¿Por qué un presidente escarmentado habría de volver a implicarse en aventuras cuando la política antiterrorista actual le está proporcionando éxitos? Eguiguren sólo encuentra como respuesta la presión de la derecha –la misma, por cierto, que sostiene al Ejecutivo de Patxi López–; no se le ocurre que pueda ser por las lecciones aprendidas.
En la primera legislatura de José Luis Rodríguez Zapatero, el presidente de los socialistas vascos, Jesús Eguiguren, fue el ideólogo y el muñidor de la política de diálogo con ETA. Comenzó las conversaciones con Batasuna en el 2002 sin informar a Zapatero hasta dos años más tarde y protagonizó las reuniones oficiales con ETA y Batasuna. El presidente del Gobierno hizo suya, sin prevenciones, la estrategia que preconizaba su compañero vasco hasta convertirla en una apuesta personal.
De todos es sabido cómo terminó aquella operación el 30 de diciembre del 2006 y cómo el presidente quedó en evidencia porque la víspera había anunciado que venían mejores tiempos. Ahora, Jesús Eguiguren le reprocha públicamente al presidente no sentir el entusiasmo que él mismo experimenta ante los movimientos de la izquierda abertzale. Después del desengaño del 2006, Rodríguez Zapatero tiene motivos de sobra para no volver a depositar su confianza en las promesas del entorno de ETA o en las euforias del presidente del PSE, quien, por otra parte, ha mantenido notables diferencias, en público y en privado, con el vicepresidente Alfredo Pérez Rubalcaba.
La confianza entre los dirigentes del PSOE y Jesús Eguiguren se ha ido evaporando con el paso del tiempo. A buen seguro que no han ayudado declaraciones como las efectuadas por el presidente del PSE sobre las conversaciones mantenidas con Batasuna en Loyola que no dejaban en buen lugar al Gobierno de Zapatero: “Madrid pensaba que esto se limitaba a una reforma del Estatuto. Sospecho que entre ellos decían: ‘Cuando la reforma llegue aquí la peinaremos un poco’. Es decir, si el acuerdo hubiera salido adelante, algún día el Gobierno de España se habría metido en un buen fregado. El Gobierno de España no se daba cuenta de que por ese camino, algún día, llegaríamos a la consulta”. El Gobierno no se daba cuenta y su negociador no le advertía.
¿Por qué habría de volver a implicarse un presidente escarmentado en aventuras inciertas cuando la política antiterrorista actual le está proporcionando importantes éxitos? Eguiguren sólo encuentra como respuesta la presión de la derecha –la misma que, por cierto, sostiene al Ejecutivo de Patxi López en Euskadi– y no se le ocurre que pueda ser por las lecciones sacadas de las experiencias del pasado. Cree que lo que ocurre ahora es un epílogo de lo que se hizo en la legislatura anterior, o sea, de la estrategia de diálogo con ETA. Debe ser de los pocos, si no el único, que piensan eso, ya que la mayoría cree que los movimientos de ETA y de su entorno son consecuencia del éxito de la rectificación pilotada por el ministro del Interior tras el fracaso de las conversaciones.
Batasuna quiere ahora volver a la vida política y ha hecho manifestaciones de acatamiento de la legalidad y de distanciamiento del terrorismo. Lo ha hecho cuando se le han cerrado todas las puertas y cuando el acoso policial y judicial contra ETA y su entorno le ha persuadido de que no tenía otra opción. Todo lo contrario a lo ocurrido en el 2006, cuando los socialistas rogaban a Batasuna que intentara legalizarse y lo único que consiguieron fueron desplantes.
Florencio Domínguez, LA VANGUARDIA, 16/3/2011