Urkullu, sin apenas oposición

TONIA ETXARRI, EL CORREO 25/11/13

Tonia Etxarri
Tonia Etxarri

· El grado de «exigencia permanente» que prometieron los partidos con la izquierda abertzale se muestra desigual e intermitente.

Apunto de cumplirse el primer aniversario del Gobierno del PNV, el lehendakari Urkullu ha conseguido dar un giro de 180 grados a la imagen de soledad institucional que le persiguió durante más de medio año de legislatura debido a su empecinamiento inicial en querer gobernar solo. Necesitó tiempo para asumir que el mito de la capacidad de su partido para gobernar y gestionar Euskadi en cualquier situación se había derrumbado a partir del momento en el que las urnas no le respondieron como él esperaba.

Su primer año en el Ejecutivo no ha acreditado el eslogan de que sólo el PNV es capaz de llevar a Euskadi por la vía del progreso y resolver de un carpetazo los problemas que nos acucian. Más bien se ha demostrado que el PNV ya es «un partido más». Excepto en su capacidad para llevar a los socialistas a su terreno y aparentar ante la ciudadanía que sus 27 escaños suponen la mayoría en el Parlamento vasco. El pacto fiscal firmado con los socialistas al que se sumó, en tiempo de descuento, el PP más contradictorio de la última época, le ha vuelto a situar en el centro. Tuvo que ceder en sus posiciones. Un viraje que no fue comprendido por los empresarios vascos. Pero no le dolieron prendas en torcer su ideario en política económica y fiscal, incluso foral, si a cambio tenía garantizada la estabilidad institucional. Una situación que le ha fortalecido al descubrir a una oposición ciertamente domesticada que ha ido desaprovechando en el camino, con la excepción de UPyD, sus oportunidades de ejercer de vigía permanente de los errores del Gobierno.

A punto de cumplir el primer año de legislatura, su gestión no pasará a la historia por haber tenido liderazgo. No ha sabido dar con solución alguna a la caída de Fagor, el fiasco de Epsilon o la huida de Tubacex a Cantabria, por citar los ejemplos más sangrantes del retrato económico de la comunidad autónoma vasca. Euskadi se mantiene con la tasa de desempleo más baja de España, pero el paro ha subido en 1.100 personas en el tercer trimestre en relación al año pasado. Nada de qué presumir.

Pero el lehendakari tiene garantizada la estabilidad parlamentaria. UPyD ha planteado 29 exigencias para ofrecer su apoyo a los Presupuestos, consciente de que el PNV no le necesita para los desempates en la Cámara. De hecho, tras el pacto fiscal, Urkullu se permite abordar los otros dos pilares de su proyecto político, la pacificación y el autogobierno, dando por hecho que el consenso tan predicado pinchará en hueso porque es ahí donde socialistas y populares tendrán que marcar su perfil de oposición para contrarrestar el guión que pretende imponer la izquierda abertzale. Todo ello en un Parlamento donde la segunda fuerza política, heredera de Batasuna, utiliza la táctica del olvido diseñada para que los ciudadanos no recuerden su trayectoria de justificación de la banda, para que los estudiantes de hoy y mañana lleguen a creer que en Euskadi hubo dos bandos confrontados, incluso en democracia, y que ETA se creó en defensa propia.

El grado de «exigencia permanente» al que se comprometieron todos los partidos cuando señalaron que la denominada izquierda abertzale necesitaba tiempo para asimilar la democracia está siendo, en realidad, desigual e intermitente. La excarcelación de presos de ETA por orden del Tribunal de Estrasburgo ha dejado en evidencia la asintonía de los partidos democráticos. El partido socialista se ha ido despojando de las críticas de otros tiempos. No ha llegado a decir que la derogación de la aplicación de la ‘doctrina Parot’ «es un paso gigante para la paz», como piensa el PNV, pero los colectivos de víctimas del terrorismo, salvo contadas excepciones, han echado de menos una actitud más exigente por parte del partido de Patxi Lopez. Las declaraciones provocadoras del presidente de Sortu también ha marcado las diferencias. El PNV se contentaba con pedir «rectificación». El PP se limitaba a describir que habían sido una «apología de ETA». Los socialistas las calificaban de siniestras. Tan sólo UPyD se atrevía a exigir su ilegalización.

Si la Fiscalía ha abierto diligencias al presidente de Sortu por posible enaltecimiento del terrorismo no es por exigencia de los partidos políticos vascos, sino a instancias del colectivo de víctimas Covite. El plan de paz del Gobierno, elaborado por Jonan Fernández, ha introducido cambios después de las críticas iniciales. Pero la ponencia ídem del Parlamento vasco seguirá estancada mientras la cerrazón de EH Bildu permanezca inalterable.

Suele decir Andoni Ortuzar que no se puede estar «a setas y a ‘rolex’» a un tiempo para justificar que la tardanza de Urkullu en acometer el debate soberanista se debe a que, primero, hay que resolver la gran asignatura de la pacificación. Pero, tan apremiado por la izquierda abertzale que le emplaza a «no perder el tiempo con el árbol del Concierto y trabajar por la soberanía plena», el lehendakari nos ha dejado siete años por delante para que nos hagamos a la idea de que en Euskadi ya se habrá realizado para 2020 con consulta y todo.

Pero la vía vasca hacia la soberanía será pactada con el Estado. Tanto en la pacificación como en el debate soberanista, Urkullu tendrá que evitar la tentación de trasladar la responsabilidad a la oposición. Y la oposición deberá recuperar su perfil sin esperar a que volvamos a estar en campaña electoral. Eso es lo que esperan de unos y otros los ciudadanos que acuden, con tanta moral como paciencia, a cada cita con las urnas.

TONIA ETXARRI, EL CORREO 25/11/13