La mesa

ABC 05/08/15
DAVID GISTAU

· Cataluña tiene la oportunidad de decirle a Mas que hay vidas corrientes que no detectan opresión en la convivencia constitucional

ME gusta la incorporación del escritorio a este nuevo momento Inoxcrom de Mas. Sugiere sentido histórico. Es una mesa hermosa, finamente tallada, perfecta para aceptar rendiciones o pactar matrimonios dinásticos en un mundo austro-húngaro de ujieres y campanillas, de taconazos viriles, de ínfulas milenarias, pero inadecuada para el póquer porque faltaría intimidad y habría que arrojar las fichas desde muy lejos. El tamaño es el inconveniente. La mesa se ve vacía y Mas luce pequeño, te imaginas que los pies no le tocan el suelo, como le pasó a Javier Clemente una vez que se sentó en el banquillo visitante de Chamartín. Además, debajo cabe Junqueras haciendo de hijo de JFK. Creí que aparecería al ampliar el plano, con esa genética suya que desde luego de Martha’s Vineyard no es. Lo peor es que también el folio firmado parece pequeño: tan grandes nociones del destino que luego no desbordan un tarjetón del mismo formato que las invitaciones a los cócteles en las que siempre me descarta el «dress-code». No insistan, no me manden más.

Otro problema de la mesa es que da una impresión menos dinámica que el atril. El nuevo hombre en movimiento, alegórico de un pueblo naciente, está más apoltronado, más en la autoparodia del caudillito que se cree la consecuencia de una profunda galería de retratos de los antepasados. Una cosa chaplinesca que hace que se añore la épica y la inclinación al vals del uniforme de un figurante de Sisí. Anda, Sí-sí. Esos viejos reinos centroeuropeos cuya pompa no podemos comprender los castellanos esteparios. Aunque a lo mejor es un recordatorio de la edad, del tiempo que va pasando entre un momento Inoxcrom y el siguiente, y que nos va devolviendo un Mas cada vez más avejentado y formal, al que se le van ensanchando los escritorios como se le van haciendo demasiado grandes las pistas de tenis. En los sucesivos momentos Inoxcrom, tal vez llegaremos a un punto en que Mas saldrá a firmar algún ahora o nunca catalán transportado en una cama de hospital con ruedines. Mediado el siglo, procederemos directamente a la «oui-ja»: «Si ya por fin Cataluña va a ser independiente lleva el vaso al sí-sí».

Los momentos Inoxcrom terminarán si este mes de septiembre por fin se reconoce convocada para desempeñar su propio rol histórico esa supuesta mayoría de la sociedad catalana que se siente excluida y desamparada cuando el independentismo se apropia de la representación total de Cataluña. Esa porción social sin movilizar, de existencia mitológica, sobre la cual recae ahora una responsabilidad. Y dispone de marcas electorales con las que jugar al juego plebiscitario. Antes que las salvaciones exógenas fácilmente asociables a Madrit, Cataluña tiene la oportunidad de decirle a Mas que hay vidas corrientes no afectadas por la fiebre y que no detectan opresión en la convivencia constitucional. Lo que no hagan por sí mismos esos catalanes no lo harán los de Miranda de Ebro.