EDITORIAL EL MUNDO – 12/06/15
· El acuerdo que dará el gobierno de la Comunidad Valenciana a una coalición integrada por el PSPV, los nacionalistas de izquierdas de Compromís y Podemos se resume en que los socialistas han asumido el contenido programático de esas dos formaciones populistas con tal de acceder al poder. Todo apunta a que lo presidirá el dirigente del PSPV Ximo Puig, aunque sin duda a un precio altísimo y pese a que Compromís sigue defendiendo que lo haga su carismática líder, Mònica Oltra.
Frente al discurso de centralidad y moderación con el que se presenta Pedro Sánchez ante sus votantes, su partido en Valencia ha renunciado a pactar con Ciudadanos, con el que había intentado un acercamiento en los últimos días, y ha abrazado un compendio de promesas económicas y políticas buenistas pero muy costosas y probablemente irrealizables en su mayoría. Algo parecido sucede en la Alcaldía de la capital de España, donde los concejales de Antonio Miguel Carmona aceptarán de forma acrítica las propuestas de Ahora Madrid –plataforma de «unidad popular» vinculada también a Podemos–, aunque aquí sólo para propiciar la investidura de Manuela Carmena.
En los dos casos, los pactos llegan a costa de desplazar a la fuerza mayoritaria, que había sido el PP. La formación de centro-derecha había sugerido incluso la posibilidad de facilitar con su abstención un ejecutivo en la Comunidad Valenciana del PSOE con el apoyo de Ciudadanos. Puig tendrá que entregar ahora la Alcaldía de Valencia al nacionalista Joan Ribó y gobernará en precario, condicionado por dos socios cuya aspiración es ocupar su espacio electoral.
El acuerdo del Botànic, llamado así porque fue en ese parque de la capital valenciana donde se fotografiaron los dirigentes de los tres partidos tras las negociaciones, incluye la reapertura del canal autonómico de radiotelevisión pública Canal Nou, la implementación de una «renta garantizada de ciudadanía» de la que no se ofrecen más precisiones, el aseguramiento de un consumo mínimo gratuito de luz, agua y gas para «todas las familias», la creación de un banco público valenciano con acceso al crédito del BCE, la ejecución de una «auditoría ciudadana» de la deuda de la Generalitat o el establecimiento de una Agencia Tributaria propia, en la línea del independentismo catalán. Y así, otras muchas iniciativas que supondrían un notable incremento del gasto público.
Es natural que las recetas del populismo reciban el apoyo de una parte significativa de la población después de un lustro largo de desesperación y sufrimiento de los españoles. Pero un partido de vocación mayoritaria que aspira a vertebrar las clases medias como es el PSOE debería actuar con mucha más responsabilidad y sentido de Estado, porque es evidente que esas políticas pueden acabar perjudicando en el medio plazo los intereses de la mayoría. Ahora que se atisban los primeros frutos de la recuperación, sería un grave error dar marcha atrás en los objetivos de contención del déficit que demandan las instituciones internacionales, porque éste es el único camino para no tirar por tierra todos los sacrificios hechos hasta la fecha.
El abandono de las posiciones de moderación por pura ambición puede salirle además muy caro a Pedro Sánchez, que corre el riesgo de ser arrastrado a la radicalidad por el tirón de Podemos.