EL BLOG DE SANTIAGO GONZÁLEZ 02/02/13
· Yo supe de José Antonio Zorrilla hace ya muchos años, cuando vi su película ‘El Arreglo’, un interesante thriller hecho con materiales autóctonos. Alguien me contó que su director era un diplomático y ese detalle me pareció muy interesante. Siempre me han atraído las biografías a contrapelo, un poco al estilo del personaje que interpretaba Miguel Bosé en aquella película de Almodóvar ‘Tacones lejanos’: un magistrado de día que se convertía en drag queen por la noche.
Si lo piensan bien, de esos materiales está hecha buena parte de la literatura y el cine universal. El doctor Jeckyll y mister Hyde, Psicosis, el estrangulador de Boston, el hombre lobo, Drácula y aquel personaje de Catherine Deneuve en Belle de Jour: elegante burguesa parisina de noche y zorrón desorejado durante el día.
Y también en la vida misma: Un brillante profesional que era director de la Fundación Ideas de día, se convertía en Amy Martin en sus horas extras. Convendrán conmigo en que un señor que es diplomático de día y sueña con hacer películas por la noche es un personaje que llama forzosamente la atención.
Así que yo vi ‘El Arreglo’, y después ‘A los cuatro vientos’, una película sobre la vida del escritor Lauaxeta, ‘El invierno en Lisboa’, una adaptación de la novela de Antonio Muñoz Molina. También vi un excelente documental sobre las víctimas del terrorismo, ‘Los justos’. No he visto sus dos primeros documentales: ‘El barranco de Víznar’, Argeles’, ni otro que realizó en 2003: ‘ El desierto y las olas’.
Yo lo conocí personalmente ese año. Un día del mes de diciembre me escribió un correo diciéndome que leía habitualmente mis columnas y creí entender que no le desagradaban, porque me anunciaba que pocas semanas más tarde iba a impartir una conferencia en Bilbao y que podía ser una ocasión para saludarnos. Pensé que no debían de desagradarle porque en aquellos años El Correo nos había asignado un correo electrónico y yo lo que recibía mayormente eran insultos y no cartas así de consideradas.
Pero fui y nos conocimos y aquello, como diría Rick, fue el comienzo de una hermosa amistad que renueva votos cada vez que él viene a Bilbao y quedamos para charlar y visitar alguno de los templos donde se oficia bajo las especies de la tortilla de patata y la gilda.
El origen de esta conferencia está en una mesa redonda a la que asistimos en octubre sobre la autodeterminación y el federalismo. Artur Mas se había arrancado con su proyecto de proclamar la independencia mediante el ejercicio del derecho de autodeterminación. A la salida me dijo que habían quedado aspectos fundamentales sin tratar y ahí mismo le propuse una conferencia para la Fundación.
A decir verdad, Mas había enunciado sus planes mediante sendos eufemismos: el derecho a decidir y la consulta para ser un nuevo Estado en la UE. Lo del nuevo Estado también tuvo su vigencia en los buenos tiempos de Ibarretxe. Los más memoriosos recordarán que el primer nombre de la cosa fue lo del Estado de Libre Asociación, lo que remitía inmediatamente al Estado Libre Asociado por antonomasia: el modelo de Puerto Rico.
Recuerdo a este respecto que pocos días después de que el lehendakari Ibarretxe anunciara en el Parlamento vasco la buena nueva de su plan, el 27 de septiembre de 2002, Radio Euskadi entrevistó a un prestigioso catedrático de la Universidad de San Juan de Puerto Rico para que abundase en las semejanzas entre el Estado Libre Asociado y Euskal Herria. El profesor, naturalmente, dijo que aquello había sido una buena salida para Puerto Rico, pero que no tenía conocimiento de que la ruptura de un estado unitario hubiera dado lugar a dos estados asociados en ninguna parte del mundo.
Esta es una característica fundamental del lenguaje nacionalista, que es reversible como algunas gabardinas de entretiempo. Ibarretxe no propuso un Estado Libre Asociado, sino un estatus de libre asociación, que es algo radicalmente diferente. No es lo mismo autodeterminarse que determinar comprarse un auto, lo puede entender cualquiera.
Todo el debate en sobre estas cuestiones ha sido fundamentalmente nominalista. Para definir a la patria de los vascos, Sabino Arana inventó un neologismo, Euzkadi, cuya pertinencia es lingüísticamente discutible. Jon Juaristi sostiene en ‘El bucle melancólico’ que:
«Euzkadi es un dislate: consta de una absurda raíz, euzko, extraída de euskera, euskal, etc., a la que Arana hace significar ‘vasco’ y del sufijo colectivizador-ti/-di, usado sólo para vegetales. Euzkadi se traduciría por algo parecido a ‘bosque de euzkos’, cualquier cosa que ello sea.»
