Valeria, la niña de la curva

ABC 22/05/15
CARLOS HERRERA

· La realidad no se combate con la ensoñación. Se hace con la seriedad de quien no se inventa historietas y propone soluciones creíbles

PEDRO Snchz no defrauda. Apuntaba maneras en sus primeras apariciones públicas hará poco menos de un año. Por aquel entonces no cesaba de contar la historia de Juana, una limpiadora que, al parecer, cobraba un ínfimo puñado de euros a cambio de un trabajo agotador. Me llamó la atención que la misma historia que había contado en una entrevista televisiva me la contase al día siguiente, en la radio, cambiando detalles menores y refiriéndola a otro sujeto supuestamente diferente. Qué casualidad, me dije, en dos días ha conocido a la misma persona en situaciones diferentes. Será que hace como Rigoberta Menchú, que aseguraba haber sido víctima de distintas y trágicas circunstancias que con el tiempo se demostraron falsas: sus exégetas, los que se negaban a la verdad de que Rigoberta era una farsante, justificaban la suplantación de la realidad afirmando que, en verdad, lo que hacía era asumir la historia colectiva haciendo suyo el sufrimiento de tantos como si a ella le hubiese ocurrido y así aprovechar la capacidad de multiplicación de su mensaje para denunciar un mal generalizado. Cuento del bueno, en una palabra: Rigoberta era una farsante de tomo y lomo, y sus adoradores, una panda de tontos del culo.

Como el personaje de Snchz, que de aquella Juana del verano pasado ha mudado en la Valeria de hogaño. Allá donde va el hiperactivo secretario general del PSOE cuenta la historia de la supuesta Valeria, a la que presuntamente conoció la misma mañana del mítin: una joven víctima del sistema laboral que tras quince horas de limpiar inodoros habría cobrado la cantidad de sesenta y pocos euros. Valeria, tal y como se ha visto estos días, vive en Extremadura, Galicia, Madrid, Murcia y Comunidad Valenciana. En todas estas comunidades viene a hacer los mismos trabajos y cobrar lo mismo, y da siempre la casualidad de que se ha encontrado con el líder socialista y ha tenido la oportunidad de contarle su calvario horas antes de su intervención pública. Ya no sé si habla de Valeria o de la Niña de la Curva. El líder, vivamente impresionado por la maldad perversa de la reforma laboral de Rajoy, no habría tenido por menos que referir su caso como paradigma del sufrimiento de los trabajadores en la era del PP, esa que sólo podrá cambiar el día en que él y los suyos lleguen al poder para crear una arcadia laboral de la que aún no ha revelado las claves secretas: ¿cómo hará Snchz para hacer que el trabajo en España vuelva a ser como antes, un lugar en el que Valeria entraba a trabajar como aprendiz en un almacén de tejidos y se jubilaba, cuarenta y cinco años después, como responsable de ventas al por mayor?

A mí no me cabe la menor duda de que Valeria, las diferentes Valerias del cuento, existen. Es decir: que hay infraempleo en España. Lo que me molesta es que Snchz me considere tonto y quiera hacerme tragar una historia colectiva como si le hubiera pasado a él. Me sorprende, además, que toda la pandilla de listos que le rodea no contenga a nadie que le diga que vivimos en una aldea global intercomunicada y que lo que dice en Santiago se sabe cuando llega a Alicante, y que es fácil colocarlo todo junto y llamarse a sorpresa por lo tontos que nos considera a todos. Lo malo de esta tontería es que le quita dramatismo a la historia de las valerias que existen en nuestro país y en media Europa. Y en el mundo entero, ya que lo que hace y cobra Valeria ya lo quisiera una china o una rusa. La realidad no se combate sólo con la voluntad o la ensoñación. Se hace con la seriedad de quien no se inventa historietas y propone soluciones creíbles.