Un telón de acero para Cataluña

EL MUNDO 10/10/15
EDITORIAL

CADA día que pasa, en Cataluña se confirma que el monstruo creado por el nacionalismo catalán amenaza con devorar a Artur Mas. Así está planteada la relación que media entre el presidente en funciones de la Generalitat y los separatistas de ultraizquierda de la CUP. La candidatura de Junts pel Sí está sufriendo las consecuencias de su resultado electoral. Ganó, es evidente, pero su victoria política queda en manos de un grupo separatista que concibe la independencia como un establo donde recluir a Cataluña para aislarla de la Unión Europea, de la democracia liberal, de los valores de la modernidad y de la senda del progreso. La CUP no engaña ni hace argumentos retóricos: ruptura inmediata con España y desobediencia al Tribunal Constitucional. Estas son las condiciones para pactar con Junts pel Sí su apoyo a un candidato a la presidencia de la Generalitat, que no sería más que un títere. Cualquiera que se preste a esta negociación sabe de antemano que es reo de un pacto destructivo para la sociedad catalana. Por eso, ante el órdago lanzado por la CUP, los ciudadanos catalanes tendrán que decir qué están dispuestos a soportar. La CUP se ha hecho dueña del escenario político porque su extremismo separatista ha sido alimentado por un partido, Convergencia Democrática de Cataluña, que estaba llamado a actuar de otra manera, como un vertebrador de estabilidad institucional y de equilibrio de esta comunidad autónoma con el resto de España. Por tanto, el problema que representa la CUP es el del desbordamiento de la estrategia soberanista de Convergencia y de Esquerra por un partido que ve en la independencia no tanto la culminación de la ensoñación nacionalista como la oportunidad de convertir Cataluña en una versión moderna de la vieja Albania comunista. No es de extrañar que, así las cosas y con este panorama, ayer mismo Standard & Poor’s le bajase la calificación crediticia a Cataluña, cuando solo hace unas fechas subió la de España.

Entre ganar unas elecciones y ganar el poder hay una diferencia que Artur Mas y sus socios de candidatura están sufriendo en carne propia. No son el Estado ni el Tribunal Constitucional los que preocupan a los nacionalistas de Junts pel Sí, sino otros nacionalistas con un plan político de transformación de Cataluña en una república dominada por los tópicos de la izquierda más rancia de Europa. La independencia se ha convertido en un conflicto entre nacionalistas, no entre Cataluña y el Estado. Mas creyó que tenía asignado un papel mesiánico en la historia de Cataluña y que su lucha sería épica porque le enfrentaría al poder jurídico del Estado; y ahora resulta que su futuro político está en manos de unos asamblearios, entre anarquistas y marxistas, que en vez de levantar fronteras quieren levantar el Telón de Acero.