Recuperar el tiempo perdido

RAMÓN PÉREZ-MAURA – ABC – 31/10/15

· Lo más sorprendente es el silencio, la mirada distraída de todos aquellos que a lo largo de tres décadas pagaron mordidas.

Cuesta mucho creerlo. Que la familia Pujol haya podido acumular un patrimonio de al menos 900 millones de euros es casi inverosímil. Para poder robar esas magnitudes económicas durante los 23 años en los que Pujol padre estuvo en el poder, habría que haberse embolsado casi 40 millones de euros cada año. Podemos incluso creer que solo fuesen 32 al año porque en los cinco años de Gobiernos de Artur Mas hubieran podido disfrutar de similar manga ancha. Pero aún así, las cifras hubieran tenido que ser superiores por el hecho de que no es verosímil que don Jordi, doña Marta y su numerosa prole no hayan hecho en todos estos años ningún gasto importante que haya podido afectar a su capital disponible. Pero con todo, lo que no es discutible es que la probidad moral de la relación de Pujol y el dinero es irrecuperable.

De semejante padre fundador, que se ha inventado buena parte de la Historia de Cataluña, pretenden hacer ahora una Cataluña independiente. Y lo más sorprendente es el silencio, la mirada distraída de tantos catalanes que a lo largo de tres décadas estuvieron pagando mordidas, a los que se les ha saqueado su patrimonio para que la familia Pujol disfrute de un muy abundante patrimonio que aún sin llegar a las cifras atribuidas en Belice –que a un discreto 3 por ciento anual pueden generar unos ingresos de unos 27 millones de euros anuales– superan con muchísimo lo que Jordi Pujol Solei pudo ganar con su trabajo o mejorar su patrimonio con una gestión razonablemente buena. Amasar esas cantidades exige comisiones que más bien son participaciones a cuenta de beneficios futuros –que quizá nunca haya.

Pero al fin ahora estamos intentando recuperar todo el tiempo perdido. Después de las infinitas cesiones y concesiones que se han hecho durante décadas al separatismo catalán, incluído lo sucedido en Banca Catalana, que cada vez se parece más una prevaricación de libro, hemos llegado al punto en el que ya no hay más cesión posible. Y como estamos al borde del precipicio, habrá que dar también un paso atrás. O quizá dos o tres, porque no es cuestión de vivir instalados al borde del despeñadero. En todos estos años ha quedado claro que las cesiones siempre han sido del Gobierno de la nación; jamás hizo una sola el Gobierno autonómico. Todo lo más el decir en cada negociación «Y da gracias que no te pido también…» Cada discusión era para ver cuánto cedía Madrid, no cuánto más estaba Cataluña dispuesta a aportar al resto de España.

Y lo cierto es que desde La Moncloa, sólo Mariano Rajoy se ha negado a hacer la más mínima concesión. A dar un paso más hacia el abismo. Todos sus predecesores, en circunstancias muy diferentes unos de otros, hicieron cesiones. Habrá quien diga –empezando por Ximo Puig, el presidente valenciano, y siguiendo por Pablo Iglesias, el que fue a tomar café ayer a La Moncloa– que precisamente por no haber hecho más cesiones es por lo que Rajoy ha provocado este choque de trenes. Y yo diría que tal vez hubiera sido mejor que la conflagración se hubiera producido antes. Porque era evidente que el final siempre iba a ser llegar a donde estamos hoy. Las sucesivas cesiones sólo han servido para que los sediciosos llegaran a este punto más fuertes.

En su día Artur Mas se apresuró a anunciar que le habían llamado a declarar en el aniversario del fusilamiento de Companys. Sería porque la única salida política que le queda para pasar a la Historia es engrosar las páginas del martirologio.

RAMÓN PÉREZ-MAURA – ABC – 31/10/15