Baño y masaje

ABC 24/10/15
IGNACIO CAMACHO

· Aclamado por sus colegas europeos, a Rajoy se le va a hacer ingrato someterse al quisquilloso escrutinio de los españoles

HAN tenido que venir los conservadores europeos para que Rajoy escuche piropos que jamás ha cosechado en España. El grito de «¡Viva Mariano!», proferido por su colega irlandés, no lo ha oído el presidente español ni cuando avanzaba imparable a recoger el poder entre los escombros de Zapatero. Nuestro primer ministro es un político que puede merecer confianza por sensato, por templado o por paciente, virtudes que lo llevaron al Gobierno y hasta quizá le valgan para una apretada reelección; lo que jamás ha despertado entre sus compatriotas, si siquiera entre sus conmilitantes, es entusiasmo. Por eso la aclamación foránea, justo al final de su difícil mandato, ha debido sentarle como una sesión de baño y masaje. Bien es verdad que era el anfitrión de una reunión de partidos homólogos pero después de una legislatura tan amarga el espaldarazo palmoteador de Merkel, Sarkozy y compañía le habrá resultado confortante. En política el halago nunca debilita, sobre todo cuando es infrecuente.

Si las elecciones de diciembre fuesen en Europa, Rajoy saldría proyectado como indiscutible favorito. En la esfera comunitaria, de dominante mentalidad tardocalvinista, prevalecen muchos de los valores que encarna y defiende: la disciplina fiscal, el control del gasto, las reformas liberales. Ahí afuera le ven como un líder capaz de afrontar la crisis con orden y método, y contemplan con satisfacción sus números macroeconómicos sin meterse en detalles. Un gobernante que transforma una pavorosa recesión en un crecimiento del tres por ciento (ejem, no hablamos de Cataluña) merece indiscutido aplauso entre la clase dirigente de la UE. Lo reelegirían sin dudar un ápice. El problema es que donde se presenta candidato es en España y, como señalaba ayer con zumba aragonesa Luis del Val, España está llena de españoles.

Y los españoles se gustan a sí mismos considerándose de izquierdas. Lo dicen los estudios del CIS desde la Transición: la mayoría se autoubica en el centro-izquierda, el espacio de la socialdemocracia. Entre el 4,5 y el 4,7 de una escala de 10… en la que sitúan al PP cerca del 8, derecha-derecha. Eso para empezar. Luego resulta que somos gente quisquillosa, que si encuentra trabajo o ve disminuir el paro piensa que se trata de empleo de baja calidad. Aquí tiene fuerte arraigo la idea del Estado proveedor, la protección social, y lejos de considerar la austeridad una virtud tendemos a tomarla por una catástrofe. Además, nos van los liderazgos carismáticos, mesiánicos, empáticos y demás esdrújulos telegénicos. Por último, hemos visto de cerca cómo afloraba una corrupción que en cualquier país europeo hubiese tumbado a más de un Gabinete. Resultado: Rajoy sería mucho más valorado si ocupase el puesto de, por ejemplo, Juncker. Porque de popular, lo que se dice popular, esta ingrata legislatura no le ha dejado a su partido más que el nombre.