Rajoy empeña su palabra en que el PP no cobró ni pagó nunca ‘dinero negro’

EL MUNDO 03/01/13

· Califica como «apócrifo» el documento de Bárcenas, sin querellarse contra él ni mencionarle / Denuncia «infamias», «infundios» y «fariseísmo» hacia él, el PP y el Gobierno que «dañan a España»

No habrá chivos expiatorios para salvar al PP del escándalo generado por los papeles de Bárcenas. A diferencia del caso Naseiro en tiempos de José María Aznar, Mariano Rajoy ha optado por negar todas las acusaciones sobre la presunta contabilidad B del partido, y liderar la resistencia frente a la campaña de «infamias» e «infundios» que le «acosan», y que «dañan a España». Así, empeñó ayer su palabra en que ni él ni el PP han cobrado o repartido dinero negro en «todos estos años».

Lo solemnizó en la comparecencia más esperada del año, y blindado frente a las preguntas de los periodistas desde la pantalla en abierto del Comité Ejecutivo de su partido: «No tengo nada que ocultar. Yo sé ganarme la vida. No he venido a la política a ganar dinero ni a engañar a Hacienda», dijo sobre sí mismo.

«En este partido», añadió en nombre del PP, «no se pagan cantidades que no hayan sido registradas en la contabilidad del partido»; «No es cierto que hayamos percibido dinero en metálico ocultado al fisco»; «todas nuestras retribuciones se han ajustado a la más estricta legalidad a lo largo de todos estos años»… Más que un desmentido, lo que protagonizó Rajoy fue un encendido alegato de autodefensa, con el que acertó a sofocar la zozobra de buena parte de sus dirigentes -la mayoría de los cuales sólo se dejó ver a la salida de la reunión-, pero en el que no concretó ninguna estrategia de contraataque.

Pese a la demanda de varios de sus barones, Rajoy rehusó o dejó para otra ocasión una querella contra su ex tesorero Luis Bárcenas, al que en absoluto nombró ni identificó como enemigo, y cuyos papeles, por cierto, calificó de «apócrifos».

Sus barones le habían pedido «medidas» frente a lo que él mismo reconoció en su intervención como «un escándalo de grandes dimensiones». Pero ayer sólo ofreció una, eso sí -y como se encargó luego de subrayar el gallego Alberto Núñez Feijóo- sin precedentes en otros países vecinos ni en la propia historia de la Democracia: «La semana que viene», anunció, «mis declaraciones de la renta y patrimonio estarán a disposición de todos los ciudadanos en la págima web de La Moncloa», anunció.

Además, comprometió la entrega de los mismos documentos por parte de los dirigentes de su partido, a los que, por cierto, en la reunión de ayer se les repartió una plantilla de declaración jurada sobre la legalidad de sus cuentas personales. Habrán de prestarla ante la tesorera, como hasta ahora han hecho, entre otros, María Dolores de Cospedal y los tres vicesecretarios: Carlos Floriano, Esteban González Pons y Javier Arenas.

También puso en valor Rajoy el informe de la propia tesorera, Carmen Navarro -que ella misma expuso ante el Comité y que fue luego entregado a la prensa- y cuya conclusión, en suma, es que no existe en el PP otra contabilidad que la entregada para su fiscalización al Tribunal de Cuentas.

Pero ni lo enérgico de su discurso ni la promesa de «transparencia» disiparon el temor de los populares frente a próximas entregas del tsunami Bárcenas y frente a la presión de una calle ya exacerbada.

Lo expresó de manera muy gráfica el presidente de Extremadura, José Antonio Monago, en medio de la larga retahíla de halagüeñas intervenciones que siguieron al discurso de Rajoy. Antes de proponer que todos los barones se sumen a la publicación de sus respectivas declaraciones de renta y patrimonio, contó que había parado a tomar un café en una gasolinera y que había tenido que ver cómo una señora retiraba ostensiblemente el bolso de su lado, al tiempo que advertía en voz alta del peligro de la presencia de ladrones.

«El ambiente es tremendo», refrendó con sus propias palabras la presidenta del partido en Madrid, Esperanza Aguirre, quien advirtió, además, de que «ya no valen las palabras» y hay que hacer «gestos». Aguirre, pese a aplaudir como todos la intervención de Rajoy, pidió que no sólo se publique el informe de la tesorera, sino también la propia contabilidad del partido. Además, fue una de las dirigentes que más insistió en la necesidad de presentar una querella contra Bárcenas.

Así lo hicieron, aunque sin nombrarle en absoluto -como ella-, Alberto Núñez Feijóo y el presidente de Castilla-León, Juan Vicente Herrera, quien pidió «acciones jurídicas contra las personas que se han reído de nosotros». «Una respuesta contundente y actuaciones jurídicas», reclamó Ignacio González, «porque nos lo demandan los ciudadanos y nuestros militantes».

«Nunca había tenido la sensación de vivir un día con tanto riesgo sistémico», reconoció por su parte el eurodiputado Luis de Grandes, quien pese a aplaudir la «contundencia» de Rajoy y su «inequívoco» discurso, advirtió: «Esto no se ha acabado hoy».

Nadie abrió la boca entre los miembros del aparato. Al igual que en el Comité Ejecutivo de hace dos semanas, cuando a resultas de la información de EL MUNDO sobre los sobresueldos el líder del PP ordenó la investigación interna, fueron los barones los que acudieron al auxilio de Rajoy. Pero si en aquella ocasión éstos reclamaron diligencia en el esclarecimiento de las cuentas, ayer lo que hicieron fue competir en el elogio a su líder y a la bandera en la que éste se envolvió.

Tampoco entró nadie en detalles sobre los papeles de Bárcenas. Salvo Alicia Sánchez-Camacho, que en una pregunta que algunos se maliciaron «inducida», sirvió para que la tesorera aclarara que la contabilidad del partido refleja perfectamente el préstamo del PP a Pío García-Escudero que venía reflejado por los apuntes de Bárcenas.

El presidente del Senado fue, precisamente, el primero en hablar para «lamentar» la «utilización» que el diario El País hizo de su reconocimiento de la referida partida, como ejemplo de la veracidad de los papeles publicados. Se quejó también de que en los papeles de Bárcenas no se refleje la devolución completa del préstamo, sino sólo de un millón.

Pero quien con más convicción se sumó a la resistencia liderada por Rajoy fue el presidente del partido en Canarias y ministro de Industria, José Manuel Soria. En una intervención dedicada, de paso, a Ana Mato, recordó el caso Telde, basado en un informe policial sobre corruptelas que resultó falso.

Y es que, a falta de querella y a falta de detalles sobre la veracidad o la falsedad de los apuntes publicados, el resultado de la comparecencia de ayer fue un auténtico no pasarán frente a toda suerte de conspiraciones. «Yo sigo», prometió Rajoy a los suyos al cabo de la reunión, y después de haber advertido: «Si alguien piensa que mediante el acoso yo me voy a encoger, o que puedo abandonar la tarea que los españoles me han encomendado, tengo que decirle que se equivoca». «Si alguien piensa», añadió, «que a este partido se le puede amedrentar con técnicas de agitación, también se equivoca».

Rajoy se mostró sarcástico, sin citarlos, hacia los medios de comunicación, por «disfrazar las infamias de presuntas». Y envió un mensaje también tácito a su ex tesorero, al asegurar que los que «están esparciendo el mal contra mí, contra el Gobierno, y contra España» no sólo no lograrán que renuncie al poder, sino que tampoco «podrán impedir que se conozca la verdad»; lo cual Rajoy sólo dejó en manos de la Justicia.

EL MUNDO 03/01/13