Simpatía

ABC 22/06/15
DAVID GISTAU

· Ya no quieren decapitarnos en la guillotina, ni empalarnos, ni quemarnos dentro de las iglesias como en el 36

HA sido declarado el estado de simpatía. Personalmente, detesto a los simpáticos tanto como a los emotivos, los sensibles, los solidarios, los conmovidos, los enamorados, los ilusionados, los capaces de llorar, los que se detienen a oler una flor, los que se quejan si les entran duro y los portadores en general de lacitos en la solapa. Por ello me siento aún más desplazado ahora que la política, impregnándose de sirope socialdemócrata, decide que los españoles infantilizados necesitamos simpatía como hasta hace poco disciplina, rigor y golpes de regla en las yemas de los dedos, así como verbos conminativos entre puntos de exclamación cuando nos exigían que abrazáramos el activismo en lugar de hacernos los remolones.

La primera consecuencia es la mutación de Pablo Iglesias en sus carteles electorales. El hombre que jamás sonreía por lo mucho que lo agobiaba el destino de la patria. El que se hizo fotografiar oteando los peligros en el horizonte un poco como en el retrato de Korda donde el Che vislumbra, mientras se cita mentalmente con el peligro, el desembarco en Bahía Cochinos. Ese mismo personaje ahora sonríe tanto, como lo hace un político convencional menos abrumado por el peso del destino, que se arriesga incluso, no ya a que se le vean los dientes, sino a aflojar la tensión de su discurso redentor: cómo no va a relajarse uno y a dar por terminadas las emergencias de la crisis si hasta Casandra sonríe, si incluso los profetas apocalípticos se han vuelto simpáticos y guays y van por ahí traficando con felicidad. Es lo mismo que dice Carmena de sus concejales. Ya no están enfadados, con ese enojo tan «No Future». Se les ha pasado, oiga, la revolución era un pronto. Incluso les da un poquito de vergüenza haberse enfadado tanto. Ya no quieren decapitarnos en la guillotina, ni empalarnos, ni quemarnos dentro de las iglesias como en el 36, ni hacernos tic-tac. Ahora quieren resultarnos simpáticos. Propagar una dicha obligatoria de la que sólo pueden autoexcluirse los vampiros de la derecha, con su costumbre de vivir en la oscuridad: les arde la piel al contacto con la bondad providencial de Podemos. Verano azul. La pandi. Chanquete.

Con todo, no hay espectáculo mejor que el de Rajoy después de que alguien lo convenza de que debe empatizar más. Me lo imagino llevando en el bolsillo un papelito con sugerencias para cuando se cruce con periodistas. 1.- No ordenar al conductor que los atropelle. 2.- Dedicar un tiempo no inferior a 45 segundos a preguntarles por sus familias y/o sus equipos de fútbol favoritos. 3.- Arquear levemente los labios de forma que adquieran la expresión aproximada de una sonrisa. No. No puede funcionar, y eso también lo sabe Rajoy, quien, en los únicos, mínimos cambios consentidos al ruido ambiental, ha ascendido a unos cuantos muchachos de sonrisa natural para poder ser simpático por delegación. Salgan a la calle y empaticen. Y no sé qué es empatizar, habrá pensado, pero espero que se haga con la ropa puesta.