EL MUNDO 07/10/15 – SANTIAGO GONZÁLEZ
· Ayer empezó en serio el calvario judicial de Rodrigo Rato, a quien el juez, después de interrogarlo, le ha pedido el pasaporte para evitarle tentaciones locas. Ayer también, la situación del ex vicepresidente del Gobierno, el autor del milagro económico de Aznar, era comentada por el vicesecretario Maroto con una sintaxis de pedernal: al ver las informaciones sobre el caso dijo a A-3 que «es difícil no entender que todo eso que está ahí tiene visos de ser realidad».
La expresión, aunque algo alambicada, tiene aires de tautología. Tiene visos, sí. De otra manera no habría sido imputado ni habría comparecido ayer ante el juez para dar cuenta de sus manejos y de su comportamiento fiscal. Los jueces no imputan a ciudadanos que no tengan visos de culpabilidad. La tarea de la Justicia en el ámbito penal consiste precisamente en transformar los visos en certezas e imponer entonces la correspondiente sanción. A él debería bastarle con decir que su partido y el Gobierno han estado y están en este caso y en todos a disposición de la Justicia y colaborando con ella.
Toda la declaración es un hallazgo: «A veces no es tanto el daño que produce que estos casos sucedan sino el cómo se reacciona (…) Cuando algo es evidente (…), aunque [los partidos] deban poner el prefijo presunto deben ser contundentes contra ello». Vayamos por partes, que diría el falso shaolín. Presunto no es un prefijo, sino un adjetivo. Lo que sí es un prefijo es pre, si vale el distingo.
Con su sintaxis torturada se acaba de cargar la presunción de inocencia. No hace falta que él se ponga a encabezar (liderar se dice ahora) la turba con la soga y la tea, ni que vaya por delante del fiscal. A él no le toca y algo tiene que dejar para Pedro Sánchez y Antonio Hernando. Y para los periodistas, que vivimos de esto. Recordará el bueno de Maroto aquel proceso alucinante por los trajes de Camps. El diario El País le dedicó 126 portadas hasta que el tribunal no encontró pruebas en aquellos visos y absolvió al presidente valenciano. ¿Qué habría dicho el ex alcalde de Vitoria a la altura de la portada 119?
Javier Maroto y buena parte de sus camaradas del PP sufren el síndrome de Virgil Starkwell, el delincuente patoso que encarna Woody Allen en Toma el dinero y corre. Sus compañeros de la escuela abusaban de él y siempre terminaban tirándole las gafas para aplastarlas de un pisotón. Ya en la edad penal es sorprendido por un madero durante un atraco y es él mismo quien se quita las gafas y las pisotea obsequiosamente ante la mirada perpleja del policía.