Chapu Apaolaza-ABC
- Los de la Global Sumud se robaron el show de la tragedia humana y en lugar de bombardeos, solo se escuchaban las batucadas
Los de la Global Sumud Flotilla se robaron el show de la tragedia humana de tal manera que, en lugar de los bombardeos de Gaza, solamente se escuchaban las batucadas. Yo, si pudiera prohibir una sola cosa en el mundo, prohibiría las batucadas. Una vez estuve en la frontera de la franja y los pepinazos sonaban como si la tierra fuera un tambor. Tiene un eco de matraca, la flotilla, de cántico adolescente en ese momento de euforia en el que la gente comienza a cantar en el bus de vuelta de una boda.
Voy muy fuerte con la Global Sumud, que salió con Ada Colau como si fuera Cristóbal Colón con desahucios y salvavidas naranja, y la exalcaldesa cocinaba couscous en cubierta servido al atardecer naranja encendido. La Greta está como las maracas de Machín y mira más cabreada que un guardia. Ayer, un soldado israelí le ponía un abrigo a la sueca para que no se enfriara, la chiquilla. Como todos los niños toreros, Greta tuvo un momento de gloria cuando coincidió que los chicos no podían ver un anuncio de juguetes porque se volvían machistas lo mismo que te echaban la bulla en la Asamblea General de la ONU. Después vino el declive y pasó de luchar contra el cambio climático a ir a Gaza a llevar paracetamoles con cincuenta barcos y no sé cuántos navíos de guerra quemando combustible como si no hubiera un mañana. En esto, me gustó Greta, también, porque reflejaba ese momento en el que uno se hace mayor. Si pudiera, le diría que yo también quería ir a los sitios en canoa y en patinete, y de pronto me vi llevando a mis hijos a sus clases de deporte en una furgoneta diesel de siete plazas y pensando que la vida, chico, no está tan mal.
Cuando empezó el pumpumpumpá, lo primero que vimos fue a la rubia que llaman Barbie Palestina, de aire percherón que bailaba con la kufiya al son del tambor en lo que todos lo sabíamos, iba a ser un viaje inolvidable. Sobre la pechera llevaba escrita su dirección de Instagram para que la siguiera la gente en sus devaneos de éxtasis marítimo de catamaranes con DJ y, al poco tiempo, momentos de gravedad y tristeza porque el mundo, ¿sabes? es una mierda. Un millón de seguidores, por lo menos, debe tener esta señora con ese aire irresistible de fiestera por los que no pueden, de luchadora por las libertades cruzando el mar en velero de Serrat y de montarte unas broncas a las cuatro de la mañana de padre y señor mío. Un icono, vaya. Así que, de pronto, el problema de Gaza era que Barbie Palestina no tenía agua dulce para lavarse el pelo en la mayor sustitución comunicativa del problema real por el de los héroes que lo querían solucionar. Consiguieron tapar los niños despanzurrados y los escombros de Jan Yunís con su flotilla que he llegado a adorar con el paso de las semanas, que finalmente llegó, resultó detenida, se hizo una foto y se volvió en un final histórico de ‘vini, vidi, selfi’.