Beatriz Martínez de Murguía, LA RAZÓN de México, 20/10/11
Si algo se puede reconocer a los nacionalistas vascos (radicales o “moderados”, que en eso igual son) es la constancia con que intentan vender al resto del mundo sus espejitos. No cejan: en algún tiempo intentaron salirse con la suya con el llamado Pacto de Lizarra (1998), en el que unos y otros se comprometían a excluir a los no nacionalistas de un acuerdo político con el que pretendían determinar el futuro del País Vasco. Les salió mal y la violencia de ETA continuó. Pero siguen.
La llamada Conferencia de Paz, celebrada el pasado lunes 17 de octubre en San Sebastián y organizada por una asociación nacida al amparo del Partido Nacionalista Vasco y financiada, mientras les fue posible, con fondos públicos, ha sido más de lo mismo. Con las conclusiones previamente cocinadas y elaboradas a la medida de los organizadores, es decir, de los nacionalistas, los autodenominados “mediadores” sólo han contribuido a escenificar lo que Batasuna y ETA llevan tiempo buscando: una pista de aterrizaje que les permita dejar atrás, con lo que ellos consideran un cierto “decoro”, su historia de violencia e ignominia.
La pantomima ha llegado al punto de que las conclusiones de la mencionada conferencia se ajustan perfectamente al imaginario de los nacionalistas sobre la violencia etarra: hablar de ella como parte de “la última confrontación armada de Europa” o equiparar, por omisión, a víctimas y verdugos, son suficientemente elocuentes de quién, cómo y para qué se ha organizado la reunión de personajes cuya relevancia también podría ser tema de otro artículo.
Que al día siguiente, es decir, el martes pasado, los líderes de Batasuna de siempre, como Rufino Etxeberría o Joseba Permach, considerados durante mucho tiempo como los duros entre los duros, celebrasen entusiasmados que una serie de señores ajenos al País Vasco hayan pedido el cese de la violencia de ETA (como si muchos vascos no lo hubiésemos exigido una y otra vez, ante su gélida y repugnante indiferencia) dice mucho de cuál es su próximo objetivo: la búsqueda de contrapartidas políticas. Que ahora pidan la paz, la reconciliación, el borrón y cuenta nueva, quienes nunca, en cuarenta años de asesinatos, fueron capaces de alzar la voz contra ETA, ni de condenar o siquiera reprobar la práctica del tiro en la nuca y la bomba lapa, la extorsión y el miedo, es verdaderamente una broma macabra. Son los mismos que nunca han pedido perdón por su silencio y sus vergonzosas complicidades, los que en su conferencia de prensa del martes pasado, y sólo como respuesta a preguntas de los periodistas, se “atrevieron” a decir que ellos también pedían “el cese definitivo de su actividad armada” y que esperaban una respuesta positiva de ETA “cuando ésta lo considere oportuno”. Son los mismos de siempre, serviles hasta el final.
Beatriz Martínez de Murguía, LA RAZÓN de México, 20/10/11