ABC – 13/11/15
· El intenso debate para investir a Mas contrasta con el hastío del ciudadano.
España es el país con más bares por habitante de la Unión Europea: hay uno por cada 169 ciudadanos. Son lugares a los que «íbamos para todo lo que necesitábamos», pero «sobre todo cuando queríamos que nos encontraran», explica J. R. Moehringer en su último libro. Los bares se convierten a menudo en improvisadas ágoras, parlamentos; donde se renueva a Cristiano Ronaldo y Messi, o se critica el fichaje de Rajoy y de Mas, que todo se mezcla entre carajillos. El Parlamento catalán vivía en la mañana de ayer una jornada histórica, la segunda votación del debate de investidura que debía proclamar a Artur Mas como presidente, CUP mediante, para liderar la ruptura con España.
Sin embargo, en los parlamentos/bares aledaños a la Cámara catalana el ciudadano de a pie transitaba entre la indiferencia y el hartazgo hacia el «procés». Por no hablar de los turistas que paseaban por el Parque de la Ciudadela, recinto que acoge el Parlamento autonómico… y el zoo.
A poco de la Ciudadela, detrás del Palacio de Justicia está el bar Palacio del Louvre, regentado por Ai Linglin, china. En el televisor, Mariló Montero conecta con la Cámara catalana e inquiere a sus contertulios. En el Louvre sólo hay una mesa ocupada, un hombre pegado a su móvil, ajeno a la pantalla. «¡No hay mucho ambiente para el debate!». Pero Linglin sólo habla chino. Tomaré sólo una foto, gracias.
El hijo mosso del juez Vidal
Unos metros más allá, en la misma calle, Roger de Flor, Pablo es el dueño del bar Ítaca. Inevitable hablar del tema. «Yo no quiero opinar. Aquí entra uno de ERC y te suelta una perorata dando por hecho que eres de ERC. Luego entra uno del PSC y hace lo mismo. Yo lo que quiero es que haya trabajo para todos». Entre su clientela se cuentan muchos magistrados y, entre ellos, el juez Santiago Vidal, suspendido de sus funciones por redactar una constitución para una Cataluña independiente y ahora candidato de ERC al Senado para el 20-D. «Tiene un hijo que es mosso d’esquadra», apunta un compañero de barra. La independencia puede llegar al extremo de ver a un hijo arrestando a su progenitor por sedición.
En la terraza del Ítaca hay tres mujeres. «Son secretarias judiciales», me dicen. Ante el periodista, no obstante, eluden responder sobre cuál es su profesión. «Todos los políticos son responsables de lo que está pasando. No piensan en el bien común, en los recortes», se lamenta Pilar. Su colega Mercè se abona al discurso y menciona la corrupción. «A España y a Cataluña no las quiere ninguno de ellos. Todos van a ver qué se pueden llevar». «Aquí no está contento nadie», retoma Pilar, mientras la tercera contertuliana se resume en silencio. «Es que te dicen que esto del independentismo es un sentimiento y, bueno… claro…, así poco se puede hablar», zanja Pilar.
Cuanto más cerca del epicentro, la sede del Parlamento, más ambiente. Dave y Marie, un matrimonio irlandés, saborea una sangría en el bar situado junto a la barrera que discrimina el acceso en coche a la Cámara. «¿Sabéis qué está pasando en ese edificio grande?». No sabían ni que era el Parlamento. Aunque irlandeses, por independencia no les viene nada –«la gente no sigue mucho la política, tampoco en nuestro país», se excusan–, y aseguran que en su república no se habla mucho de la que sueñan Mas y la CUP. «¿Que qué nos dijeron nuestros amigos cuando les dijimos que viajábamos a Barcelona? Que veríamos la Sagrada Familia… y el Camp Nou».
ABC – 13/11/15