Clérigos nacionalistas en los antedespachos del poder.
EL lendakari Ibarretxe cuenta con un consejo áulico que desde hace tiempo asesora sus pasos a ninguna parte. Esa especie de sanedrín está formado por sujetos que desprecian el sistema liberal-democrático y pretenden inventar una auténtica democracia vasca, un régimen que garantice al nacionalismo hegemonía ilimitada e indefinida en el gobierno de -por lo menos y a falta de territorios menos dispuestos- la Comunidad Autónoma Vasca. La Libre Asociación es la última ocurrencia al respecto. Quienes conocen bien a Ibarretxe afirman que no es un hombre dado a la especulación teórica, que deja en otras manos mientras él aporta su inflexible voluntad de imponer contra viento y marea el programa máximo de su partido. La ocurrencia de la Libre Asociación ha salido del consejo formado, entre otras celebridades, por Jonan Fernández, coordinador de Elkarri con pretensiones de mediador profesional y promotor de la fracasada (y carísima para el contribuyente) Conferencia de Paz a la irlandesa; Ramón Zallo, catedrático y miembro de Zutik, grupo antisistema integrado hace poco en Batasuna y a quien sus principios anticapitalistas no han impedido gozar de un suntuoso sueldo de Viceconsejero de Gobierno hasta que el indiscreto Boletín Oficial de la CAV destapó el pastel. También está, como acaba de revelarse, monseñor Setién. A la vista de su trayectoria, la presencia de monseñor Setién en el sanedrín de Ibarretxe no puede sorprender a nadie: lo asombroso sería su ausencia. Sin duda tiene monseñor abundante disponibilidad desde que traspasó la diócesis guipuzcoana a otro buen cura nacionalista, monseñor Uriarte. Ahora puede dedicar más tiempo si cabe a defender la prepotencia nacionalista. Estemos tranquilos: cuando la obstinada realidad lleve la Libre Asociación a su previsible fracaso, monseñor Setién y sus colegas áulicos alumbrarán otro hallazgo imposible. Quizás una fórmula inspirada en la del Vaticano, que ya fue denunciada por Indalecio Prieto durante la agonía de la Segunda República y que el PNV intentó negociar con Mussolini mediante la rendición de Santoña. Tras el fracaso de fórmulas inspiradas en el Ulster, Quebec y Puerto Rico (sin olvidar las islas Åland, cuya plenitud democrática descansa en que posee servicio de correos propio, como ha descubierto Joseba Azkarraga), ¿por qué no un Batikano vasco, un territorio soberano exclusivamente para la iglesia nacionalista?; ¿no sería esta otra notable contribución del clero vasco a la caridad y la paz bien entendidas? Total, mientras el cepillo repleto dé para subvencionar todos los experimentos… por probar que no quede.
Carlos Martínez Gorriarán, ABC, 11/11/2002