Lo dije antes de ayer: ¿cómo es posible que en estos treinta años de los terrorismo nadie haya querido plantear la cadena perpetua? La respuesta, a mi entender, es clara: los partidos han tenido siempre un complejo de fondo ante el nacionalismo vasco incluidas sus formas terroristas.
Del asesinato de Carrero a la liberación de De Juana Chaos el balance es inquietante. Ni los gobiernos, ni el Parlamento ni el poder judicial han estado a la altura del proceso. Lo dije antes de ayer: ¿cómo es posible que en estos treinta años de los terrorismo nadie haya querido plantear la cadena perpetua? La respuesta, a mi entender, es clara: los partidos han tenido siempre un complejo de fondo ante el nacionalismo vasco incluidas sus formas terroristas. La insistencia en negar el carácter político de ETA y dejarla reducida a un hecho de banda criminal y mafiosa venía a demostrar la cobardía intelectual y moral de los partidos democráticos. En el fondo se esperaba que diera resultado un tratamiento policial y judicial no excesivamente riguroso. Se esperaba que los chicos díscolos, coyunturalmente entregados al Terror, volvieran a la casa del padre, esto es, a las formas razonables del nacionalismo. Siendo las cosas así ¿cómo recurrir a los métodos de represión más duros? ¿No supondría eso una ruptura definitiva de una gran parte de la sociedad vasca?
El tributo de vidas, pagado por los socialistas y los «populares» (en su día UCD) al nacionalismo no disculpa los enormes errores de ambos. Los primeros han querido representar siempre la «centralidad» en un caso donde ésta no es posible porque el PNV y ETA tienen lazos de sangre; los segundos no han querido volcar su enorme fuerza en el resto de España por miedo a ser tratados de continuadores del franquismo. Por supuesto, ni los unos ni los otros han querido plantearse la aplicación de la cadena perperpetua a los autores de «asesinatos políticos». No han querido entender que los miembros de una organización terrorista no pueden beneficiarse del arrepentimiento, ya que en ellos la disciplina está por encima de la voluntad individual. ¿Cómo podrían entenderlo si los socialistas les consideran dignos de sentarse a negociar y los «populares» sueñan con hacer la misma política que sus contrincantes?
Que la liberación de De Juana Chaos, que va a hacer de mañana un día «histórico», haga reflexionar un poco a nuestros dirigentes. Si fuera así, la humillación general no sería tan inmensa.
Edurne Uriarte, ABC, 2/8/2008