ABC – 02/08/15 – JON JUARISTI
· El desarraigo de las poblaciones de Oriente Medio y África es el medio de reproducción del yihadismo.
Releo estos días En pos del Milenio, de Norman Cohn. Un clásico, decía Italo Calvino, es un libro que se relee, aunque no todo libro que se relee sea un clásico. Este libro de Cohn lo es, y no miento cuando afirmo que lo releo. En pos del Milenio fue uno de los libros más leídos por los de mi generación. Influyó en la crítica al terrorismo italiano (por ejemplo, en los ensayos de Umberto Eco y en su primera novela, El nombre de la rosa) y en la crítica al terrorismo nacionalista en el País Vasco. He emprendido su relectura a instancias de Álvaro Delgado-Gal, que me ha encargado una reseña de su última edición española (por la editorial Pepitas de calabaza, este mismo año). Se publicó en inglés en 1961 y apareció en español por vez primera en 1972, bajo el sello de Barral. Hubo otra edición española posterior en Alianza. No creo que todo lo que se relea deba considerarse un clásico, pero sí lo es, sin duda, un ensayo que no se ha cesado de reeditar a lo largo de más de medio siglo.
En pos del Milenio es uno de los grandes clásicos contemporáneos de Historia… medieval.
Porque, en efecto, el libro de Cohn trata de la Edad Media. Su título completo es En pos del Milenio. Revolucionarios milenaristas y anarquistas místicos de la Edad Media. ¿Cómo se explica, entonces, la influencia que ejerció en la cultura política de los años sesenta y ochenta del pasado siglo, y la huella que dejó en la literatura de ficción de esos años, no sólo en Umberto Eco, sino en novelas de Mario Vargas Llosa y de Marguerite Yourcenar? Pues se explica porque el relato histórico de Cohn parecía iluminar ciertos aspectos del acontecer histórico inmediatamente posterior al 68, como la violencia terrorista en Italia y España o la extensión de la guerrilla en América Latina. El
enfoque de la violencia milenarista medieval en la obra de Cohn era muy amplio y abarcaba desde la apocalíptica de la Iglesia primitiva hasta el milenarismo puritano de las huestes de Cromwell, pero yo me quedé con una idea que considero todavía fundamental: las sociedades más vulnerables a los fanatismos milenaristas son las que han sufrido traumáticos procesos de desarraigo masivo (por ejemplo, el Flandes de la Baja Edad Media, donde la estructura comunitaria campesina fue destruida en aras de una proto industria urbana, con el consiguiente hacinamiento en las ciudades de una muchedumbre miserable). Algunos de los exégetas de Cohn pensaban que era suficiente un rápido cambio social para explicar la aparición del milenarismo (así, los que identificaban el nacionalismo vasco en su conjunto con un milenarismo típico). En mi caso, interpretaba que Cohn proponía la existencia de un nexo necesario entre desarraigo y fanatización milenarista de las multitudes.
Probablemente, ni el terrorismo de las Brigadas Rojas ni el de ETA tenían que ver con el milenarismo. Eran violencias de clases medias ascendentes. La violencia islamista actual, por el contrario, se parece bastante al modelo de Cohn: desarraigo, fanatismo y expectativa de redención religiosa por la espada (o por el coche-bomba). El desarraigo brutal que la «primavera árabe» ha producido en Oriente Medio y norte de África y la catastrófica situación de los países subsaharianos empujan sobre Europa a una población que las economías en crisis de los países de la UE no podrán integrar y muchos de cuyos individuos, en particular los jóvenes, son ya carne de cañón de un yihadismo que los utilizará cada vez con mayor frecuencia contra las democracias anfitrionas. Esto es lo que hay y no conviene hacerse ilusiones al respecto. Bajar la guardia por mor de un humanitarismo sin fronteras equivaldría al suicidio de nuestras sociedades.