El lingüista Xabier Kintana da la razón a Juaristi, al definir el sufijo «–di» o «-ti»:
«conjunto de, grupo de, utilizado con plantas; es similar al castellano –eda (manzaneda, pereda, avellaneda, pineda…) Ejemplos: lizardi, urkidi, pagadi, gorostidi, harizti…»
Es decir, que el mismo nombre de Euskadi es, en sus orígenes la síntesis de dos negaciones de la condición de ciudadanos: la pertenencia a la tierra y el carácter gregario, la sumisión al colectivo, amén, naturalmente, del inmovilismo.
El movimiento Elkarri que patroneaba el flamante secretario general de Paz y Convivencia, Jonan Fernández, fue uno de los pioneros en el arte de mezclar los derechos individuales y los colectivos. La amalgama tuvo un primer efecto para el terrorismo etarra que fue su primer impulsor: relativiza el derecho a disfrutar de los primeros mientras no hayamos alcanzado plenamente los segundos.
La autodeterminación es la reivindicación que no cesa en ETA y el conjunto de la Izquierda Abertzale desde la Alternativa KAS (1975). Y de manera inevitable, formando par con la territorialidad desde que el 19 de abril de 1995 se hizo pública la Alternativa Democrática para Euskal Herria.
Después ha arraigado con fuerza entre los nacionalistas y en parte de la izquierda. Eso y no otra cosa es lo que dicen cuando formulan ese catálogo de eufemismos que constituyen el lenguaje políticamente correcto de hoy en día: «el derecho a decidir», «el ámbito vasco de decisión», «la definición del futuro le corresponde al pueblo vasco» y «la consulta popular».
El nacionalismo, digamos democrático, no había sido siempre partidario. O sí y no al mismo tiempo, según. ¿Qué opinaba Arzalluz del tema, por ejemplo? Pues depende.
Él tuvo ocasión de votar sí a la autodeterminación en el Congreso en 1978, cuando la propuso el diputado abertzale Letamendía durante el periodo constituyente y no lo hizo. En otras ocasiones se expresó de manera displicente: «La autodeterminación, esa virguería marxista», «¿para qué queremos la autodeterminación, para plantar berzas?» También manifestó en otras ocasiones una nostalgia autodeterminista: «Si no fuera por los inmigrantes que Franco trajo aquí, habríamos podido plantear un referéndum y ganarlo». » No buscamos ni en la palabra » nacionalidades » , repito , ni en la de » autonomía » , un trampolín para la secesión .» (Diario de sesiones del Congreso, 12-5-1978 ) «Si se celebrara un referendum , lo ganarían ellos , porque dominan los medios de comunicación».
Decía hace un momento que nuestros debates son muy nominalistas y, en cierto modo, un ejercicio de narcisismo. Se trata de asomarnos a un espejo que nos devuelva una imagen favorable. La combinación de ambas debilidades nos lleva a levantar la mano cada vez que alguien, en cualquier parte del mundo, pronuncia la palabra autodeterminación. Poco importa que fuera hace veinte años en Alemania y que aquello fuera para unir lo que desde 1945 habían sido dos Alemanias.
Tenemos una larga lista de modelos: nuestros nacionalistas se han inspirado en irlandeses, palestinos, estonios, letonios, lituanos, checos y eslovacos, quebequeses, alemanes del Este, georgianos, nuevos caledonios, chechenos y alandeses.
Las islas Åland son un archipiélago del Báltico que tiene 6.554 islotes, 25.000 habitantes y seis millones de pájaros se convirtieron en un modelo para el entonces senador de EA, Joseba Azkarraga, que se mostraba fascinado por una autonomía «que les permite disponer de bandera propia, gobierno, parlamento, fiscalidad, sellos y correo postal». No dijo que tener una radio pública les costó 80 años de autonomía.
Hubo una época, a principios de los 90 en que Georgia tuvo mucha fuerza como modelo. Los georgianos eran los vascos de la URSS, su idioma y el euskera tienen parecidas raíces y sus tres ciudades más importantes están hermanadas con las capitales de la Comunidad Autónoma: Tiflis con Bilbao, Kutaisi con Vitoria y Batumi con San Sebastián.
La izquierda abertzale tenía por modelo Albania. Txema Montero, explicaba durante su militancia en HB explicaba que sus modelos eran «Albania, por su conciencia nacional y la República Democrática alemana por su alto grado de desarrollo». Iñaki Esnaola matizaba que «no es nuestra intención convertir a Euskadi en una Albania en el Golfo de Vizcaya; estamos más cerca del modelo sueco».
Esto nos llevaría a la analogía del sueco y el zulú con la que tanto brilló Xabier Arzalluz. Aquí todo tiene su por qué, pero vemos a dejarlo en este punto. A qué a mí me gusta mucho hablar seguramente tenéis interés en oír a nuestro invitado de hoy.
EL BLOG DE SANTIAGO GONZÁLEZ 02/02/13