¿Queremos esto?

ABC 22/05/15
LUIS VENTOSO

· España no puede ser un país donde se filtren los datos fiscales

ARA atajar la corrupción, nada más útil que la prueba del algodón, que ya iba incluida en las últimas medidas contra la mugre. Cuando el político accede a un cargo se debería mirar al detalle su patrimonio. Luego, al final de cada ejercicio, se comparan sus ingresos y bienes con lo que poseía el probo servidor público cuando llegó al puesto. Salvo que medie la herencia milagrera de un tío indiano, no hay que ser Poirot para deducir que si empiezan a florecer dachas, cochazos y fines de año en Manhattan que no casan con el salario, nuestro político está trincando y el fiscal debe aplicarse. Por eso resulta acertado que se exijan y divulguen las declaraciones de bienes de los cargos en ejercicio. La transparencia es el oxígeno de la democracia, que no consiste solo en votar.

Una práctica tan sencilla habría cortado raudo la saga-fuga del Honorable Pujol, o la de Granados. Se aclararían también algunos milagros laicos, como el de aquel preboste socialdemócrata que sin ancestros de peculio ni grandes letras poseía el solaz de un dúplex estival, buen chalé en Madrid y hasta parné sobrante para restaurar la casa del pueblo. Algunos deben de pasar la vida a agua y mendrugos, pues mucho les cunde la pasta…

Pero nada de lo anterior justifica la escandalosa filtración de la declaración de la renta de Esperanza Aguirre a solo tres días de unas elecciones en las que es candidata. Alguien en la Agencia Tributaria ha incumplido la ley, ha vulnerado la confidencialidad de los datos fiscales y ha facilitado a un medio digital sus ingresos de 2013, con el claro objeto de viciar el proceso electoral. Además, se trata de la declaración de un ejercicio en el que Aguirre no ocupaba cargo público alguno, pues era la etapa de su dimisión –luego con freno y marcha atrás–, que la llevó al sector privado.

Este asunto debería denunciarse unánimemente, al margen de las filias o fobias que suscite Aguirre. Algunos consideran que no debió volver tras destaparse que Granados, al que mantuvo casi siete años como su consejero de Presidencia, Justicia, Interior, era un pícaro de riesgo. Pero aquí el asunto es otro: los ciudadanos, todos, tenemos derecho por ley a que se preserve la confidencialidad de nuestra declaración fiscal. Lo que está en juego es defender que España debe ser un Estado de Derecho, con seguridad jurídica, y no una república bolivariana, donde la ley es de goma y tiene más boquetes que el casco del Exxon Valdez.

En la España que nos merecemos, todos los partidos habrían salido a condenar la filtración delincuencial de la declaración de Aguirre y la profesión periodística se abochornaría del medio y el profesional que se ufanan de enlodar el proceso democrático con un material de origen delictivo. En lugar de eso, faltaron minutos para ver al señor Carmona denigrándose con unos chascarrillos sobre la declaración fiscal de su rival. Se critica más que Aguirre haya ganado un buen dinero en el sector privado, fruto de su esfuerzo y prestigio, que el robo de sus datos fiscales. Tal es el nivelón de la España cainita y atolondrada que estamos construyendo, donde el baremo ético y legal va camino de fijarlo el Gran Wyoming.