ABC 20/11/15
· CDC maneja dos encuestas donde el partido más votado es C’s, seguido de ERC
La aparente moderación del discurso de Francesc Homs, tratando de recuperar el centro político catalán por la vía de proponerle al Estado diálogo y pacto, ni es caprichosa ni la ha decidido él por su cuenta como candidato al Congreso de Democràcia i Llibertat, la nueva marca electoral de Convergència.
La investidura es posible La CUP aseguraba ayer que ve «más cerca el acuerdo» y ya no descarta a Mas
Tampoco la repentina suavidad de la CUP es casual, ni lo es su –también aparente– disposición a llegar a un acuerdo para acabar favoreciendo la investidura de Artur Mas. En contra de lo que habían venido haciendo hasta ahora, los antisistema evitaron ayer, en su rueda de prensa en el Parlamento catalán, descartarle como próximo presidente de la Generalitat.
CDC, tercera fuerza política
Convergència maneja por lo menos dos encuestas sobre la intención de voto para el 20-D según las cuales la primera fuerza sería Ciudadanos, seguida de cerca por Esquerra Republicana. Los convergentes quedarían en tercer lugar. Para el ya tocado proceso secesionista, sería letal que el partido de Albert Rivera, aunque fuera por muy poco, ganara unas elecciones en Cataluña, porque por muy recreativas que fueran las sumas que pudieran hacerse luego entre partidos más o menos independentistas, el poder simbólico de una victoria de Ciudadanos desdibujaría cualquier idea de que existe una mayoría –o una casi mayoría– de catalanes independentistas.
Entre los desmoralizados por la corrupción, los asustados por la radicalización del partido para lograr el acuerdo con la CUP, y los irritados por ver cómo este acuerdo no acaba de llegar, y se encalla la independencia que les prometieron para mañana, Convergència (ahora Democràcia i Llibertat) ve cómo pierde votantes por todos los flancos, y está jugando el partido en un terreno que no es el suyo y en el que no tiene nada que ganar, como ha expresado Antoni Fernández-Teixidó, el dirigente del partido que ha renunciado a todos sus cargos, y a la militancia, por no estar de acuerdo con la aproximación a la CUP ni con la declaración de desobediencia y rebelión aprobada en el Parlament por su ya expartido y la formación de extrema izquierda.
Quico Homs espera, con su apelación al diálogo y al pacto, calmar a la parte más moderada de sus votantes, y aunque existen dudas razonables sobre la autenticidad de este giro, sus contactos con la vieja guardia pujolista –política y financiera– son notorios y más que conocidos en la ciudad. De hecho, Homs fue siempre mucho más nacionalista que independentista, mucho más pujolista en lo que en su esencia aquello significó, que independentista como el entorno inmediato de Mas mientras fue candidato; y aunque en estos cinco años de haber sido la mano derecha del presidente catalán su discurso se ha radicalizado, no sería tan extraño que, tanto de cara a obtener un buen resultado el 20 de diciembre, como en sus aspiraciones, que las tiene, de suceder a Mas en el control del partido y en la candidatura a la presidencia de la Generalitat, mostrara un perfil más conciliador que rupturista, sobre todo después de haber constatado, y reconocido, que al independentismo le «falta fuerza para culminar su proceso».
División en la CUP
Por su parte, la CUP, poco acostumbrada a jugar en Primera división y a soportar las terribles presiones de auténticos expertos en este juego, como sin duda lo son los convergentes, empiezan a sentir vértigo ante el abismo. Los convergentes no han dudado en compartir con ellos las encuestas que sugieren la victoria de Ciudadanos, advirtiéndoles de que van a culparles por tierra, mar y aire de la desafección del votante independentista, y de su desencanto. Los antisistema están más divididos que nunca, y por primera vez en su trayectoria, les pesa el pánico. Para ellos mismos es un misterio lo que acabarán haciendo, aunque son innegables sus últimos esfuerzos por dejarse abiertas todas las puertas.