España bajo el Blitz

HERMANN TERTSCH – ABC – 30/10/15

Hermann Tertsch
Hermann Tertsch

· Una derrota del Estado de Derecho en España supondría una catástrofe para la civilización en toda Europa.

No sabemos cómo va a acabar el mayor reto que tiene la democracia en España en sus 40 años de existencia. Los enemigos de la democracia y de la unidad de España son muchos. Han trabajado durante muchos años con plenitud de medios y total impunidad. Una sociedad distraída e indolente, con una clase política egoísta, ignorante y corrupta a partes iguales, ha dado todas las facilidades a quienes viven de esa agresión permanente a las instituciones y a quienes sueñan con liquidarlas para sus planes totalitarios.

No sabemos cómo va a acabar. Pero todos los demócratas españoles sabemos cómo debería hacerlo. Y tenemos la gran suerte de que esta vez, otras veces no fue así en la historia de España, los deseos de los españoles de buena fe coinciden con la lógica de los acontecimientos y el marco en el que se producen. Por eso, más allá de todas las amenazas, peligros y daños que son ciertos, más allá de todas las baladronadas y fantasías megalomaníacas de separatistas y comunistas enemigos del sistema, lo lógico, lo probable y razonablemente previsible es que este pulso lo ganen los defensores de la ley. Muchos factores hacen favoritos a los demócratas y constitucionalistas frente a enemigos declarados y cómplices confundidos.

Primero la razón y la legalidad. Y también esa terca realidad que nuestros enemigos ignoran porque necesitan despreciar la verdad para construir y propagar sus tóxicas leyendas de propaganda tribal y sectaria. Y sobre todo, porque una victoria de nuestros enemigos, una derrota del Estado de Derecho en España, supondría una catástrofe para la civilización en toda Europa, comparable en sus efectos destructivos a una invasión totalitaria del continente. Europa es débil. Pero no tanto como para no defenderse de una invasión o un proyecto totalitario en la Península, cuyos efectos letales para su democracia y libertad serían similares.

Parece que estamos en el peor momento del estallido del conflicto, como parecía que lo estaban en los albores de la Batalla de Inglaterra los defensores de la isla frente a las aspiraciones invasoras del III Reich. Todos sufrían bajo el Blitz, el rayo que no cesaba y que noche tras noche sembraba con sus bombas el terror en Londres y otras ciudades. Incertidumbre y angustia ante la invasión nazi eran permanentes. El III Reich tenía ya en sus manos casi toda Europa continental.

Y sin embargo, cuando comenzó la lucha de los héroes de la RAF en el cielo de Inglaterra y en su suelo la población civil se movilizó con disciplina y voluntad, y aunque nadie lo supiera ya se había vencido en la principal batalla. Se había ganado en las almas de los británicos que se negaron a la seducción de las melodías del pacifismo, la negociación de los principios y la capitulación. Gentes muy poderosas en Londres, los que habían apaciguado antes a Hitler y aplaudido la capitulación francesa, habían querido convencer al pueblo británico de que era práctico, pacífico, político y sabio permitir a los alemanes el desembarco. De que democracia y libertad eran conceptos discutidos y discutibles.

De que patria y soberanía dependían de un contexto. Les dijeron que no debían ser intransigentes ni inmovilistas. Los británicos titubearon. Pero poco. Después se lanzarían con Churchill a la lucha a muerte por su nación, su soberanía y sus derechos de ciudadanos libres. Cuando ganaron la batalla contra sí mismos, contra la comodidad, la indolencia y el miedo, estaban ya en la senda de la victoria. Cuando un liderazgo de confianza convenció a los ciudadanos de que eran lo suficientemente buenos, libres y nobles para asumir sacrificios por su propia patria y soberanía, los enemigos de la libertad tantos años victoriosos, ya marchaban hacia la derrota.

HERMANN TERTSCH – ABC – 30/10/15