Gracias a la CUP y por culpa de Duran

LIBERTAD DIGITAL 05/11/15
PABLO PLANAS

Hasta hace un par de semanas el interlocutor de referencia de Rajoy sobre el caso catalán era Josep Antoni Duran i Lleida, flamante líder de un partido extraparlamentario en Cataluña tras el 27-S. Según Duran, a Mas, su archienemigo personal, le faltaba habilidad, coraje, temple y paquete para asomarnos al despeñadero. Todo era una estrategia para forzar un nuevo sistema de financiación más justo y tal y cual, asignatura pendiente del nacionalismo catalán por obra y gracia de Jordi Pujol.

Nota al margen, Miquel Roca negociaba y redactaba la Constitución cuando se suscitó el particular del concierto vasco y el régimen foral navarro, así como la posibilidad de que Cataluña se acogiera a esa modalidad fiscal. Evacuando consultas, Pujol le dijo a Roca que recaudar impuestos era «impopular». Y a esa visión de futuro del viejo Pujol se debe que Cataluña no tenga concierto y el País Vasco sí.

Así pues, Rajoy, alumbrado por Duran sobre las endebles intenciones de Mas, dejó que la crisis se fuera pudriendo hasta desembocar en el descontrol actual en Cataluña. Como siempre desde 1982, más valía dejar a los nacionalistas manejar a su antojo la finca, a cambio de que sirvieran de muleta de mayorías insuficientes. Vista gorda y vía libre para el 3% de los Pujol, más el del partido, más el del que da la cara, el del que estampa la firma y el del que se lo lleva crudo. Este régimen había funcionado sin fisuras hasta que Mas se echó al monte empujado por un grupo de disparatados a los que hasta en La Vanguardia definían como «talibanes». Pijos peras, segunda generación de niñatos trepas y herederos de grandes fortunas. David Madí pasa por ser el cerebro en la sombra de esa patulea, un estratega de primera, riquísimo de familia (los de la loción Floïd, poca broma), la versión actualizada de los programas Prenafeta, Alavedra y Vilarrubí, todos imputados. Dicen sus amigos que él hizo presidente a Mas, misión cumplida tras la cual se fue a hacer dinero de consultor. Fenómeno. Y Cataluña, que ya estaba en barrena con el tripartito, entró en la fase dos del impacto seguro.

Entre que Duran no se aclara, Rajoy no entera y Margallo que es Margallo, el denominado proceso ha llegado hasta aquí, a cuatro días para la colisión, prevista el lunes 9 por la mañana, primer aniversario del 9-N. Ese día se aprobará en el parlamento insurrecto una declaración de independencia y de desobediencia a cualquier ley u orden que no emane de la cámara sublevada. Sedición, rebelión, traición, golpe de Estado. La terminología es lo de menos. Valdría hasta el melifluo «deslealtad» que utiliza la política oficial.

El único problema que separa a Mas de sus objetivos es que necesita a la CUP para seguir al frente del negocio como sucesor de su padrino Pujol. Si los antisistema de la camiseta no se apean del burro, el plan de la hoja de ruta se va al carajo como el Gabinete Armada. La paradoja es que mientras el moderado Duran influyó en Rajoy para que no hiciera nada y se crearan las condiciones necesarias para un fuego descontrolado, los incendiarios de la CUP, los batasunos catalanes, el coco y el hombre del saco pueden ser los bomberos que despachen a Mas al panteón de los indignos.

Si el separatismo descarrila, no será mérito ni del Gobierno, ni del Tribunal Constitucional, ni del TSJC, ni de los partidos de la oposición ni de un rapto de cordura general. Habrá que agradecérselo al maximalismo de los dirigentes de la CUP, a su terquedad y al hecho de que, como Tejero, no estén dando un golpe de Estado para hacer ministro a Felipe González.