Comunicando

Javier Zarzalejos, EL CORREO, 16/7/11

Cuando esto ocurre, insistir en que el final de ETA está a la vuelta de la esquina indica que no sólo estamos ante una grave avería en el Estado de derecho. Padecemos, además, una preocupante distorsión de la realidad en quienes nos gobiernan.

ETA comunica. Sus líneas están ocupadas con otras conversaciones que no son las de la paz augurada por los que veían en la irrupción de Bildu el portento más feliz que hemos tenido la suerte de presenciar. Sí, ya sabemos que comentar los comunicados de ETA es dar publicidad a la banda y que se trata de un ejercicio que a muchos les puede resultar insuperablemente tedioso. Ahora, además, la presencia de ETA con su cínica prosa en el aniversario del atroz asesinato de Miguel Angel blanco hace más difícil apartar el desánimo a los que sienten que sus fuerza de resistencia y la confianza que depositaron en el Estado de derecho han vuelto a ser dilapidados por políticos banales y juristas ligeros que se creen con derecho a seguir jugando con la ley al juego de prueba y error.

Pese a tanta exigencia de silencio, hay que insistir en la realidad que tiene poco que ver con el guión de la representación fraudulenta que las marcas políticas de ETA desarrollan en las instituciones y los juzgados.

Lo único que se puede valorar del comunicado de ETA es su claridad. El objetivo sigue siendo el de forzar una negociación política, dentro de un proceso del que la banda terrorista se reafirma como agente. La paz será consecuencia de que esa negociación satisfaga los objetivos de «construcción nacional». La estrategia que se asienta sobre la unidad soberanista y la tregua como «iniciativa» para provocar ese «nuevo escenario» que en realidad es tan viejo como la pretensión etarra de arrastrar al Estado a una negociación que quiebre el marco constitucional.

El futuro para ETA promete -sí, a pesar de su debilitamiento operativo- pero ya puede exhibir alguna importante pieza cobrada, en este caso la derrota «política e ideológica» de la ilegalización que ha abierto el paso al resultado de Bildu del que ETA se felicita. La banda terrorista es muy explícita al recordar que la legalización de Bildu no es la entrada en el redil de la izquierda abertzale, sino que forma parte de un proyecto estratégico que incluía varias piezas, sobre todo la tregua y el tejido de alianzas que Bildu materializa.

Esto es lo que hay. Y esto es lo que va a ver: una estrategia político-terrorista que ETA ha recuperado con el conjunto de la izquierda abertzale gracias a la legalización de Bildu. ETA, desde luego, no sé ve que sobra en este proceso sino que es necesaria y requerida. Si cada vez que la banda terrorista dice que mantiene la tregua, se renueva el crédito, no matar será una generosa concesión de ETA merecedora indefinidamente de reciprocidad por parte del Estado y de los partidos democráticos.

El cuadro lo completa la propia reacción de Bildu ante el comunicado etarra. Uno había esperado airadas protestas de la coalición por la atribución que se hace ETA de sus resultados o que se rechazara la condición de actor que la banda se reservó en un escenario del que se dice que será exclusivamente político. Bildu no sólo no ha tocado una coma de lo dicho por ETA sino que lo ratifica y lo apoya, al declarar que con este comunicado la banda terrorista responde a lo que le planteaba el llamado ‘acuerdo de Gernika’ y el no menos llamado grupo internacional de contacto con Brian Currin a la cabeza.

No parece que ETA esté por la labor de disolverse, ni que la legalización de Bildu vaya a pasar a la historia como ese giro magistral que suscitó sentimientos de agradecimiento en los terroristas tan fuertes como para llevarles a dejar las armas. Se abren paso interpretaciones de los resultados de Bildu que relacionan su éxito con lo que significa la legalización en tanto que ‘victoria’ de ETA sobre el Estado en vez de ver en los votos a la coalición una especie de plebiscito de rechazo a ETA dentro de la izquierda abertzale. Y en ese escenario oficialmente tan esperanzador, resulta que las víctimas tienen que explicar que el final del terror no se puede levantar sobre la impunidad, el olvido, y la legitimación del crimen, sino sobre la ley y el reconocimiento, con todas sus consecuencias, del sacrificio injusto que han sufrido.

Esta creación de la banda llamada Bildu no es esa organización con la que el Gobierno cree que puede subcontratar el final de ETA. Por eso cuando se preparaba al público para presenciar una enorme bronca de familia que terminara en ruptura, lo que se ha visto es un paso a dos que ETA y Bildu ejecutan con una precisión milimétrica.

ETA, simplemente, está ocupando el terreno que se le ha dejado desde el momento en que una organización política, declarada instrumento de la banda terrorista por el Tribunal Supremo, puede entrar en el juego institucional legitimando con su silencio décadas de terror y crimen. Sigue siendo golpeada por la acción de las fuerzas de seguridad pero seguramente ese «nuevo escenario» al que tanto aluden, le hace más llevadera la presión policial y le permite concebir expectativas de recuperación organizativa. Eso es lo que ocurre cuando votos y bombas, Bildu y ETA, pueden convivir bajo objetivos que comparten estrategias que se complementan. Es lo que ocurre cuando una organización terrorista que había sido despojada de su mito de imbatibilidad puede volver a jactarse de haber derrotado al Estado.

Cuando esto ocurre, insistir en que el final de ETA está a la vuelta de la esquina indica que no sólo estamos ante una grave avería en el Estado de derecho. Padecemos, además, una preocupante distorsión de la realidad en quienes nos gobiernan.

Javier Zarzalejos, EL CORREO, 16/7/11