Euskadi es una nación: ¿Y eso, qué es?

EL CORREO 31/01/14
ANDONI UNZALU GARAIGORDOBIL

· Para lograr todos sus objetivos el nacionalismo tiene que utilizar procedimientos y medidas que rompen la igualdad y la democracia

¿Quién lo dice? ¿Y, en cualquier caso, ser una nación qué quiere decir? Empecemos por el principio. Las revoluciones americana y francesa acuñaron dos términos novedosos: la declaración de independencia americana comienza diciendo «Nosotros, el pueblo» y el Tercer Estado de Francia, junto a unos pocos diputados del Segundo, se llamó a sí mismo «Asamblea Nacional». Los dos persiguen el mismo objetivo, reivindicar todo el poder político para el conjunto de la ciudadanía, hasta entonces en manos del rey y de la nobleza. Surge así el concepto de pueblo enfrentado a la nobleza, y Asamblea Nacional enfrentado a la Corte. El pueblo son todos los habitantes y la nación son esos mismos habitantes con poder político soberano. Por eso el primer artículo de la Constitución de Cádiz (1812) dice: «La nación Española es la reunión de todos los españoles de ambos hemisferios». No tiene ninguna otra connotación, es la unión política de todos los españoles, no hay identidad.

Pero a mediados del XIX vino el nacionalismo, arrasó Europa y todo cambió.

Con el nacionalismo el pueblo no son la gente, no son las personas, es otra cosa diferente y siempre lleva adjetivo: Pueblo vasco, Pueblo catalán… El pueblo existe desde antes y es independiente de las personas reales que viven en la actualidad. ¿Y cómo sabemos que lo que tenemos delante no es un montón de personas que viven en un sitio, sino que en realidad esas personas son un pueblo? Buena pregunta, pero tiene una respuesta sencilla: hay un pueblo cuando dos nacionalistas se juntan y dicen «aquí hay un pueblo». A partir de ese momento hay un pueblo y una nación. Antes de Sabino Arana Euskadi no era una nación, siendo tan antiguos, en los 7.000 años que decía el lehendakari Ibarretxe, a nadie se le ocurrió decir: «Somos una nación». Si preguntamos a un nacionalista si Navarra pertenece a la nación de Euskal Herria, «sin duda que sí», nos contestará. Y si le replico «pero, mire usted, una considerable mayoría de navarros piensa que no son nación vasca». «Es que aún no tienen conciencia nacional», me responderá. «Con la construcción nacional conseguiremos que al final se den cuenta de que, en realidad, sí que son de la nación vasca».

Bueno, pero entonces el pueblo, ¿qué es? Ya vemos que no es la unión de los habitantes; de nuevo tenemos que preguntar al nacionalista, porque es él quien ha definido lo que es: «El pueblo es una comunidad de identidad y tiene dos elementos principales, historia e identidad. Eso es el pueblo y la nación es la expresión política del pueblo». ¿Y el Estado qué es? «Ah! el Estado, el Estado es el poder político para defender la nación. Porque la nación sin Estado se muere». Un poco raro me parecen las prisas para la independencia porque si hemos aguantado 7.000 años sin ni siquiera saber que éramos nación, ahora que ya lo sabemos otros cien años aguantamos seguro, digo yo.

Aunque, en verdad, el Estado les hace falta para hacer ‘construcción nacional’. Esa es la verdad. Y yo me pregunto, si la nación existe, ¿por qué hay que construirla?
Y aquí nos encontramos un serio problema con el nacionalismo que, digan lo que digan, no se puede resolver desde la democracia y la igualdad. Dicho de otra manera: para lograr todos sus objetivos el nacionalismo tiene que utilizar procedimientos y medidas que rompen la igualdad y la democracia. Me explicaré.

Antes hemos dicho que en la concepción republicana de ‘pueblo’ y ‘nación’ participan todos los habitantes en igualdad de condiciones y con los mismos derechos políticos.
Si el concepto nacionalista de pueblo es una comunidad de identidad y la nación es la expresión política del pueblo, en ese pueblo no entran todos los habitantes, porque en todas las sociedades hay personas con sentimientos identitarios diferentes.

Dicho de otra forma: en la nación vasca nacionalista no caben todos los ciudadanos vascos, en la nación republicana sí. El problema es qué hacemos con los vascos que no pertenecen al ‘pueblo vasco’. Y la experiencia europea es desoladora: unos de esos que no eran ‘pueblo’ fueron concienciados debidamente con la constr ucción nacional, y millones más fueron asesinados o desplazados de su tierra.
Los nuevos nacionalistas nos están planteando un Estado que integra dos tipos de ciudadanos, los meros ciudadanos que no asumen la identidad del ‘pueblo’ –y nos dicen, tranquilos, tendrán garantizados los derechos básicos como todo el mundo–, y luego los ciudadanos nacionales, los auténticos. Y esperan que después de una generación los ciudadanos no nacionales se hayan ido o se hayan convertido con la construcción nacional.

Precisamente por eso, en el proyecto de Nuevo Estatuto del lehendakari Ibarretxe en Euskadi había ciudadanos vascos y nacionales vascos. Quisiera que me explicaran cómo se hace esto, respetando a todos los mismos derechos y las mismas oportunidades y sin marginar a nadie.
El definir el Estado como garante de la identidad común del ‘pueblo’ hace imposible la igualdad de los diferentes.

En Europa, después de las largas guerras de religión con sus masacres, se llegó a la conclusión de que para defender la libertad de conciencia el Estado no debiera tener religión, sino proteger a todas las religiones.
Después de muchos más muertos y asesinados por problemas identitarios, es hora ya de que digamos: los estados nacionalistas no pueden resolver el problema, porque son el problema. La solución se llama autogobierno y libertad de identidad, pero de eso hablamos otro día.