer este disparate inhumano, que llega al extremo de que a muchos dirigentes del PP les tiemblan las piernas con este asunto –cuando no son directamente proabortistas– y hasta a los políticos de Vox les cuesta horrores decir en alto qué medida concreta tomarían sobre el tema en caso de llegar al poder.

La lucha por la vida es la bandera más importante de nuestro tiempo. Y no se dejen engañar por el dominio cultural y social que ejerce la izquierda en España. Por ahí fuera las cosas están empezando a cambiar y se empieza a ver lo que siempre se ha debido ver: no se debe matar a una criatura en el útero de su madre. No hay más. Es bien fácil.