El sueño de la razón

ABC 13/01/14
IGNACIO CAMACHO

· El error esencial consiste en no entender que el proyecto político de ETA sigue vivo y nunca ha dejado de estarlo

Todo se ha envenado en apenas dos semanas. La carta de los presos y el siniestro aquelarre de Durango han enfangado de repente la ruta del llamado proceso final de ETA, sutil terminología puesta en circulación para eludir en concepto de la pazzzzzzz zapateriana. El Gobierno quiso dar un golpe de autoridad con la detención de los jefes de la estrategia carcelaria y le salió un gatillazo precipitado por una filtración a destiempo. El nacionalismo ha vuelto al pacto de Lizarra de la mano de Bildu. Los socialistas guipuzcoanos se han desmarcado de la política antiterrorista oficial, y algunos sectores de la burguesía vasca temen el regreso de los escoltas. La sensación de este brusco giro es que las cosas estaban menos maduras de lo que aparentaban. Y que se han desatado los nervios a partir de un cúmulo de errores.

Pero el error principal no es táctico sino estratégico y no viene de ahora sino del principio del dichoso proceso. El error consiste en no entender que el proyecto político de ETA sigue vivo y nunca ha dejado de estarlo aunque la banda no mate. Y lo que sucede ahora es que la propia ETA está discutiendo con sus testaferros el control, el derrotero y los tiempos de ese proyecto que, retóricas aparte, sigue siendo la independencia del País Vasco y la instauración en él de un régimen autoritario.

La construcción de una pista de aterrizaje legal para los herederos del terrorismo armado fue la mayor equivocación del zapaterismo, que creía con su proverbial irresponsabilidad en la pacífica reconversión etarra. Durante los últimos años el pensamiento político dominante ha dado por sentado que los batasunos eran los buenos, los apóstoles de una reinserción política en la que ni siquiera se le ha exigido el requisito del arrepentimiento, la condena y la petición de perdón. Se les entregó por anticipado el acceso al poder y ETA quiere ahora manejar ese poder. La ruptura entre ellos no se ha producido y existe un forcejeo de tensiones en el que algunos pescadores de ríos revueltos quieren irrumpir apuntalando a Sortu-Bildu con pactos que los atraigan fuera de un lado oscuro que no han acabado de abandonar. Alguien ha pensado que constituye una solución, en vez de otro problema, que el proyecto de ETA circule por la vía catalana.

Hay un voluntarismo general, del que también participa en algún modo el Gobierno, tendente a creer que el final de ETA está más próximo de lo que indica la realidad objetiva. Se trata de una confusión entre el fin del terrorismo y el de ETA. De nuevo y por desgracia tienen razón las casandras pesimistas que insisten en que, de una manera o de otra, la banda pretende sobrevivir a su propia derrota cambiando de piel. Pero no puede haber, ontológicamente, una ETA democrática. El macabro retorno de los brujos de Durango debería haber bastado para despertar de este sueño de la razón bienintencionada.