Editorial-El Correo
- La creciente preocupación por la inseguridad exige colaboración de las instituciones para prevenir la delincuencia sin estigmatizar a colectivos
La necesaria cautela con la que las instituciones públicas interpretaban el fenómeno de la inseguridad ciudadana en Euskadi, escudadas en diferenciar entre percepción e impacto real de la delincuencia, ha dado paso a un diagnóstico en el que impera la mayor de las preocupaciones. Hasta el punto de elevar el aumento de los delitos que generan alarma social -homicidios, peleas y agresiones contra mujeres- a la categoría de «problema social muy importante», según el consejero de Seguridad. La creciente inquietud por la delincuencia debe refrendarse en datos que no oculten la realidad para que las autoridades puedan elaborar el diagnóstico más certero posible, con el fin de atajar la lacra de la violencia en la sociedad.
Las estadísticas no dejan lugar a la duda sobre la dimensión del reto, el de mayor alcance ya en algunas capitales por su capacidad para empañar logros de ciudad, así como su desarrollo y proyección exterior: la Policía ha decomisado 1.400 navajas y objetos punzantes en 2024, el doble que hace cinco años, mientras que el País Vasco se ha visto conmocionado por diez homicidios en lo que llevamos de 2025. Las cifras, ratificadas por encuestas que advertían sobre la gravedad de la situación, emplazan a las administraciones a redoblar su colaboración para mejorar la prevención y frenar la peligrosa sensación que representa la reincidencia para la seguridad y confianza en los poderes públicos, especialmente jurídicos, fiscales y policiales. Las declaraciones de Bingen Zupiria en las que reconoce que «muchos de los que usan armas blancas son extranjeros sin arraigo» revelan, de alguna manera, la complejidad del fenómeno al añadir el lastre de la falta de integración que, además, puede ir en aumento debido a la llegada de nuevos vascos por efecto de una inmigración imparable en el mundo.
Lo prioritario es detectar el origen del problema para evitar que la lucha contra la delincuencia se convierta en un arma de doble filo, en un intento por extremar las medidas preventivas sin estigmatizar a comunidades concretas. El sistema judicial, considerado «vulnerable» por el presidente del Tribunal Superior, y la búsqueda de más jueces para paliar su «déficit estructural», como plantea el lehendakari, constituyen un paso firme en la búsqueda de soluciones. Pero no todo se arreglará con juicios rápidos y condenas contundentes. Gobernar no solo es responder a problemas determinados sino anticiparse a ellos, sea en las calles o en un campamento de verano.