Seguir la moda

EL CORREO 22/12/14
TONIA ETXARRI

· Que el líder de Podemos sea el único que aprueba en el Euskobarómetro indica que los vascos ven mucha televisión privada

Que los ciudadanos vascos se hayan mostrado desconfiados y recelosos de las instituciones en los sondeos de opinión ha dejado de ser novedad porque la desafección hacia la política es un fenómeno general que atraviesa toda Europa. Que el lehendakari haya descendido en la valoración del último Euskobarómetro entra dentro de las calificaciones que están recibiendo los gobernantes en tiempo de crisis. A Urkullu no le ha salpicado la corrupción, a pesar del ‘caso De Miguel’, Ibarzaharra y otras muchas irregularidades, pero los encuestados no le ven capaz de incentivar la creación de empleo.

Hasta ahí la inercia sociológica parece normal. Pero que sea Pablo Iglesias el político más valorado en Euskadi, donde aún no se ha presentado en las listas electorales, ha roto los esquemas a muchos especialistas en lo nuestro. Que el líder populista sea el único que obtenga un aprobado, 5,6 puntos con un nivel de conocimiento del 89%, indica que en Euskadi se ve mucha televisión privada, que es por donde asoman los profesores de Podemos, mientras el lehendakari se dedica a ver un ‘reality’ de la televisión pública en euskera (ETB-1).

La gente se agolpaba ayer en Barcelona para ver al líder de Podemos en su primer desembarco. Este movimiento asambleario cuyos líderes se forjaron mucho antes del 15-M, según cuentan ellos mismos, dispuestos a hacernos creer que el mundo empezó justamente cuando pisaron la calle. Y en la calle ya estaban aquel 13 de marzo de 2004 cuando muchos reventadores de la jornada de reflexión se concentraron frente a la sede del PP. Aunque Rubalcaba no los hubiera visto. Ahí estaban ellos. No se les vio en las manifestaciones de protesta por los salvajes atentados del 11-M en Atocha. Ahí no. Pero gritando «asesinos» frente a la sede del PP, sí. Desde que en Euskadi, en las elecciones europeas, obtuvieron 52.000 votos, los partidos más afectados se han puesto en guardia aunque sus reacciones, en algunos casos, no están a la altura de la situación. La de EH Bildu, por ejemplo. A su portavoz, Oskar Matute, se le ocurre decir que hay que «devolver el poder originario a la gente». ¿La gente? ¿Dónde va la gente? ¿Donde va Vicente o a votar en las urnas? ¿El Parlamento no está integrado por representantes directos de «la gente»? Otra cosa es que las instituciones no estén sabiendo responder a las necesidades de quienes les votaron. De ahí la decepción y el hartazgo que tan hábilmente están sabiendo aprovechar los inventores de Podemos.

Atina el lehendakari cuando subraya que se trata de un partido que está modificando su discurso. Cierto. Pero se equivoca al atribuir los continuos cambios de Podemos al «resto de fuerzas que le plantan cara a sus propias contradicciones». Qué va. Podemos no se mide con otros partidos. Lo suyo es dar mítines. A poder ser, en espacios en donde retumbe el eco. Porque donde salen a relucir sus carencias es en las televisiones en las que están tan cómodos, hasta que alguien les retuerce las preguntas y ahí empiezan a decir ‘digo’ donde dijeron ‘Diego’. Y a reñir a los entrevistadores cuando no les gustan sus preguntas. Toda una revelación para la próxima legislatura en donde dicen que piensan ganar. Porque su obsesión no es su programa, tan volátil y contradictorio, sino echar al PP del Gobierno. Todo lo demás es negociable. No hay más que ver los ‘volantazos’ que han dado en sus propuestas en cuestión de seis meses.

En la campaña europea se presentaron defendiendo la salida del euro. Pero después de haber calentado el asiento del escaño durante este tiempo, han cambiado de actitud. ¿Salir del euro? Ahora, no. Con el impago de la deuda, varias nacio-

nalizaciones, la eliminación de las empresas de trabajo temporal, sostienen ahora todo lo contrario. Y en este plan, sin llegar al poder.

Su intervención ayer en Barcelona fue una obra maestra de ‘escapismo’ de las concreciones que todo el mundo esperaba. Su representante en Cataluña, Gemma Ubasart, despejó el campo: « No somos unionistas ni independentistas. Somos demócratas». Si hace unas semanas Pablo Iglesias se pronunció a favor del derecho de autodeterminación en Cataluña, siempre que votemos todos los ciudadanos de España, ayer ya se fue por las rocas de Montserrat. Reclamaba el derecho a decidir «sobre todas las cosas». Y para que no sonara al primero de los Diez Mandamientos, se permitió explicarlo. Derecho a decidir «que la ley persiga a los evasores fiscales», por ejemplo. !Pero si la Hacienda del PP ya está investigando a los evasores fiscales como el amigo Joaquín Sabina, entre otros muchos! Huyó del debate territorial envolviéndolo en pulseras y banderas del que terminó hecho un lío mientras le observaba Oriol Junqueras. España es, según él, un «país de países ». No se le había ocurrido semejante definición ni al federalista Pedro Sánchez.

Podemos fragmentará a la izquierda, sin duda, y quitará votos al PSOE. Pero si consigue alcanzar los primeros puestos del Congreso con esa tabla de mandamientos inconclusos e intercambiables, la responsabilidad recaerá sobre los partidos, incapaces de separar lo fundamental de lo accesorio en momentos en los que la moda ‘antisistema’ está cuestionando el proyecto más democrático que fue la Transición del 78. Un proyecto de un país que salía de una dictadura que dotó de las herramientas necesarias para garantizarse una estabilidad institucional durante 36 años. Sin ruptura. ¿Ahora tan solo el PP se va a quedar como centinela de aquel movimiento de consenso que propició el marco de la Constitución?