EL MUNDO – 11/09/15 – EDITORIAL
· Hoy comienza la campaña electoral en Cataluña, preludio de unas elecciones de enorme trascendencia para España. Y ello no es así porque Artur Mas haya proclamado que se trata de un plebiscito sobre el futuro de su comunidad, lo cual es tan falso como ilegal, sino porque sus resultados serán determinantes para acelerar o descarrilar la hoja de ruta soberanista que defiende Junts pel Sí.
El camino iniciado por el presidente de la Generalitat hace tres años, cuando decidió romper la baraja porque Rajoy no accedía a un sistema fiscal de concierto como el vasco para Cataluña, no obedecía a ninguna urgencia inmediata sino que era sencillamente una huida hacia adelante, un proyecto personalista del presidente de la Generalitat.
La encuesta del CIS refleja hoy la fractura social existente en Cataluña: el 46% se siente únicamente catalán o más catalán que español, mientras que el 42% se siente tan español como catalán. A este porcentaje se suma casi un 10% que se considera más cercano a la identidad española.
Ello es el resultado de más de tres décadas en las que los Gobiernos de CiU y el tripartito han llevado a cabo una persistente campaña de adoctrinamiento de la sociedad. Desde la imposición del catalán como lengua vehicular y de la Administración hasta la prohibición a los comercios de rotular en castellano, el nacionalismo lo ha intentado todo para lavar el cerebro a la población. Si el resultado es el que muestra el CIS, los nacionalistas no han conseguido su propósito.
Ello se ve también reflejado en la intención de voto, ya que Junts pel Sí sólo llegan a un 38%, un porcentaje idéntico al que logró CiU en solitario en las elecciones de 2010. Para este viaje, no hacían falta tanta alforjas. Es cierto que los 60 escaños de la lista de Mas y Junqueras y los ocho escaños de CUP suman la mayoría absoluta. Pero es impensable una proclamación unilateral de independencia con este nivel de apoyo social y con un estado de opinión en el que los secesionistas puros no llegan a ser la cuarta parte de la población de Cataluña.
Conforme pasan los días y al acercarse el momento de la votación, Artur Mas ha ido matizando su discurso, que ha pasado de la ruptura total y la proclamación de independencia en unos pocos meses a una negociación con el Estado, algo sencillamente quimérico porque ningún Gobierno va a sentarse a una mesa con los nacionalistas para discutir la separación de Cataluña. Convendría que Mas fuera mucho más claro en sus planteamientos.
Los nacionalistas han intensificado su propaganda en las últimas semanas para convencer al electorado de que una Cataluña independiente sería lo más parecido a un paraíso terrenal. Cuentan a su favor con una poderosa maquinaria mediática, en la que destaca TV3, volcada sin ningún rubor a apoyar la lista de Mas y Junqueras.
José Borrell, vetado por dicha cadena, subraya hoy en nuestras páginas que es imposible en Cataluña escuchar las voces de quienes son contrarios a la independencia porque el nacionalismo ha ocupado todos los espacios como un gas en expansión. Ello constituye un importante handicap para los partidos que defienden la unidad de España, que deben aprovechar esta campaña para movilizar a la Cataluña silenciosa y desmontar la demagogia de Mas y los suyos.
Como Borrell afirma, durante mucho tiempo los partidos, los medios, las empresarios y los Gobiernos han abdicado de sus responsabilidades en Cataluña. Ha llegado la hora de cambiar de actitud y luchar contra el secesionismo con la misma energía y disposición con la que ellos defienden sus objetivos.