IGNACIO CAMACHO – ABC – 28/10/15
· El Estado ha llegado tarde a Cataluña tantas veces que precisamente ahora sería un error comparecer por adelantado.
Paciencia. El Estado ha llegado tarde a Cataluña tantas veces que ahora sería un error comparecer por adelantado. Y menos con la caballería que pide en las barras de los bares la España del arbitrismo cojonudo, la de las soluciones expeditivas y el «eso lo arreglaba yo en dos patadas». Hay un tiempo para todo lo que se hace bajo el cielo, dice el Eclesiastés, y ahora es tiempo de responsabilidad, no de desahogo.
Las medidas de excepción acaso le dieran al Gobierno muchos votos entre esos nerviosos españoles de rompe y rasga que echan de menos un puñetazo en la mesa del hartazgo, pero la sospecha de oportunismo contaminaría cualquier iniciativa precipitada. Por irritante que resulte la chulería soberanista éste es un momento de temple más que de alboroto. Pulso frío, vista larga y paso corto.
La respuesta responsable a esta enésima bravata ha de ser en primer lugar pactada, en segundo término proporcional y por último escalonada. Sin renunciar, y ayer el presidente lo dejó claro, al botón nuclear del Artículo 155, ultima ratio de este pulso que España no puede perder. Pero es que ni siquiera se ha producido aún la declaración de rebeldía. Aunque nadie duda de que será presentada y aprobada, en derecho no se puede actuar contra hipótesis.
El procedimiento de crisis es claro y está consensuado; más vale no recordar ahora los reparos al rearme legal que hasta antier pusieron el PSOE y otros grupos. A partir de la resolución del Parlamento catalán habrá recurso al Constitucional y las autoridades autonómicas quedan obligadas a obedecer la sentencia bajo pena de inhabilitación. En caso de resistencia no sólo cabría sino que sería imprescindible invocar el célebre 155, que en ningún caso incluye la suspensión de la autonomía sino la adopción de medidas coercitivas que aseguren el acatamiento del veredicto. El mayor problema puede venir de los plazos y los soberanistas lo saben; decididos como están a no echarse atrás en el desvarío, intentarán aprovechar el relativo vacío de poder postelectoral y la composición previsiblemente compleja de las nuevas Cámaras.
No va a ser un proceso fácil, y menos con la campaña atravesada en la gestión del conflicto. Por eso es imprescindible la mayor unidad política posible; si Rajoy se muestra decidido y Rivera –cuyo partido lidera la oposición en Cataluña– lo apoya, los socialistas tendrían que calibrar el coste de descolgarse. Ayer funcionó la línea caliente; las urnas penalizarán al que no descuelgue el teléfono.
Entretanto el Estado tiene muchas formas de hacerse presente, y la de ayer no fue despreciable: se mostró con uniforme de Policía en las casas de Pujol y de los empresarios de cámara del régimen nacionalista. Para las fórmulas drásticas, después de tantos años de retraso es urgente esperar, que decía Pío Cabanillas, otro gallego. Incluso a un choque de trenes hay que llegar en su momento.
IGNACIO CAMACHO – ABC – 28/10/15